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Experiencias traumáticas sufridas en la niñez suelen repercutir en la vida adulta de un abusador.

La Nueva. Revista Online. 24-07-2016

  El horror es la sensación individual y colectiva que se genera, sobremanera en la víctima pero también en el resto, cuando se toma conocimiento de un abuso sexual, y fundamentalmente cuando el agredido es un niño.

“La cuestión en los abusadores sexuales no pasa por haber recibido o no algún tipo de educación para cometer los actos de adulto, sino que estas personas han desarrollado experiencias traumáticas en su vida personal”, considera la licenciada en psicología María del Carmen Taboada.

 La profesional agrega que “puede ser que hayan vivido situaciones de violencia extrema, de desatención, de carencia, de mucho desamparo, y también pudieron haber sufrido abusos sexuales o han tenido padres dominadores. Estas experiencias traumáticas que han sufrido en su niñez hicieron que su personalidad se desarrollara con algunas características y su aparato psíquico se fue estructurando de manera diferente. De alguna manera no fue desarrollada adecuadamente la capacidad de sentir empatía o culpa, o de aceptar la ley”.

Existen algunos patrones de comportamiento sexual que los ubica en esa condición.

“Podemos pensar que las parafilias son impulsos sexuales intensos y recurrentes, son fantasías o comportamientos que implican objetos, actividades o situaciones poco habituales. Tienen que ver con que la persona satisface su deseo sexual con un objeto humano o través del sufrimiento o la humillación a sí mismo o la pareja, o también puede ser que involucre a personas jóvenes en su práctica sexual”, explicó.

Para Taboada hay una doble fachada que no distingue clases sociales.

“Los abusadores sexuales no pueden hablar de lo que los llevó a estar presos. No piden ayuda terapéutica porque niegan la culpa y esto lo pueden hacer porque hay un mecanismo que se llama disociación, por el cual la persona tiene como una doble fachada. Es como que son buenos por fuera y malos por dentro, porque para el afuera son buenos ciudadanos, padres, docentes o compañeros de trabajo, digamos que son personas que cumplen con todo lo esperable socialmente”.

Luego indicó que, salvo excepciones, el abusador no es un enfermo, sino que actúa en plena conciencia de sus actos.

“Es cierto que algunos abusadores además son violentos, agresivos y tienen algunas conductas más transgresoras; pero podemos pensar que una amplitud de abusadores tiene conciencia de lo que hace, no es que tienen una enfermedad o debilidad mental o una baja inteligencia que los lleve a hacer eso”, aseguró.

“Puede haber, en algún porcentaje muy pequeño, alguna oligofrenia o psicosis asociada que los lleve a hacer eso, pero en la mayoría de los casos, y por lo tanto penables, son personas que cometen delito con plena conciencia de sus actos”, sigue diciendo.

La licenciada expone una teoría de un tema que la sociedad repudia en todos sus estratos.

“Algunas personas son pedófilas y exclusivamente el placer sexual lo satisfacen a través de los niños, pero otros pueden tener relaciones sexuales normales y con personas adultas, pero paralelamente tienen estos actos con los niños que les genera otro tipo de placer”, explicó.

Considera que rara vez los autores de abusos piden sinceramente alguna terapia recuperatoria.

“A veces se ponen en manos de algún terapeuta para de alguna manera solucionar el problema, pero generalmente es para arreglar el inconveniente con la Justicia, porque en el fondo no tienen intención de tratamiento y desaparecen una vez solucionado el asunto”.

Finalmente, para la psicóloga, el objetivo del agresor sólo pasa por intentar zafar de la situación.

“En mi práctica profesional he podido tratar con este tipo de personas y podemos pensar que van a buscar ayuda en el momento de la denuncia o cuando son juzgados, en ese momento de desesperación; pero luego no continúan con el tratamiento porque dicen que no hicieron nada, que no son culpables y no se hacen cargo”.

 

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