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El planteamiento de la situación actual en la que se encuentra el psicoanálisis a 75 años de la muerte de su creador abre la posibilidad de reflexionar sobre la complejidad de la situación crítica que está atravesando esta disciplina, tanto hacia adentro, como hacia afuera, es decir, tanto en el nivel intradisciplinario como en su relación con los otros enfoques relacionados con la salud mental y la respuesta social y cultural en general.

Dr. Miguel Kolteniuk 6 de diciembre de 2014

LA SITUACIÓN DEL PSICOANÁLISIS ACTUAL A 75 AÑOS DE LA MUERTE DE FREUD

 

 

En primer lugar, deseo agradecer a la APM el honor de haberme dado la oportunidad de compartir con ustedes, estas reflexiones.

El planteamiento de la situación actual en la que se encuentra el psicoanálisis a 75 años de la muerte de su creador abre la posibilidad de reflexionar sobre la complejidad de la situación crítica que está atravesando esta disciplina, tanto hacia adentro, como hacia afuera, es decir, tanto en el nivel intradisciplinario como en su relación con los otros enfoques relacionados con la salud mental y la respuesta social y cultural en general.  

La serie interminable de cuestionamientos y transformaciones que ha enfrentado nuestra práctica clínica, nos ha obligado a desarrollar una gran cantidad de estrategias adaptativas que nos permitan la sobrevivencia profesional en un mundo poblado por la competencia, el descrédito, la crisis económica, política y social, enmarcadas en un clima de inestabilidad, incertidumbre y violencia. La muerte del psicoanálisis ha sido proclamada desde su nacimiento, pero nunca ha sido tan reafirmada como en la actualidad, desde las terapias alternativas, las neurociencias, la psicofarmacología y la psicomagia, en esta época denominada postmoderna.

Y, sin embargo, continuamos existiendo.

Para poder comprender la situación actual será necesario hacer un breve repaso del desarrollo del psicoanálisis. Como esta tarea rebasa los límites de este trabajo, me voy a limitar únicamente a exponer las cuatro fases que, a mi juicio, definen la evolución del concepto de "Inconsciente", concepto clave y definitorio de nuestra disciplina, y que nos va a permitir comprender el esquema de su desarrollo histórico.

EVOLUCIÓN DEL CONCEPTO DE INCONSCIENTE

Para poder describir el trabajo del inconsciente en el psicoanálisis contemporáneo es necesario reseñar brevemente la forma en que evolucionó este concepto. Para los fines de esta exposición voy a distinguir las siguientes formulaciones:

  1. El inconsciente como sistema. La primera tópica.
  2. El inconsciente como cualidad psíquica. La segunda tópica.
  3. El inconsciente postfreudiano.
  4. El inconsciente postmoderno.

Para poder abordar la descripción de estas cuatro fases será necesario establecer otra distinción metodológica fundamental: la diferencia entre el inconsciente como Escritura y el inconsciente como Escenificación. Esta última diferencia distingue entre el concepto Metapsicológico del inconsciente, del concepto Clínico del inconsciente.

Cuando Freud define al inconsciente como un sistema de registro y almacenamiento de la experiencia perceptual a través de la inscripción de las representaciones cosa, desligadas de sus representaciones palabra, y que funcionan en proceso primario, en donde no opera la negación, los principios de la lógica, la causalidad ni la temporalidad lineal, está definiendo el concepto metapsicológico del inconsciente, el cual lo ubica como sistema "por debajo" del sistema preconsciente y consciente, separado de ellos por medio de la barrera de la represión. Esta es la primera formulación del concepto de Inconsciente que Freud expone en su primera tópica, y que yo denomino El inconsciente como sistema, (Freud, 1915).

Este período abarca desde Los Estudios sobre la Histeria (Freud, 1893-1895) hasta sus Trabajos de Metapsicología (Freud, 1915), y es precisamente en este período en el que Freud establece que este sistema inconsciente, que trabaja por debajo de la represión, no puede ser conocido directamente, sino sólo a través de sus derivados, alcanzando a sortear la represión como formaciones de compromiso, es decir, como síntomas, como manifestaciones del retorno de lo reprimido, como sueños, como actos fallidos, como la transferencia, esto es, como manifestación clínica observable. Freud está distinguiendo, entonces, la concepción metapsicológica del inconsciente, de su concepción clínica. En honor a Derrida (1967) y su texto "Freud y la escena de la escritura", yo estoy reformulando esta distinción en términos de la diferencia entre el inconsciente como Escritura y el inconsciente como Escenificación. Desde esta formulación, el inconsciente como escritura es incognoscible e inaccesible directamente. Sólo podemos inferirla y saber de ella a través de su escenificación en los escenarios clínicos. Sin embargo, sin la escritura, no habría escenificación, no existiría el fenómeno clínico. Esta es una cuestión central en este trabajo. Por eso, desde este punto de vista, la psicopatología sólo puede ser entendida como un fenómeno de escenificación de una escritura, inscrita en un sistema de huellas almacenadas, en los trazos de una memoria inaccesible. La reescenificación clínica de la escritura implica siempre un proceso de retraducción a posteriori en el cual la recuperación del texto original es imposible, porque ese texto originario se encuentra para siempre perdido. Sólo podemos acceder a sus reminiscencias (Platón. (2000) Freud, S. (1893-1895)).

El inconsciente como cualidad psíquica o de la segunda tópica fue introducido por Freud en El yo y el ello (1923), cuando decidió sustituir el concepto de Sistema por el de Cualidad psíquica para referirse a la topografía de las instancias psíquicas allí introducidas: El Ello, el Yo y el Superyó, (Freud, 1923).
Con esta modificación, Freud construye un concepto de inconsciente más complejo que el anterior, porque a diferencia de aquél, este inconsciente incluye componentes organizadores y estructurales agregados a las representaciones cosa funcionando en proceso primario. Este inconsciente secundario ya incluye "el hervidero de pulsiones" (Freud, 1923) de vida y de muerte del ello, junto con los elementos de la Herencia Arcaica Filogenética. También incluye los mecanismos de defensa del yo, la conciencia moral del superyó y las funciones del ideal del yo, posteriormente incorporadas dentro del superyó. Se trata verdaderamente de un Inconsciente secundario de composición múltiple donde coexisten elementos organizadores secundarios junto con los procesos primarios primitivos.

Este inconsciente secundario es el que sirvió de punto de partida de los desarrollos postfreudianos expuestos por la psicología del yo norteamericana, la teoría de las relaciones objetales propuesta por la escuela kleiniana, la teoría objetal propuesta por el grupo intermedio de la escuela británica (Fairbairn, Winnicott, Balint, Khan, Guntrip, Bollas), la psicología del Self (Kohut y seguidores) y la escuela francesa (Lacan y sus seguidores y disidentes, Laplanche, Aulagnier, Leclaire, Green, Anzieu).

A esta concepción del inconsciente que ya incluye los conceptos estructurales, las relaciones de objeto, las estructuras narcisistas, las detenciones del desarrollo y los procesos de simbolización primitiva, entre otros elementos agregados, lo denomino el Inconsciente postfreudiano, que es de carácter terciario y mucho más complejo que los anteriores, y que incluso ha hecho pensar a algunos autores, en la inconveniencia de seguir hablando del inconsciente freudiano, por tratarse de una noción en desuso, si no ya superada en la actualidad.

En realidad, fue el mismo Freud en El yo y el ello, el que inició el proceso de deconstrucción del concepto de inconsciente cuando afirmó: “…Discernimos que lo Icc no coincide con lo reprimido; sigue siendo correcto que todo reprimido es icc, pero no todo Icc es, por serlo, reprimido. También una parte del yo, Dios sabe cuan importante, puede ser icc, es seguramente icc… Puesto que nos vemos así constreñidos a estatuir un tercer Icc, no reprimido, debemos admitir que el carácter de la inconsciencia pierde significatividad para nosotros. Pasa a ser una cualidad multívoca que no permite las amplias y excluyentes conclusiones a que habríamos querido aplicarla…” (Freud, 1923, p. 19-20), de manera que esta noción comenzó a perder su sentido original para dar lugar a la polisemia, la multivocidad y a la dilución significante.

Sin proponérselo, Freud inició la destrucción del concepto metapsicológico del inconsciente, que continuó posteriormente con los ataques sistemáticos a la
metapsicología realizados tanto en Inglaterra como en los Estados Unidos.Tanto Fairbairn (1952), Winnicott (1971), Guntrip (1971) y Balint (1979), como George Klein (1973), Roy Schafer (1976), Kohut (1984), Modell (1984) y Stephen Mitchell (1988), por citar sólo a algunos, se dedicaron a demoler la metapsicología freudiana incluyendo su versión hartmanniana con el argumento de que había que eliminar el lenguaje energético, estructural, hidráulico y funcionalista, obsoleto en la clínica psicoanalítica, para sustituirlo por un lenguaje más apropiado, basado en los motivos de las acciones, los conceptos relacionales, y el yo como construcción intersubjetiva y que prescinda de ese tipo de ficciones seudocientíficas, (Ellman, 2010).

Contra este intento de destrucción y eliminación de la metapsicología freudiana respondió el psicoanálisis francés con Lacan a la cabeza. Este autor denunció el olvido de Freud, la eliminación de su enseñanza fundamental en los espacios de la IPA, (Lacan,1966). El autor propuso el retorno a Freud. Con sus tres registros y su teoría del significante le devolvió al inconsciente (estructurado como un lenguaje), su primacía en el orden simbólico y en la estructuración del sujeto inserto en la castración simbólica y en el desplazamiento metonímico de su deseo. El inconsciente es el discurso del Otro, (Lacan,1966). Piera Aulagnier (1975) propuso la distinción entre un proceso originario y uno secundario en base a la teoría del pictograma. Laplanche (1999) también propuso la distinción entre un inconsciente primario y uno secundario basado en los diferentes niveles de articulación simbólica de sus componentes, señalando la primacía de los significantes enigmáticos implantados por la seducción originaria de la madre. André Green (2003) insistió en las pulsiones como el centro de fundamentación de una Metapsicología Revisitada. El psicoanálisis francés es quien le devolvió al concepto de inconsciente toda su densidad semántica su vigencia y su fundamentación originaria. Derrida (1967) fue el que concibió al inconsciente como Escritura.

EL  INCONSCIENTE POSTMODERNO

A pesar de la reacción reivindicadora del psicoanálisis francés la tendencia hacia la deconstrucción del concepto metapsicológico del inconsciente ha continuado. Esta tendencia se basa en la acentuación de la importancia del inconsciente como fenómeno de creación en el aquí y el ahora de la situación clínica, en detrimento de su escrituración en el allá y el entonces de la historia traumática del paciente.

El psicoanálisis postmoderno considera que el inconsciente es un fenómeno de creación intersubjetiva producido por el encuentro de dos sujetos codeterminados por el campo analítico. El inconsciente se crea, no se descubre. La distinción entre el analista como sujeto y el paciente como objeto queda cuestionada. La relación de objeto se sustituye por la relación entre dos sujetos. La asimetría de la relación analítica es puesta en entredicho. La pretensión de objetividad es una expectativa ilusoria positivista que debe ser desechada en el proceso analítico. Donde había objetos, deberá haber sujetos (Benjamin, 1990). Los objetos no existen en el afuera. No existe un inconsciente a ser develado por un observador externo, sino un encuentro narrativo o un efecto de discurso que brota de dos perspectivas en interacción. La verdad como reflejo objetivo de la realidad psíquica no existe. Sólo la interaccion del campo bipersonal puede originar el cambio psíquico. No existen los significados fijos, las realidades encubiertas ni los criterios de verificación de las ciencias positivas. En su lugar priva el relativismo, el perspectivismo, la movilidad semántica y la pertinencia estética. La historia no se descubre, sino se construye como una narrativa con alternativas. La cura no ocurre en el paciente por las interpretaciones del analista, sino que los procesos de cambio ocurren en los dos sujetos que interactúan en el campo analítico. El tercero analítico (Ogden, 1994), es ese campo en interacción que no puede ser reducido a la suma de los sujetos que lo conforman. Joan Coderch (1999) considera que Bion (1962) puede ser considerado un pionero del psicoanálisis postmoderno, porque muchos de sus postulados encajan con esta concepción. Para este autor el inconsciente no es una Escritura originaria sino un producto secundario de la función alfa que puede perderse en los fenómenos de la psicosis. La capacidad simbolizadora de la función alfa es la que crea la barrera de contacto que distingue la conciencia del inconsciente y no al revés. El inconsciente es un producto de creación permanente que puede ser disuelto o interrumpido. El pensamiento onírico durante la vigilia es el garante de la salud mental. La función alfa es su arquitecto.

En suma, el inconsciente como objeto de estudio a ser descubierto en el paciente por medio de la indagación analítica, ha dejado de existir en el contexto del psicoanálisis postmoderno. El inconsciente como escritura ha dejado de ser objeto de consideración. Sólo se tomará en cuenta el inconsciente como creación Intersubjetiva, ni siquiera como fenómeno de reescenificación de una trama anterior.

LAS CUATRO FASES DE EVOLUCIÓN DE LA TÉCNICA.

Para poder completar el panorama actual de nuestra disciplina es necesario describir el proceso de evolución por los que atravesó tanto la teoría de la técnica, como sus instrumentos y metas diseñados para el logro de sus objetivos terapéuticos.
La primera fase fue definida por Freud y sostenida por él hasta su muerte. Se trata de la definición clásica del rol del analista como espejo receptor y reflejante de la neurosis de transferencia y demás proyecciones del paciente, en la que debe prevalecer, la abstinencia, la neutralidad, el anonimato y la exclusión completa de la contra transferencia, con el fin de favorecer el proceso analítico y la elaboración de las situaciones traumáticas del paciente, con el fin de flexibilizar y fortalecer su yo, para lograr un mejor manejo de las exigencias de su superyó, su ello y la realidad exterior. En esta fase, la contratransferencia  es considerada un obstáculo indeseable que pertenece a la neurosis del analista, y que deberá ser periódicamente atendida cuando las circunstancias lo ameriten. El instrumento técnico fundamental en esta fase es la interpretación de la transferencia, a la cual las restantes intervenciones se le subordinan.

La segunda fase surgió dentro de la escuela kleiniana (Paula Heimann. Racker) y consistió en dejar de considerar a la contratransferencia del analista como un obstáculo indeseable, para reubicarla como uno de los instrumentos técnicos más valiosos del que dispone el analista, para acceder a los niveles más profundos e inconscientes del paciente. Sobre todo, al calor de sus identificaciones proyectivas más intensas. De esta manera, la contratransferencia se convierte en otra vía regia para acceder al inconsciente y para promover la integración de las partes escindidas tanto del self como de los objetos parciales del paciente.
Es importante destacar que en esta segunda fase de la técnica sólo se utilizaba la contratransferencia como indicador y guía para la construcción de las interpretaciones, pero seguía prevaleciendo el anonimato, la neutralidad y la no contaminación por parte del analista en el proceso analítico.
La tercera fase surgió dentro del llamado "grupo intermedio" de la escuela inglesa (Winnicott, Balint) que dio un paso más allá que sus antecesores, y que incluyó al analista como objeto real dentro del proceso analítico del paciente. Este grupo consideró que el analista no podía reducirse al rol de espejo o de pantalla transferencial del paciente, porque debido a la gravedad de la patología y a las necesidades primitivas que surgían como demandas imperiosas, el analista se veía comprometido a incluirse con todos sus recursos y disposiciones emocionales para poder asistir a su paciente en crisis. El analista se veía obligado a ofrecer sostén vincular comprometido, en lugar de interpretaciones inservibles que caían en el vacío.

Esta propuesta constituyó una verdadera revolución en la técnica psicoanalítica, porque por primera vez quedaba al descubierto la importancia primaria del vínculo objetal con el paciente, por encima de la interpretación de su inconsciente. 
Este giro ocasionó un sinnúmero de críticas y descalificaciones de los sectores más conservadores del psicoanálisis, sin embargo, la contundencia clínica de los pacientes graves y la evidencia de la necesidad terapéutica de la inclusión del analista como objeto real, terminaron por hacer valer su derecho de pertenencia.
Lo anterior condujo, por necesidad lógica, a la cuarta fase de la evolución de la técnica psicoanalítica y que es la que actualmente se está discutiendo, el modelo de la intersubjetividad en la relación paciente analista, y que constituye un avance en relación con la concepción del analista como objeto real, descrita en la fase anterior.

Este modelo corresponde a la concepción postmoderna del inconsciente, descrita anteriormente, en la que la verticalidad y la pretensión del estudio objetivo del paciente desde el lugar de un observador imparcial, queda totalmente abolida. "En donde había objetos, deberá haber sujetos", afirma Jessica Benjamín.
Desde esta perspectiva, tanto el paciente como el analista son concebidos como sujetos  constituyentes de una díada en permanente interacción, cuya producción creativa es fruto del vínculo Intersubjetivo que sólo entre ellos se lleva a cabo. El cambio psíquico se da por la interacción Intersubjetiva, no por la interpretación proporcionada por el experto. En el modelo Intersubjetivo prevalece la acción terapéutica del vínculo, por encima de la explicación intelectual brindada por el insight. Se trata de un enfoque de carácter más vivencial-interactivo, que intelectual-explicativo. Sin embargo, en su versión más radical y en alianza con las neurociencias, como sucede en el caso de Joan Coderch, puede convertirse en una propuesta de eliminación de la metapsicología con todo y su objeto de estudio: el aparato psíquico, por medio de un proceso de reduccionismo neuro-cognitivo-conductual-presexual.

LA ELIMINACIÓN DE LA METAPSICOLOGÍA.

Según lo establece Alejandro Ávila Espada, autor del prólogo del libro de Coderch, La práctica de la psicoterapia relacional (2010), y en cuyo apellido lleva el diagnóstico, "...más allá de las personas concretas, el psicoanálisis contemporáneo ha dejado atrás ya la metapsicología, con el concepto freudiano de pulsión y la teoría de la libido, la función de la sexualidad infantil como eje estructurador del desarrollo, la teoría estructural, la centralidad del complejo de Edipo en la explicación del conflicto psíquico y la teoría freudiana del género..." (p.16), sólo le faltó, mencionar la teoría de las relaciones de objeto, para completar la eliminación de la metapsicología freudiana y postfreudiana.

En otra parte de su libro, afirma Coderch: "Tanto en la neurociencia cognitiva como en el psicoanálisis moderno se ha desplazado la comprensión de las motivaciones desde las pulsiónes a los afectos, los cuales, dado que han evolucionado de acuerdo con las necesidades de adaptación a las circunstancias y posibilidades de cada etapa del desarrollo filogenetico, están arraigados en la biología y sus redes neuronales específicas se hallan codificadas en el genoma." (p. 127).
Las limitaciones de espacio me impiden hacer la exposición completa del libro, por lo que me voy a conformar con exponer únicamente sus propuestas reduccionistas.

  • En primer lugar, propone un reduccionismo de lo psíquico a lo conciente fenomenológico de la experiencia subjetiva.
  • En segundo lugar, propone un reduccionismo de las pulsiónes a los afectos, tal como lo muestra la cita anterior.
  • En tercer lugar, propone un reduccionismo del inconsciente a los sistemas de la memoria explícita e implícita descritas por las neurociencias.
  • En cuarto lugar, propone la abolición del complejo de Edipo junto con la desaparición de la sexualidad infantil como eje del desarrollo.
  • En quinto lugar propone un reduccionismo del conflicto intrapsíquico a un conflicto entre diferentes circuitos de redes neuronales resultantes de fenómenos interactivos intersubjetivos, empíricamente observables, y almacenados en la memoria implícita.
  • En sexto lugar se reduce toda la psicopatología a los trastornos del apego.

En suma, toda la profundidad y la complejidad del mundo interno estudiada desde Heráclito hasta André Green pasando por Platón, Descartes, Kant y Freud, queda abolida de un plumazo. De golpe, en una proeza inconcebible, Coderch logra reubicar el psicoanálisis actual en la época prefreudiana, en pleno siglo veintiuno. Es decir, en un reduccionismo neuro-cognitivo-conductual-presexual, muy semejante al que Freud enfrentó al finalizar el siglo diecinueve, pero con actualización contemporánea.

¿Habrá que refundar de nuevo al inconsciente en el siglo veintiuno?

No parece necesario. Grandes personalidades de "la corriente principal del psicoanálisis", como la llama Coderch, están haciendo su trabajo. Las aportaciones de Christopher Bollas, Thomas Ogden, Stefano Bolognini, Antonino Ferro, todos ellos ubicables de una u otra forma en la corriente Intersubjetiva, continúan desarrollando el legado que nos dejaron Freud, Klein, Winnicott y Bion, cada uno de ellos a su manera y con distinto énfasis en sus preferencias teóricas particulares. Todos ellos continúan enriqueciendo la metapsicología postfreudiana con sus diferentes modelos del aparato psíquico, y con sus concepciones particulares del vínculo analítico.
Por otro lado, el psicoanálisis francés contemporáneo ha profundizado el tema de los diferentes niveles de simbolización contenidos en el inconsciente, al grado de proponer un nivel casi presimbólico, al que denominan "originario" o "primario", según el autor de referencia, además de proponer la creación de una "tercera tópica", en la que operan simultáneamente dos tipos de inconsciente, basada en la última propuesta estructural de Freud: el modelo de la escisión y la renegación, descubierto en las perversiones y que ha sido ampliado en sus alcances metapsicológicos y clínicos, en el abordaje de las patologías graves que encontramos en la actualidad. Me estoy refiriendo a los trabajos de Zuckerfeld, Laplanche, Dejours, Luchetti, Marucco, Calich, entre otros colaboradores.

La enumeración del entramado de autores y corrientes que se están desarrollando en el psicoanálisis actual, convertiría en interminable este trabajo, parcial y esquemático.

Lo que sí quisiera dejar en claro es que yo no estoy en contra del estudio de las neurociencias, que tanto han estado iluminando campos anteriormente desconocidos, yo estoy en contra del reduccionismo del psicoanálisis, de la pretensión de su redefinición y su dilución en los términos de la disciplina reduccionista en cuestión, trátese de las neurociencias, la psicología cognitiva, la neurobioquímica, el estudio empírico de la interacción Intersubjetiva, la lingüística, la psiquiatría, la teoría de la comunicación, la informática, o cualquier cosa semejante.
Pienso que lo único que puede intentar garantizar la supervivencia del psicoanálisis en medio de este clima disolvente de la cultura postmoderna es la preservación de su propia identidad, me refiero a la identidad psicoanalítica constituída por su propia epistemología, su propia metodología y su propio objeto de estudio irreductible: El aparato psíquico visto desde su dimensión inconsciente, con su interrelacionalidad incluída, tanto con el mundo objetal, el cuerpo, la sociedad, la naturaleza y la cultura.

¿Cómo preservar esta identidad cuando las instituciones mismas encargadas de esta tarea están sufriendo los mismos procesos de escisión y desintegración? es la interrogante que nos toca a nosotros enfrentar y responder.

BIBLIOGRAFÍA.

Aulagnier-Castoriadis, P. (1975) La Violencia de la Interpretación. Amorrortu. Buenos
Aires, 2001.

Benjamin, J. (1990) An Outline of Intersubjectivity. Psychoanalytic Psychology, 7S: 33-46

Bion, W.R. (1962) Aprendiendo de la Experiencia. Paidos. Barcelona. 1997.

Coderch, J. (1999) La Influencia del Pensamiento Postmoderno en el Psicoanálisis Actual. Cuadernos de Psicoanálisis. XXXII: 3 y 4, julio-diciembre. Asociación
Psicoanalítica Mexicana. México D F.

Coderch, J. (2010) La Práctica de la Psicoterapia Relacional. Agora Relacional S. L. Madrid

Derrida, J. (1967) Freud y la Escena de la Escritura, en La escritura y la diferencia.
Anthropos. Barcelona. 1989.

Ferro, A. (2012) Traslados a y desde el Inconsciente: Reveries,Transformaciones
en el Soñar y Sueños. Revista Psicoanálisis No 10, Lima 2012, p. 11-30.

Freud, S. (1893-1895) Estudios sobre la histeria. O. C. Vol. 2. Amorrortu. Buenos Aires.
1976.

Freud, S. (1900) La interpretación de los sueños. O. C. Vol. 4 y 5. Ibíd.

Freud, S. (1915) Trabajos sobre metapsicología. O. C. Vol. 14. Ibid.

Freud, S. (1920) Más allá del principio del placer. O. C. Vol. 18. Ibid.

Freud, S. (1923) El yo y el ello. O. C. Vol. 19. Ibid.

Freud, S. (1925) Nota sobre la pizarra mágica. O. C. Vol. 19. Ibíd.

Freud, S. (1940) Esquema del psicoanálisis. O. C. Vol. 23. Ibid.

Green, A. (2003) Ideas Directrices para un Psicoanálisis Contemporáneo.
Amorrortu, Buenos Aires, 2005.

Kolteniuk, M. (2011) ¿Existe un Inconsciente, o Muchos? Psicoanálisis. APdeBA,
Vol. XXXIII, No 3, 2011, p 573-580.

Lacan, J. (1966) Escritos. Siglo XXI, México D.F. 2001.

Laplanche, J. (1999) Entre Seducción e Inspiración: El Hombre. Amorrortu,
Buenos Aires, 2001

Mancia, M. (2006) Implicit Memory and Early Unrepressed Unconscious: Their Role in the
Therapeutic Process (How the Neurosciences Can contribute to
Psychoanalysis. Int. J. Psycho-Anal,. 87: 83-103.

Ogden, T. H. (1994) The Analytic Third. Int. J. Psycho-Anal, 75: 3-19

LA SITUACIÓN DEL PSICOANÁLISIS ACTUAL A 75 AÑOS DE LA MUERTE DE FREUD

 

Dr. Miguel Kolteniuk
 6 de diciembre de 2014

En primer lugar, deseo agradecer a la APM el honor de haberme dado la oportunidad de compartir con ustedes, estas reflexiones.

El planteamiento de la situación actual en la que se encuentra el psicoanálisis a 75 años de la muerte de su creador abre la posibilidad de reflexionar sobre la complejidad de la situación crítica que está atravesando esta disciplina, tanto hacia adentro, como hacia afuera, es decir, tanto en el nivel intradisciplinario como en su relación con los otros enfoques relacionados con la salud mental y la respuesta social y cultural en general.  

La serie interminable de cuestionamientos y transformaciones que ha enfrentado nuestra práctica clínica, nos ha obligado a desarrollar una gran cantidad de estrategias adaptativas que nos permitan la sobrevivencia profesional en un mundo poblado por la competencia, el descrédito, la crisis económica, política y social, enmarcadas en un clima de inestabilidad, incertidumbre y violencia. La muerte del psicoanálisis ha sido proclamada desde su nacimiento, pero nunca ha sido tan reafirmada como en la actualidad, desde las terapias alternativas, las neurociencias, la psicofarmacología y la psicomagia, en esta época denominada postmoderna.

Y, sin embargo, continuamos existiendo.

Para poder comprender la situación actual será necesario hacer un breve repaso del desarrollo del psicoanálisis. Como esta tarea rebasa los límites de este trabajo, me voy a limitar únicamente a exponer las cuatro fases que, a mi juicio, definen la evolución del concepto de "Inconsciente", concepto clave y definitorio de nuestra disciplina, y que nos va a permitir comprender el esquema de su desarrollo histórico.

EVOLUCIÓN DEL CONCEPTO DE INCONSCIENTE

Para poder describir el trabajo del inconsciente en el psicoanálisis contemporáneo es necesario reseñar brevemente la forma en que evolucionó este concepto. Para los fines de esta exposición voy a distinguir las siguientes formulaciones:

  1. El inconsciente como sistema. La primera tópica.
  2. El inconsciente como cualidad psíquica. La segunda tópica.
  3. El inconsciente postfreudiano.
  4. El inconsciente postmoderno.

Para poder abordar la descripción de estas cuatro fases será necesario establecer otra distinción metodológica fundamental: la diferencia entre el inconsciente como Escritura y el inconsciente como Escenificación. Esta última diferencia distingue entre el concepto Metapsicológico del inconsciente, del concepto Clínico del inconsciente.

Cuando Freud define al inconsciente como un sistema de registro y almacenamiento de la experiencia perceptual a través de la inscripción de las representaciones cosa, desligadas de sus representaciones palabra, y que funcionan en proceso primario, en donde no opera la negación, los principios de la lógica, la causalidad ni la temporalidad lineal, está definiendo el concepto metapsicológico del inconsciente, el cual lo ubica como sistema "por debajo" del sistema preconsciente y consciente, separado de ellos por medio de la barrera de la represión. Esta es la primera formulación del concepto de Inconsciente que Freud expone en su primera tópica, y que yo denomino El inconsciente como sistema, (Freud, 1915).

Este período abarca desde Los Estudios sobre la Histeria (Freud, 1893-1895) hasta sus Trabajos de Metapsicología (Freud, 1915), y es precisamente en este período en el que Freud establece que este sistema inconsciente, que trabaja por debajo de la represión, no puede ser conocido directamente, sino sólo a través de sus derivados, alcanzando a sortear la represión como formaciones de compromiso, es decir, como síntomas, como manifestaciones del retorno de lo reprimido, como sueños, como actos fallidos, como la transferencia, esto es, como manifestación clínica observable. Freud está distinguiendo, entonces, la concepción metapsicológica del inconsciente, de su concepción clínica. En honor a Derrida (1967) y su texto "Freud y la escena de la escritura", yo estoy reformulando esta distinción en términos de la diferencia entre el inconsciente como Escritura y el inconsciente como Escenificación. Desde esta formulación, el inconsciente como escritura es incognoscible e inaccesible directamente. Sólo podemos inferirla y saber de ella a través de su escenificación en los escenarios clínicos. Sin embargo, sin la escritura, no habría escenificación, no existiría el fenómeno clínico. Esta es una cuestión central en este trabajo. Por eso, desde este punto de vista, la psicopatología sólo puede ser entendida como un fenómeno de escenificación de una escritura, inscrita en un sistema de huellas almacenadas, en los trazos de una memoria inaccesible. La reescenificación clínica de la escritura implica siempre un proceso de retraducción a posteriori en el cual la recuperación del texto original es imposible, porque ese texto originario se encuentra para siempre perdido. Sólo podemos acceder a sus reminiscencias (Platón. (2000) Freud, S. (1893-1895)).

El inconsciente como cualidad psíquica o de la segunda tópica fue introducido por Freud en El yo y el ello (1923), cuando decidió sustituir el concepto de Sistema por el de Cualidad psíquica para referirse a la topografía de las instancias psíquicas allí introducidas: El Ello, el Yo y el Superyó, (Freud, 1923).
Con esta modificación, Freud construye un concepto de inconsciente más complejo que el anterior, porque a diferencia de aquél, este inconsciente incluye componentes organizadores y estructurales agregados a las representaciones cosa funcionando en proceso primario. Este inconsciente secundario ya incluye "el hervidero de pulsiones" (Freud, 1923) de vida y de muerte del ello, junto con los elementos de la Herencia Arcaica Filogenética. También incluye los mecanismos de defensa del yo, la conciencia moral del superyó y las funciones del ideal del yo, posteriormente incorporadas dentro del superyó. Se trata verdaderamente de un Inconsciente secundario de composición múltiple donde coexisten elementos organizadores secundarios junto con los procesos primarios primitivos.

Este inconsciente secundario es el que sirvió de punto de partida de los desarrollos postfreudianos expuestos por la psicología del yo norteamericana, la teoría de las relaciones objetales propuesta por la escuela kleiniana, la teoría objetal propuesta por el grupo intermedio de la escuela británica (Fairbairn, Winnicott, Balint, Khan, Guntrip, Bollas), la psicología del Self (Kohut y seguidores) y la escuela francesa (Lacan y sus seguidores y disidentes, Laplanche, Aulagnier, Leclaire, Green, Anzieu).

A esta concepción del inconsciente que ya incluye los conceptos estructurales, las relaciones de objeto, las estructuras narcisistas, las detenciones del desarrollo y los procesos de simbolización primitiva, entre otros elementos agregados, lo denomino el Inconsciente postfreudiano, que es de carácter terciario y mucho más complejo que los anteriores, y que incluso ha hecho pensar a algunos autores, en la inconveniencia de seguir hablando del inconsciente freudiano, por tratarse de una noción en desuso, si no ya superada en la actualidad.

En realidad, fue el mismo Freud en El yo y el ello, el que inició el proceso de deconstrucción del concepto de inconsciente cuando afirmó: “…Discernimos que lo Icc no coincide con lo reprimido; sigue siendo correcto que todo reprimido es icc, pero no todo Icc es, por serlo, reprimido. También una parte del yo, Dios sabe cuan importante, puede ser icc, es seguramente icc… Puesto que nos vemos así constreñidos a estatuir un tercer Icc, no reprimido, debemos admitir que el carácter de la inconsciencia pierde significatividad para nosotros. Pasa a ser una cualidad multívoca que no permite las amplias y excluyentes conclusiones a que habríamos querido aplicarla…” (Freud, 1923, p. 19-20), de manera que esta noción comenzó a perder su sentido original para dar lugar a la polisemia, la multivocidad y a la dilución significante.

Sin proponérselo, Freud inició la destrucción del concepto metapsicológico del inconsciente, que continuó posteriormente con los ataques sistemáticos a la
metapsicología realizados tanto en Inglaterra como en los Estados Unidos.Tanto Fairbairn (1952), Winnicott (1971), Guntrip (1971) y Balint (1979), como George Klein (1973), Roy Schafer (1976), Kohut (1984), Modell (1984) y Stephen Mitchell (1988), por citar sólo a algunos, se dedicaron a demoler la metapsicología freudiana incluyendo su versión hartmanniana con el argumento de que había que eliminar el lenguaje energético, estructural, hidráulico y funcionalista, obsoleto en la clínica psicoanalítica, para sustituirlo por un lenguaje más apropiado, basado en los motivos de las acciones, los conceptos relacionales, y el yo como construcción intersubjetiva y que prescinda de ese tipo de ficciones seudocientíficas, (Ellman, 2010).

Contra este intento de destrucción y eliminación de la metapsicología freudiana respondió el psicoanálisis francés con Lacan a la cabeza. Este autor denunció el olvido de Freud, la eliminación de su enseñanza fundamental en los espacios de la IPA, (Lacan,1966). El autor propuso el retorno a Freud. Con sus tres registros y su teoría del significante le devolvió al inconsciente (estructurado como un lenguaje), su primacía en el orden simbólico y en la estructuración del sujeto inserto en la castración simbólica y en el desplazamiento metonímico de su deseo. El inconsciente es el discurso del Otro, (Lacan,1966). Piera Aulagnier (1975) propuso la distinción entre un proceso originario y uno secundario en base a la teoría del pictograma. Laplanche (1999) también propuso la distinción entre un inconsciente primario y uno secundario basado en los diferentes niveles de articulación simbólica de sus componentes, señalando la primacía de los significantes enigmáticos implantados por la seducción originaria de la madre. André Green (2003) insistió en las pulsiones como el centro de fundamentación de una Metapsicología Revisitada. El psicoanálisis francés es quien le devolvió al concepto de inconsciente toda su densidad semántica su vigencia y su fundamentación originaria. Derrida (1967) fue el que concibió al inconsciente como Escritura.

EL  INCONSCIENTE POSTMODERNO

A pesar de la reacción reivindicadora del psicoanálisis francés la tendencia hacia la deconstrucción del concepto metapsicológico del inconsciente ha continuado. Esta tendencia se basa en la acentuación de la importancia del inconsciente como fenómeno de creación en el aquí y el ahora de la situación clínica, en detrimento de su escrituración en el allá y el entonces de la historia traumática del paciente.

El psicoanálisis postmoderno considera que el inconsciente es un fenómeno de creación intersubjetiva producido por el encuentro de dos sujetos codeterminados por el campo analítico. El inconsciente se crea, no se descubre. La distinción entre el analista como sujeto y el paciente como objeto queda cuestionada. La relación de objeto se sustituye por la relación entre dos sujetos. La asimetría de la relación analítica es puesta en entredicho. La pretensión de objetividad es una expectativa ilusoria positivista que debe ser desechada en el proceso analítico. Donde había objetos, deberá haber sujetos (Benjamin, 1990). Los objetos no existen en el afuera. No existe un inconsciente a ser develado por un observador externo, sino un encuentro narrativo o un efecto de discurso que brota de dos perspectivas en interacción. La verdad como reflejo objetivo de la realidad psíquica no existe. Sólo la interaccion del campo bipersonal puede originar el cambio psíquico. No existen los significados fijos, las realidades encubiertas ni los criterios de verificación de las ciencias positivas. En su lugar priva el relativismo, el perspectivismo, la movilidad semántica y la pertinencia estética. La historia no se descubre, sino se construye como una narrativa con alternativas. La cura no ocurre en el paciente por las interpretaciones del analista, sino que los procesos de cambio ocurren en los dos sujetos que interactúan en el campo analítico. El tercero analítico (Ogden, 1994), es ese campo en interacción que no puede ser reducido a la suma de los sujetos que lo conforman. Joan Coderch (1999) considera que Bion (1962) puede ser considerado un pionero del psicoanálisis postmoderno, porque muchos de sus postulados encajan con esta concepción. Para este autor el inconsciente no es una Escritura originaria sino un producto secundario de la función alfa que puede perderse en los fenómenos de la psicosis. La capacidad simbolizadora de la función alfa es la que crea la barrera de contacto que distingue la conciencia del inconsciente y no al revés. El inconsciente es un producto de creación permanente que puede ser disuelto o interrumpido. El pensamiento onírico durante la vigilia es el garante de la salud mental. La función alfa es su arquitecto.

En suma, el inconsciente como objeto de estudio a ser descubierto en el paciente por medio de la indagación analítica, ha dejado de existir en el contexto del psicoanálisis postmoderno. El inconsciente como escritura ha dejado de ser objeto de consideración. Sólo se tomará en cuenta el inconsciente como creación Intersubjetiva, ni siquiera como fenómeno de reescenificación de una trama anterior.

LAS CUATRO FASES DE EVOLUCIÓN DE LA TÉCNICA.

Para poder completar el panorama actual de nuestra disciplina es necesario describir el proceso de evolución por los que atravesó tanto la teoría de la técnica, como sus instrumentos y metas diseñados para el logro de sus objetivos terapéuticos.
La primera fase fue definida por Freud y sostenida por él hasta su muerte. Se trata de la definición clásica del rol del analista como espejo receptor y reflejante de la neurosis de transferencia y demás proyecciones del paciente, en la que debe prevalecer, la abstinencia, la neutralidad, el anonimato y la exclusión completa de la contra transferencia, con el fin de favorecer el proceso analítico y la elaboración de las situaciones traumáticas del paciente, con el fin de flexibilizar y fortalecer su yo, para lograr un mejor manejo de las exigencias de su superyó, su ello y la realidad exterior. En esta fase, la contratransferencia  es considerada un obstáculo indeseable que pertenece a la neurosis del analista, y que deberá ser periódicamente atendida cuando las circunstancias lo ameriten. El instrumento técnico fundamental en esta fase es la interpretación de la transferencia, a la cual las restantes intervenciones se le subordinan.

La segunda fase surgió dentro de la escuela kleiniana (Paula Heimann. Racker) y consistió en dejar de considerar a la contratransferencia del analista como un obstáculo indeseable, para reubicarla como uno de los instrumentos técnicos más valiosos del que dispone el analista, para acceder a los niveles más profundos e inconscientes del paciente. Sobre todo, al calor de sus identificaciones proyectivas más intensas. De esta manera, la contratransferencia se convierte en otra vía regia para acceder al inconsciente y para promover la integración de las partes escindidas tanto del self como de los objetos parciales del paciente.
Es importante destacar que en esta segunda fase de la técnica sólo se utilizaba la contratransferencia como indicador y guía para la construcción de las interpretaciones, pero seguía prevaleciendo el anonimato, la neutralidad y la no contaminación por parte del analista en el proceso analítico.
La tercera fase surgió dentro del llamado "grupo intermedio" de la escuela inglesa (Winnicott, Balint) que dio un paso más allá que sus antecesores, y que incluyó al analista como objeto real dentro del proceso analítico del paciente. Este grupo consideró que el analista no podía reducirse al rol de espejo o de pantalla transferencial del paciente, porque debido a la gravedad de la patología y a las necesidades primitivas que surgían como demandas imperiosas, el analista se veía comprometido a incluirse con todos sus recursos y disposiciones emocionales para poder asistir a su paciente en crisis. El analista se veía obligado a ofrecer sostén vincular comprometido, en lugar de interpretaciones inservibles que caían en el vacío.

Esta propuesta constituyó una verdadera revolución en la técnica psicoanalítica, porque por primera vez quedaba al descubierto la importancia primaria del vínculo objetal con el paciente, por encima de la interpretación de su inconsciente. 
Este giro ocasionó un sinnúmero de críticas y descalificaciones de los sectores más conservadores del psicoanálisis, sin embargo, la contundencia clínica de los pacientes graves y la evidencia de la necesidad terapéutica de la inclusión del analista como objeto real, terminaron por hacer valer su derecho de pertenencia.
Lo anterior condujo, por necesidad lógica, a la cuarta fase de la evolución de la técnica psicoanalítica y que es la que actualmente se está discutiendo, el modelo de la intersubjetividad en la relación paciente analista, y que constituye un avance en relación con la concepción del analista como objeto real, descrita en la fase anterior.

Este modelo corresponde a la concepción postmoderna del inconsciente, descrita anteriormente, en la que la verticalidad y la pretensión del estudio objetivo del paciente desde el lugar de un observador imparcial, queda totalmente abolida. "En donde había objetos, deberá haber sujetos", afirma Jessica Benjamín.
Desde esta perspectiva, tanto el paciente como el analista son concebidos como sujetos  constituyentes de una díada en permanente interacción, cuya producción creativa es fruto del vínculo Intersubjetivo que sólo entre ellos se lleva a cabo. El cambio psíquico se da por la interacción Intersubjetiva, no por la interpretación proporcionada por el experto. En el modelo Intersubjetivo prevalece la acción terapéutica del vínculo, por encima de la explicación intelectual brindada por el insight. Se trata de un enfoque de carácter más vivencial-interactivo, que intelectual-explicativo. Sin embargo, en su versión más radical y en alianza con las neurociencias, como sucede en el caso de Joan Coderch, puede convertirse en una propuesta de eliminación de la metapsicología con todo y su objeto de estudio: el aparato psíquico, por medio de un proceso de reduccionismo neuro-cognitivo-conductual-presexual.

LA ELIMINACIÓN DE LA METAPSICOLOGÍA.

Según lo establece Alejandro Ávila Espada, autor del prólogo del libro de Coderch, La práctica de la psicoterapia relacional (2010), y en cuyo apellido lleva el diagnóstico, "...más allá de las personas concretas, el psicoanálisis contemporáneo ha dejado atrás ya la metapsicología, con el concepto freudiano de pulsión y la teoría de la libido, la función de la sexualidad infantil como eje estructurador del desarrollo, la teoría estructural, la centralidad del complejo de Edipo en la explicación del conflicto psíquico y la teoría freudiana del género..." (p.16), sólo le faltó, mencionar la teoría de las relaciones de objeto, para completar la eliminación de la metapsicología freudiana y postfreudiana.

En otra parte de su libro, afirma Coderch: "Tanto en la neurociencia cognitiva como en el psicoanálisis moderno se ha desplazado la comprensión de las motivaciones desde las pulsiónes a los afectos, los cuales, dado que han evolucionado de acuerdo con las necesidades de adaptación a las circunstancias y posibilidades de cada etapa del desarrollo filogenetico, están arraigados en la biología y sus redes neuronales específicas se hallan codificadas en el genoma." (p. 127).
Las limitaciones de espacio me impiden hacer la exposición completa del libro, por lo que me voy a conformar con exponer únicamente sus propuestas reduccionistas.

  • En primer lugar, propone un reduccionismo de lo psíquico a lo conciente fenomenológico de la experiencia subjetiva.
  • En segundo lugar, propone un reduccionismo de las pulsiónes a los afectos, tal como lo muestra la cita anterior.
  • En tercer lugar, propone un reduccionismo del inconsciente a los sistemas de la memoria explícita e implícita descritas por las neurociencias.
  • En cuarto lugar, propone la abolición del complejo de Edipo junto con la desaparición de la sexualidad infantil como eje del desarrollo.
  • En quinto lugar propone un reduccionismo del conflicto intrapsíquico a un conflicto entre diferentes circuitos de redes neuronales resultantes de fenómenos interactivos intersubjetivos, empíricamente observables, y almacenados en la memoria implícita.
  • En sexto lugar se reduce toda la psicopatología a los trastornos del apego.

En suma, toda la profundidad y la complejidad del mundo interno estudiada desde Heráclito hasta André Green pasando por Platón, Descartes, Kant y Freud, queda abolida de un plumazo. De golpe, en una proeza inconcebible, Coderch logra reubicar el psicoanálisis actual en la época prefreudiana, en pleno siglo veintiuno. Es decir, en un reduccionismo neuro-cognitivo-conductual-presexual, muy semejante al que Freud enfrentó al finalizar el siglo diecinueve, pero con actualización contemporánea.

¿Habrá que refundar de nuevo al inconsciente en el siglo veintiuno?

No parece necesario. Grandes personalidades de "la corriente principal del psicoanálisis", como la llama Coderch, están haciendo su trabajo. Las aportaciones de Christopher Bollas, Thomas Ogden, Stefano Bolognini, Antonino Ferro, todos ellos ubicables de una u otra forma en la corriente Intersubjetiva, continúan desarrollando el legado que nos dejaron Freud, Klein, Winnicott y Bion, cada uno de ellos a su manera y con distinto énfasis en sus preferencias teóricas particulares. Todos ellos continúan enriqueciendo la metapsicología postfreudiana con sus diferentes modelos del aparato psíquico, y con sus concepciones particulares del vínculo analítico.
Por otro lado, el psicoanálisis francés contemporáneo ha profundizado el tema de los diferentes niveles de simbolización contenidos en el inconsciente, al grado de proponer un nivel casi presimbólico, al que denominan "originario" o "primario", según el autor de referencia, además de proponer la creación de una "tercera tópica", en la que operan simultáneamente dos tipos de inconsciente, basada en la última propuesta estructural de Freud: el modelo de la escisión y la renegación, descubierto en las perversiones y que ha sido ampliado en sus alcances metapsicológicos y clínicos, en el abordaje de las patologías graves que encontramos en la actualidad. Me estoy refiriendo a los trabajos de Zuckerfeld, Laplanche, Dejours, Luchetti, Marucco, Calich, entre otros colaboradores.

La enumeración del entramado de autores y corrientes que se están desarrollando en el psicoanálisis actual, convertiría en interminable este trabajo, parcial y esquemático.

Lo que sí quisiera dejar en claro es que yo no estoy en contra del estudio de las neurociencias, que tanto han estado iluminando campos anteriormente desconocidos, yo estoy en contra del reduccionismo del psicoanálisis, de la pretensión de su redefinición y su dilución en los términos de la disciplina reduccionista en cuestión, trátese de las neurociencias, la psicología cognitiva, la neurobioquímica, el estudio empírico de la interacción Intersubjetiva, la lingüística, la psiquiatría, la teoría de la comunicación, la informática, o cualquier cosa semejante.
Pienso que lo único que puede intentar garantizar la supervivencia del psicoanálisis en medio de este clima disolvente de la cultura postmoderna es la preservación de su propia identidad, me refiero a la identidad psicoanalítica constituída por su propia epistemología, su propia metodología y su propio objeto de estudio irreductible: El aparato psíquico visto desde su dimensión inconsciente, con su interrelacionalidad incluída, tanto con el mundo objetal, el cuerpo, la sociedad, la naturaleza y la cultura.

¿Cómo preservar esta identidad cuando las instituciones mismas encargadas de esta tarea están sufriendo los mismos procesos de escisión y desintegración? es la interrogante que nos toca a nosotros enfrentar y responder.

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