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La relación entre Psicoanálisis y Psicoterapia Psicoanalítica ha sido largamente discutida al cabo de décadas. Sin embargo, cuanto más profundizamos al respecto, más compleja se nos presenta la trama de mutuos atravesamientos, desdibujándose las diferencias teóricas y metodológicas.

David Amorín Fontes.

La relación entre Psicoanálisis y Psicoterapia Psicoanalítica ha sido largamente discutida al cabo de décadas. Sin embargo, cuanto más profundizamos al respecto, más compleja se nos presenta la trama de mutuos atravesamientos, desdibujándose las diferencias teóricas y metodológicas.

Intentaré repasar problematizadoramente algunos tópicos centrales en el ejercicio de la Psicoterapia Psicoanalítica. Tal abordaje técnico se encuentra ampliamente difundido en nuestra profesión existiendo distintos niveles de formación y experiencia al respecto.
Por otra parte, una reflexión crítica parece imponerse – entre otros aspectos – dada la proliferación de nuevas técnicas (mas o menos científicas, mas o menos esotéricas, mas o menos alternativas, etc.), que ofertan resultados veloces y supuestamente contundentes frente al malestar existencial.
La avalancha de los llamados libros de autoayuda (con su oferta de cómo ser completamente feliz en diez lecciones) completan el cuadro.
La motivación para estas líneas deriva también de la recurrente mención de lo que ha dado en llamarse "crisis" del Psicoanálisis en el marco de las transformaciones que vienen sufriendo las ciencias del sujeto, de las cuales el psicoanálisis se constituye como pionera y fecunda.
Debemos agregar también las nuevas formas de malestar subjetivo ( la frustración inherente a la subjetividad adictiva como modelo socio-cultural, la depresión, el narcisismo, el vacío, etc.) que pueblan nuestros consultorios interpelando cada vez mas nuestra ignorancia, produciendo nuevas interrogantes a la par de las ya existentes.
Concuerdo con la existencia de la crisis mencionada siempre y cuando se entienda que estamos hablando de un cambio, una transformación, interpelación a nuestra capacidad de autocrítica, de elegir, decidir, innovar.
En realidad, estas condiciones vienen siendo permanentes desde los mismos orígenes del Psicoanálisis, surgido de un momento histórico que – convengámoslo – está muy lejos de ser el que hoy tenemos que soportar y que a la vez nos soporta.
A este respecto creo muy sabia la referencia linguística respecto del concepto de "crisis" en el idioma chino, el cual es representado por la asociación de dos ideogramas: uno remite a "peligro", y el otro a "oportunidad".
Creo que, en este caso, el peligro está en quedarse varado en el desconocimiento de las transformaciones de lo que son hoy los dispositivos complejos de producción de subjetividad, adhiriendo a un monopolio del mundo interno que a todas luces es extremadamente reduccionista y parcial.

 

La cuestión de la Investigación.

 

También considero riesgoso el intenso afán investigativo – dentro de algunas filas del psicoanálisis – que pretende legitimar como metodología aséptica (cuyos resultados serían mensurables y objetivables cuantitativamente ) lo que en realidad es una herramienta que transforma un encuentro humano, (que como todo lo humano tiene bastante de aleatorio, incomprensible, desconocido y artesanal), en una excusa para transformarse y mejorar la calidad de vida, trasmutando el malestar inherente a la propia existencia en algo más llevadero y comprensible.
Afortunadamente existen abordajes menos duros que contemplan el carácter sui generis del psicoanálisis y la psicoterapia psicoanalítica sin embretarlos en parámetros investigativos que fuerzan verdaderamente su esencia haciéndolos aparecer como lo que no son. Al fin y al cabo, son harto conocidos los ataques al psicoanálisis por su peculiar estatuto dentro de las ciencias, y los que confiamos en él como referente válido en la fascinante tarea de acercarnos a comprender lo humano deberíamos ser los primeros en preguntarnos: "¿ Qué ciencia es esta que funda la modestia de sus hallazgos en la comunicación de inconscientes, que hace saltar el principio de no contradicción en el hervidero de la condensación y el desplazamiento, donde lo que importa como punto nodal es lo disruptivo de la libre asociación y la atención flotante ?"(11).
Recordemos que el psicoanálisis en su faz psicoterapéutica es un método; en sentido estricto Met-odhos: poner en camino; esto nos remite a la idea de movimiento, proceso, transformación, devenir, cambio, etc.
En estos tiempos se vuelven referencia ineludible los versos del poeta A. Machado: "Caminante no hay camino, se hace camino al andar".
La oportunidad (aludiendo a la otra noción contenida en el concepto de crisis) parece referirse al desafío de perpetuar una teoría privilegiada que viene siendo ratificada en la práctica por centenares de psiquiatras, psicólogos, y profesionales afines durante un siglo; un método de investigación que contempla desde el psiquismo profundo, pasando por la estructuración de la personalidad toda hasta la construcción de la cultura y la mutación civilizatoria; y una técnica psicoterapéutica que se precia de ser base (aunque mas no sea por la oposición y la fuerza de sus detractores) para las otras técnicas psicoterapéuticas.
Como en toda crisis, el implicado está compelido a modificar por lo menos algunos de sus aspectos, no escapando el psicoanálisis a las generales de la ley.

Psicoanálisis y Psicoterapia psicoanalítica: ¿Para quiénes?.

El hombre y la mujer (post)modernos (si es que es posible tal nivel de generalización y abstracción) parecen prescindir de la comprensión de sí mismos y del otro. El escuchar y el escucharse aparecen devaluados frente a las urgencias del "saber hacer" y del "tener" (como corolario de una salvaje lógica de consumo).
En una cultura de lo "light" y lo superficial, en esta "era del vacío" donde se erige el "imperio de lo efímero" (G. Lipovetsky ) el espesor del mundo interno y la historia que lo determina, con su cortejo de molestos interrogantes e incertidumbres, parece no interesarle a nadie.
Cualquier cuestionamiento al difundido sentimiento de individualismo y autosuficiencia (sustentados ambos en fantasías omnipotentes) es desechado, y pequeñas frustraciones parecen, hoy más que nunca, constituir grandes injurias narcisistas.
En un mundo así, "(...) el psicoanálisis es subversivo, obliga a escuchar y a escucharse (...) lo que escandaliza es la intimidad, el compromiso, la coherencia y la necesidad de ahondar en uno mismo (...)"(8).
No es extraño entonces, que a principios del siglo XXI al igual que a fines del siglo XIX, el psicoanálisis siga siendo la piedra del escándalo, aunque por otras razones bien distintas a las de antaño.
La pertinencia de estas reflexiones, parece además estar justificada, por el diálogo constante entre psicoanálisis y psicoterapia psicoanalítica, y las confusiones que pueden surgir al respecto.
Las derivaciones y corrimientos del psicoanálisis como generador de otros tipos de procesos terapéuticos tiene varias causas; " El desarrollo de las psicoterapias inspiradas en el psicoanálisis responde a la demanda de un mayor número de clientes potenciales en fase de expansión y al mantenimiento de la presencia del psicoanálisis en los establecimientos de cuidados cuando se hace sentir el repliegue"(13).
No olvidemos que el psicoanálisis es también un (contra) producto de la modernidad, y que como tal se gesta imbuido de sus criterios, y que hoy los atravesamientos subjetivantes parecen ser el negativo de lo que fueron hasta el primer cuarto del siglo XX.
La clínica actual se realiza mucho mas en condiciones de incertidumbre, de emergencias azarosas, de lo in-determinado y caótico, de lo contingente, que de una linealidad progresiva hacia una "cura" única y posible basada en una causalidad reversible.
Ya en 1937 Freud lo anticipaba al hablarnos de análisis interminable, y al colocar el análisis como uno de los tres oficios imposibles junto con educar y gobernar.(4).

 

Un poco de historia.

Hagamos un poco de historia sobre nuestra actividad clínica, recordando que "clínica" etimológicamente proviene del griego "klinikos": el que visita a los que guardan cama ("kline").
En sus remotos orígenes, el saber psiquiátrico se funda sobre los pilares de una clasificación rigurosamente encasillante de las enfermedades mentales, y un tratamiento "moralizante" de las mismas. Desde esta óptica, el enfermo se ha desviado de la norma, negándose a constituirse en un sujeto maduro y normal, perpetuador del orden social hegemónico.
En contraposición , las distintas líneas de pensamiento dentro de las psicoterapias proponen una técnica relacional que intermedie operativamente en el encuentro humano que se produce entre demandante y demandado. No se prescinde totalmente de la nosografía y el diagnóstico clínico y estructural, pero lo principal del método se juega en el vínculo terapéutico.
Recordemos que el modelo nosológico tiene su origen en el célebre médico francés Philippe Pinel y su incidencia como paradigma de abordaje de las enfermedades mentales fue impulsada militantemente por su alumno mas preciado y fiel Étienne Esquirol.
En 1793, con los ecos de la revolución resonando por todos los rincones, Pinel es designado en el Hospicio de Bicêtre, el cual estaba organizado más propiamente como un centro de privación de libertad y tortura que como institución de salud. Allí surge la tan conocida historia de la abolición de las cadenas que ceñían la condición humana de los considerados "locos" (todos sabemos que las cadenas siguen existiendo, con la diferencia de que son sutiles e invisibles, para tranquilidad de nuestras conciencias como "técnicos en salud mental"). Surge entonces el médico alienista, antecedente directo del psiquiatra.
El "loco" dejó de ser interpretado como un insensato cuyas palabras solo podían comunicar incoherencias, un animal irracional cuya condición humana estaba absolutamente bajo sospecha.
Se redefine el terreno clínico dando lugar a la noción de alienado, y la profesión de alienista como legitimada para tratar tales casos, sobre la base de que en estas enfermedades hay un método posible para su tratamiento. Este método requería una clasificación precisa que a su vez permitiera diferenciar los distintos cuadros clínicos entre sí.
La locura pasa a tener estatuto de enfermedad, razón por la cual es pasible de clasificarse y tratarse según métodos ad hoc. Se crea el asilo como establecimiento de salud, dejando todo el terreno dispuesto para la fundación y proliferación, años mas tarde, de los hospitales psiquiátricos como sucursal especializada de los hospitales generales.
Tenemos aquí una semilla promisoria para lo que luego pasaría a consolidarse como psicoterapia.
Otro empujoncito al respecto lo constituyeron los aportes de Franz Anton Mesmer, "Hombre de la Ilustración, éste quiso arrancarle a la religión la parte oscura del alma humana apoyándose en la falsa teoría del magnetismo animal, que será abandonada por sus sucesores. Curaba a los histéricos y a los poseídos sin el auxilio de la magia y solo por medio de la fuerza de su poder de sugestión" (10).
Vemos que la salud mental fue desde siempre difícil de domesticar, lo que lleva a que en nuestros días existan muchos discursos – por demás contradictorios y excluyentes – e intentos de monopolización de las disciplinas referidas al tema.
"Entre el mesmerismo y la revolución pineliana, la primera psiquiatría dinámica asociaba un modelo nosográfico (psiquiatría) con un modelo psicoterapéutico (magnetismo, sugestión) que separaba la locura asilar (enfermedades del alma, psicosis) de la locura ordinaria (enfermedades de los nervios, neurosis)" (op.cit).

 

Hacia una clínica desde la escucha.

A fines del siglo XIX J. Charcot – quién deja una huella indeleble en la inteligencia y elucubraciones de un inquieto y joven médico vienés que resultó ser determinante en sus aportes al tema del hombre y su condición de sujeto del inconsciente – incluyó la neurosis (por derecho propio) al modelo nosográfico pasando a integrar el cuadro de las enfermedades funcionales.
Aún no se da lugar a la búsqueda del sentido de estos sufrimientos y malestar humanos tan invalidantes, y los tratamientos no reservaban prácticamente ningún sitial de privilegio a la palabra y su concomitante escucha, aunque Charcot inaugura las bases de lo que será el segundo gran movimiento de la psiquiatría dinámica y sus concomitantes innovaciones técnicas, abonando el terreno de lo que será luego la clínica de nuestros días.
Este nuevo giro da vuelo a transformaciones en el abordaje psicoterapéutico considerando el valor de la palabra como expresión de malestar y padecimiento del enfermo, aspecto privilegiado para su tratamiento. H. Bernheim y E. Bleuler son pioneros a este respecto.
El caso Ana O, su impacto en Breuer, y el genio de Freud harían el resto. La "talking cure" introducirá la dimensión del discurso y la palabra como instrumento princeps para acercarse a la comprensión y transformación del padecer humano.
A pesar del pasar de varias décadas, el psicoanálisis como método clínico y su retoño la psicoterapia psicoanalítica, no han dejado de ser un oficio, " (...) en francés: mètier, que etimológicamente se emparenta con misterio y ministerio" (11), una verdadera hibridación entre ciencia y arte.
Es, a esta altura, una exigencia insoslayable detenernos a reflexionar sobre el ejercicio de nuestra práctica clínica como psicólogos a la luz de los avances y metamorfosis que han sufrido las herramientas que nos habitan.
Sin un marco teórico-conceptual – que contenga una teoría de la técnica – aprehendido en profundidad; sin una metodología sustentable que oficie de continente reasegurador para todos los participantes; sin una práctica constante que se someta al encuentro en co-visión con otros que se instauren como co-pensores abiertos; faltos de un trabajo elaborativo sobre nuestros propios conflictos (¿ o acaso los sujetos de deseo y sujetos del inconsciente son solo los otros ?); y sin un referente ético que regule el posicionamiento erótico y tanático que desplegamos vincularmente ante nuestros demandantes, nuestro trabajo sería una parodia patética del voluntarismo bien y mal intencionado que tienen el resto de las personas para con aquellos.


Diferencias y similitudes.

No corresponde en este trabajo, por exceder los límites del mismo, incluir la profunda y consabida diferenciación entre psicoterapia a secas y psicoanálisis, aunque mencionaré algunos comentarios acerca de la herramienta de la psicoterapia psicoanalítica y sus estrechas relaciones con el psicoanálisis dado que "La definición de un psicoanálisis puro, es decir, sin alteraciones de corte psicoterapéutico, continúa siendo incierta. Los criterios de naturaleza técnica, la definición del encuadre analítico, son materia de discusión. Ningún parámetro (frecuencia, duración, posición del paciente, incluso el pago, etc.) es decisivo". (13).
No podemos reducir ni el psicoanálisis ni la terapia psicoanalítica a una metodología limitada a aplicar a los casos concretos un corpus teórico de universales estereotipados, dado que ambos se precian del respeto por la libertad del otro, así como la consideración hacia su esencia última, y la búsqueda del propio deseo como garantía de desalienación.
Considero que sería un error presuponer a priori la existencia de una modalidad ideal (al modo de la metáfora del oro puro) que convenga a todas las posibles duplas paciente-analista, parece mas bien que lo beneficioso para ambos es la disponibilidad, por parte del psicoterapeuta, de diferentes estrategias pertinentes dentro del marco teórico técnico de referencia, utilizables según el paciente y las circunstancias de que se trate, incluyendo el momento singular en que se encuentre el proceso terapéutico.
No me refiero aquí a una lógica del vale todo salvaje o silvestre cuando no perverso, sino a la disponibilidad que se obtiene al cabo de años de trabajo respetuoso, algo así como constituirse y convertirse en "un buen sastre de medida" (tomo prestada esta expresión que escuché de un experiente psicoanalista a principio de la década de los 80).
Es cierto que la sujeción bien entendida a un marco teórico-técnico es una condición sine qua non de toda práctica científica; esto no invalida la apertura a la creatividad y la innovación siempre y cuando se contemplen las fronteras de lo técnico, por un lado, y lo ético por otro. Además, puede sucedernos, que amparados en la ilusión (intelectualización) de estar seleccionando la mejor postura metodológica, en realidad estemos actuando aspectos contra-transferenciales insuficientemente analizados, aliándonos con las defensas y resistencias del paciente.
Como antídoto frente a este riesgo existen instancias de resguardo como la super - inter o co-visión, el autoanálisis, (que se supone heredero de los análisis por los que transitamos como pacientes), los múltiples referentes de la teoría en general y de la teoría de la técnica en particular; etc.
El propio Freud había avizorado las mutaciones a las que estaba expuesta la técnica psicoanalítica, cuando en 1918, en el Congreso de Budapest, en una exposición publicada luego con el nombre de "Nuevas vías de la terapéutica psicoanalítica." planteó: "Todo nos lleva a creer que, vista la aplicación masiva de nuestra terapéutica estaremos obligados a mezclar al oro puro del análisis una cantidad considerable del cobre de la sugestión directa". (6)
El padre del psicoanálisis, visionario por excelencia, había también dejado la puerta abierta a la posibilidad de que el conocimiento sobre la neurofisiología y los avances en farmacología pudieran agregar elementos favorables a la técnica psicoterapéutica. Estaba muy lejos de adivinar que en realidad se daría una suerte de aluvión de indicaciones de medicación que muchas veces obturan la posibilidad de verdadero acercamiento al sufrimiento del otro como forma de encontrarle un sentido y reubicarlo internamente de forma de volverlo cada vez menos patogénico y obstaculizante.
Es frecuente que en los medios "psi", en forma manifiesta o latente, la diferenciación psicoanálisis/psicoterapia psicoanalítica conlleve un tinte negativo y descalificador respeto del segundo término en contraposición al primero. Las psicoterapias quedan asociadas con "...formas aligeradas de psicoanálisis. Aligeramiento en cuanto al encuadre (frecuencia, duración de las sesiones), el modo de intervención (cada vez menos en referencia a la transferencia, a los conflictos internos inconscientes) o el proceso (menos abstinencia, menos transferencia)". (12)
La psicoterapia psicoanalítica no se diferencia – en esencia – del psicoanálisis si nos centramos en su condición de método privilegiado de indagación del psiquismo en general, y del psiquismo profundo en particular.
En todo caso, una frontera pasible de establecerse, en sentido amplio, podría referirse al grado de profundidad que se alcanza respecto de los aspectos inconscientes del paciente.
De todos modos cuidémonos de construir teórica y artificialmente vallas separatorias entre lo que en la situación concreta no parece tan deslindable. Al respecto cito en extenso: "Si algo diferencia al análisis de la psicoterapia psicoanalítica – no siendo el primero superior, sublime con respecto a la segunda; simplemente se trata de distintos objetivos, igualmente válidos según los casos y circunstancias – es que el análisis busca lo que está detrás de la identidad oficial del paciente pero también del analista .De esto se desprende que no basamos la diferencia ni en el nivel de regresión alcanzado ni en el análisis de la fantasía inconsciente ni de la transferencia, ya que estos recursos pueden corresponder a las formas más rudimentarias de la psicoterapia sugestiva cuando el descodificador y su código – el terapeuta – no son puestos en cuestión. De manera equivalente, el analista menos intrusivo, más silencioso, puede ser parte de un marco terapéutico de sugestión cuando se cree, ingenuamente, que ello es resultado exclusivo de la "buena técnica" y no se revisa que efectos produce en el paciente y cuáles pueden ser los deseos del analista que se realizan a través de esas conductas. Tampoco garantizan nada las cuatro sesiones semanales si se utilizan para inundar al paciente de ideología mediante interpretaciones que se cree están descubriendo el inconsciente cuando en verdad lo está creando". (2).
Es cierto que un elemento cuasi sine qua non del setting en psicoanálisis clásico lo constituye el diván como instrumento regresivante, y que por lo general la psicoterapia psicoanalítica transcurre en un cara a cara que obliga a problematizar alguno de los efectos que allí se producen: la mirada; la gestualidad tanto del terapeuta como del paciente, la posible disposición propiciadora de una interacción mas coloquial, etc.
De todos modos no parece que el uso del diván por si solo constituya un legitimador de un "verdadero" método investigativo del psiquismo en detrimento de un método mas "light", mas laxo, o menos riguroso.
De hecho en los dispositivos multipersonales, como lo constituyen los análisis de configuraciones vinculares, el uso del diván como herramienta analítica no es posible (salvo que a algún innovador se le ocurra patentar el diván-cucheta); sin embargo nadie duda de que estos abordajes constituyen verdaderos análisis que implican un trabajo sobre fantasías inconscientes con el consiguiente efecto elaborativo.
Es frecuente también que por la vía de los hechos los psicoanálisis clásicos transcurran con un mayor número de sesiones semanales respecto de las psicoterapias psicoanalíticas; sin embargo esta variable tampoco tendría en sí misma valor legitimante "per se".
Recordemos lo planteado por Joyce McDougall en el encuentro clínico de supervisión organizado por APPIA y AUDEPP en Octubre de 1985: "... ella /refiriéndose a la paciente/ está realmente comprometida, funcionando en un verdadero proceso analítico, lo cual nos muestra que aun un paciente que viene una vez por semana, cuando realmente tiene la posibilidad de trabajar analíticamente, puede hacer un análisis de una vez por semana. Ella no está haciendo una psicoterapia, entendiendo por psicoterapia una ayuda concreta, sino que está haciendo realmente un proceso de análisis." (las negritas son mías) (7), y agregaba que se puede estar en un diván cuatro o cinco veces por semana durante años sin salir de las entrevistas preliminares.
Nótese la disquisición entre "ayuda concreta" (supongo que centrada en el trabajo directo sobre el malestar que el paciente quiere mejorar), y análisis (directamente relacionado al hacer conciente lo inconsciente por la vía del insight alejado del furor curandis).
Al respecto agregaba: "... tenemos que conceptualizar mucho mas sobre lo que hacemos habitualmente y determinar que es realmente un proceso analítico y que es lo que queremos decir cuando decimos: esto es psicoterapia y esto es psicoanálisis. El objetivo es el mismo; llevar, conducir al paciente tan lejos como quiera ir en la exploración de uno mismo". (op. cit.)
Vemos en la frase subrayada en negrita (esta vez respetando el original) el deslizamiento hacia un mismo destino común entre psicoanálisis y psicoterapia psicoanalítica.
No es menos cierto que si bien el número de sesiones, en un país empobrecido como el nuestro (y aquí no hago referencia al valor simbólico-inconsciente del dinero, ¡¡¡ no todo es resistencial, por favor. !!!), depende mucho mas de las posibilidades económicas del paciente en relación a los parámetros colectivos e individuales para la fijación de honorarios, que del hecho en general evidente de que, en clínica psicoanalítica, ante una misma dupla paciente-terapeuta, el mayor número de sesiones mejora las condiciones para el trabajo elaborativo.

 

El psicoanálisis como psicoterapia y la psicoterapia como método analítico.

En relación al psicoanálisis como técnica psicoterapéutica (en realidad bajo esta forma vio la luz a fines del siglo XIX cuando S. Freud enfrentaba las limitaciones de la hipnosis y del método catártico como atenuantes para el padecimiento de sus pacientes), la psicoterapia psicoanalítica no presenta grandes desviaciones, sigue operando sobre dos principios elementales para producir análisis y la cura (transformación) sobreviniente por añadidura: la asociación libre y la atención flotante.
El propio Freud jerarquiza este aspecto del psicoanálisis planteando que :" (...) nació como terapia (...) y en cuanto a la profundización y ulterior desarrollo sigue dependiendo del trato con enfermos". (5).
Tanto el psicoanalista como el psicoterapeuta psicoanalítico esgrimen con mayor o menor destreza herramientas idénticas en su trabajo, me refiero a la interpretación, la construcción y el señalamiento, desplegadas oportunamente en el marco de un encuadre respetuosamente preservado de los embates transgresores del paciente y de las tentaciones no menos transgresoras del terapeuta. Todo esto acunado en el – a veces sutil, a veces tormentoso – vaivén de las vicisitudes del continuum transferencia-contratransferencia.
Aquí tal vez se encuentre un punto de inflexión en la comparación entre práctica psicoanalítica y práctica psicoterapéutica psicoanalítica; tengo la impresión de que una distinción posible entre ambas se encuentra en el rigor con el cual se interpreta la transferencia, tendiendo a ser mas sistemática y frontal en el análisis, y mas espiralada en la psicoterapia psicoanalítica. De todos modos considero que el mayor o menor énfasis en la interpretación de la transferencia depende también de la metapsicología del paciente, del momento del proceso de trabajo conjunto, así como de la experiencia clínica (tanto como psicoterapeuta así como paciente) del psicoterapeuta y del analista.
En suma, en el análisis clásico se interpretaría mas sistemáticamente la transferencia y en psicoterapia psicoanalítica se interpretaría mas en y desde la transferencia, la cual sigue vigente – tal como nos lo enseñó Freud en sus escritos sobre técnica – como paradoja esencial de la cura (transformación): es resistencia y a la vez herramienta privilegiada para el cambio. Sabido es que el trabajo interpretativo de la transferencia depende, entre otros aspectos, de la dinámica metapsicológica del paciente, del momento del tratamiento y de la formación y experiencia del psicoterapeuta, así como de su capacidad para analizar la contratransferencia.
Quizás pueda plantearse, además, que en cuanto al carácter regresivante del dispositivo, la psicoterapia psicoanalítica parece ser mas "benevolente" que el psicoanálisis clásico.
En cuanto a los modelos y teorías que nos habitan respecto de la constitución psíquica del ser humano los referentes son los mismos tanto para analistas como para psicoterapeutas psicoanalíticos, y están a disposición de quién quiera aprehenderlos según una ética de la formación.
Sabemos que según la metapsicología del paciente y el momento del proceso analítico, el psicoanálisis se ve a veces obligado a recurrir a las bondades de lo psicoterapéutico: "... el psicoanalista es llevado a dar un consejo o formular un juicio a propósito de una situación que está fuera del campo psicoanalítico. A veces ... será motivado por el cuidado de proteger el propio encuadre (...) /o/ el caso en el que la intervención está destinada a proteger al paciente de un pasaje al acto o simplemente de una situación que consideramos riesgosa". (12).
Sea cual sea el sesgo innovador que tomen los postulados de los post-freudianos, ninguno desconoce la necesidad de abordar diacrónicamente el conflicto intrapsíquico y su relación con la existencia del inconsciente. Esto solo es posible si ponemos a trabajar en interacción tiempo lógico con tiempo cronológico, habilitando el diálogo entre pasado y presente generando nuevas marcas y trazas simbolizantes que auguren un porvenir con ilusiones donde el malestar humano tenga menos cabida como sufrimiento. Creo que este debería ser el destino de todo análisis y de toda psicoterapia.

La formación y sus problemas.

Donde encontramos variaciones es en los dispositivos formales formativos de transmisión-apropiación de los preceptos teórico-técnicos imprescindibles a la hora de pretender una práctica que no es ingenua ni inocua, pero esta cuestión desborda los objetivos de estas reflexiones generales.
Dejemos planteada la cuestión entre los técnicos llamados "institucionalizados" y los autodenominados como "independientes". Al respecto creo importante mencionar la confusión entre establecimientos e instituciones: en realidad existen los establecimientos ofertantes de formación y legitimación de lo que constituyen verdaderas instituciones en si mismas (el psicoanálisis, la formación, la ética, etc.).
Son propiamente "(...) lugares físico organizativos, pertenecientes a diferentes órdenes institucionales no observables (...)". (3).
Digamos simplemente que el trípode integrado por la formación teórica rigurosa y sistemática, la super, inter o co-visión y el análisis personal siguen tan campantes como hace décadas, debiendo ser transitados como garantes de una práctica respetuosa del otro que deposita sus expectativas y confianza (y su dinero) en nosotros.
No desconozco el valor que puede tener la pertenencia institucional, pero la realidad muestra que muchas veces la adscripción a un referente oficializado solo sirve para marcar fronteras inoperantes y generar efectos de babelización esclerosante sostenidos en el narcisismo de las pequeñas diferencias.
Es de suma importancia el bagaje teórico y afectivo que cada uno construye para beneficio de su ejercicio clínico y se constituye en el punto de sutura entre un conglomerado de experiencias complejas realizadas con diversos objetos (en el sentido psicoanalítico). Las palabras escuchadas en boca de nuestros maestros, analistas y supervisores tienen un rol preponderante al respecto, así como también las expresiones leídas en soledad o en grupos con colegas y compañeros de otras especialidades.
Pero el proceso de internalización de un corpus nocional es mucho mas que esto: "... las teorías que me gobiernan, en parte inconsciente, provienen de las recomposiciones que he hecho sufrir a todos los discursos que han circulado alrededor mío desde mi nacimiento; están también los libros que he leído, tanto los de psicoanálisis como los otros ... están allí todos los discursos de los que hacen o han hecho su análisis conmigo". (1).
Es conocida además la imprescindible formación interdisciplinaria que requiere la práctica del psicoanálisis y la psicoterapia psicoanalítica.
A este respecto, considero que (si se me autoriza una licencia auto-referencial) en mi experiencia personal han sido tan importantes los años de formación en psicología, en psicología clínica, en psicoterapia psicoanalítica, en psicoanálisis, en psicodrama psicoanalítico, en psicopatología dinámica y clínica, etc., como mi práctica en equipos interdisciplinarios en el ámbito de la neuropsicología y mi formación y experiencia en psicología social y análisis institucional. Todos estos referentes constituyen lo que me gusta llamar una caja compleja de herramientas ensamblada como un sistema sobre la base de la auto-organización y la dialógica (coexistencia pacífica y de mutuo enriquecimiento entre lógicas contradictorias y excluyentes).
Si bien es cierto que hay que cuidarse de eclecticismos pueriles y de hibridaciones metodológicas forzadas, también es verdadero que "cuando uno solo tiene un martillo, todo comienza a parecerse a un clavo".

 

Herramientas comunes.

Volviendo a la cuestión de los atravesamientos entre psicoterapia psicoanalítica y psicoanálisis, se tiene la sensación de que la gran diferencia técnica pasa por el "uso" que tanto psicoanalistas como psicoterapeutas hacen del encuadre y sus elementos constitutivos, estos constituyen el continente sin el que no habría proceso elaborativo ni transformación verdadera.
El proceso psicoterapéutico psicoanalítico busca transformar al paciente por medio del trabajo conjunto que implica la elaboración, este trabajo se impone al psiquismo merced a diversas vías: levantamiento de las represiones operativizando una ampliación del sistema precc-cc por develamiento de aspectos inconscientes; desandar los derroteros de los desplazamientos dentro del psiquismo intentando llegar a contenidos primarios de su constitución; superación de escisiones, disociaciones y clivajes propiciando una mayor cohesión e integración yoica, y a la vez del mundo interno; generar ligaduras entre representaciones de cosa y representaciones de palabra amplificando la dimensión del proceso secundario por sobre el proceso primario; apuntar a un mayor espesor del principio de realidad por sobre el de placer; equilibrar mejor el interjuego ello-yo-superyo (aspecto económico de la metapsicología); atenuación de la angustia y las ansiedades básicas mediante ligazón de la energía y mejor despliegue de las dinámicas defensivas; profundización y trabajo psíquico sobre los componentes identificatorios patógenos; desujección respecto de objetos reales patologizantes; etc.
En términos generales la psicoterapia psicoanalítica permite una tensión diferente de los elementos del encuadre, con lo cual la referencia constante a la ética que debe subyacer al proceso es ineludible.
Otra variable que debemos problematizar para continuar con estas reflexiones la constituye el mayor o menor énfasis puesto en el mundo interno – realidad psíquica - y/o el mundo externo – realidad material - (siendo ambos registros interdependientes en la experiencia concreta de los sujetos dado que se autodeterminan mutuamente por la vía de asimilaciones recíprocas).
A este respecto, en lo referente al uso de la técnica como vehículo de transformaciones, D. Widlöcher considera el siguiente criterio: "Mientras que la intervención de efecto psicoanalítico conlleva a una actividad asociativa que inviste de contenidos de pensamiento en relación con los conflictos y los fantasmas inconscientes, la intervención de efecto psicoterapéutico conlleva una actividad narrativa que inviste los elementos de realidad en una situación exterior interpersonal. (...) Es tomando en cuenta el estilo general de las intervenciones y sus efectos asociativos que se puede medir el peso respectivo de los dos modos de intervención". (12).
En cierto sentido, parece que lo anterior nos lleva a postular la suposición de que la técnica psicoanalítica clásica se mueve preponderantemente en los entretelones del proceso primario – sin perder, por ello, inteligibilidad – y que la psicoterapia psicoanalítica permite un movimiento mas enmarcado en los ejes del proceso secundario – sin dejar de lado los entrelazamientos con el proceso primario – .
De todos modos, ningún parámetro parece suficientemente válido a la hora de dilucidar diferencias.
Sabido es que dentro de los consultorios, en esa "folie à deux" que emerge como resultado de la dinámica de la transferencia-contratransferencia, pasan muchas mas cosas de las que se hacen públicas entre colegas, situación que impacta también en el centro del psicoanálisis clásico.
No me refiero necesariamente a flagrantes rupturas del encuadre, perversiones del vínculo o transgresiones a la deontología propia de nuestras disciplinas, sino a giros en la técnica, lindantes con actuaciones contratransferenciales, que se juzgan oportunos según el momento específico del proceso, analítico.
Estas situaciones muchas veces son silenciadas por la presencia de un super-yo analítico que encarna ideales a los cuales no siempre podemos ceñirnos.
A este respecto me pareció interesantísimo el fenómeno de la auto-revelación: informar excepcionalmente a pacientes de situaciones que corresponden a la órbita de la intimidad del terapeuta, con la intención de evitar efectos iatrogénicos como la reacción terapéutica negativa, los actings, etc, llegando a tener incluso derivaciones terapéuticas en si mismo. (Remito al lector al trabajo de Evelyne Albrecht Schwaber, Miembro de la Asociación Psicoanalítica Americana: "Viajando afectivamente sola: un desvío personal en la escucha analítica",y los comentarios que del mismo realizan Beatriz de León de Bernardi y Juan Carlos Capo en la Revista Uruguaya de Psicoanálisis Nº 91).
Recordemos que cuando J. Lacan introduce dramáticas modificaciones al encuadre, como por ejemplo el uso de la escansión, pedía a sus pacientes que no comunicaran al exterior estas situaciones so riesgo de ser excomulgado; por cierto la ruptura con la oficialidad fue inevitable, si bien este autor ha sabido colocarse entre los post-freudianos de mayor influencia.
En un mundo hipermaquinizado y anestesiador, el desafío hoy, para quienes hacemos clínica psicoanalítica, parece consistir en poder sostener una práctica significativa, preñada de significados humanos y humanizantes, que dote al otro, que nos demanda desde su malestar, de posibilidades que no tiene disponibles hasta el momento en que inauguramos juntos un camino a transitar. Todo esto en momentos en que en nuestro oficio "Se ha transformado en una dificultad técnica y, a nivel psicológico, en una herida narcisista para los psicoanalistas la inclusión del concepto de probabilidad y por lo tanto de estadística. Predicción certera pasó a ser probabilidad, verdad pasó a ser verosimilitud, verificación pasó a ser falsabilidad". (9).

 

Bibliografía.

1)- Bataille. Citado por López de Cayaffa, C. y otros. " Transferencia (y Contratransferencia ) en la
      formación del analista". En Revista Uruguaya de Psicoanálisis Nº 84/85. A.P.U. 1997.

2)- Bleichmar, H. "Avances en psicoterapia psicoanalítica". Ed. Paidós. 1997.

3)- De Brasi, J.C. "Tránsitos, poéticas y políticas de la subjetividad".Ed. de la Pequeña Escuela. 1997.

4)- Freud, S. "Análisis Terminable e Interminable". 1937. Obras Completas. Amorrortu.

5)- Freud, S. "Nuevas conferencias de introducción al Psicoanálisis". 1933. Obras Completas.Amorrortu.

6)- Freud, S. "Nuevos caminos de la terapia psicoanalítica". 1919. Obras completas Amorrortu.

7)- Mc Dougall, J. Citado en "La identidad del Psicoterapeuta".Autor: Restaino, E. Revista de
     Psicoterapia Psicoanalítica Tomo III Nº 1. 1989. Audepp.

8)- Painceira, A. Clínica Psicoanalítica. A partir de la obra de Winnicott. Ed. Lumen. 1997.

9)- Puget, J. "¿ De qué infancia se trata ?" En Temporalidad determinación y azar. Lo reversible y lo
      irreversible. Silvia Bleichmar (Compiladora). Paidós. 1994.

10)- Roudinesco, E. ¿ Por qué el Psicoanálisis ? . Paidós. 2000.

11)- Viñar, M. "Desde el saber del "insight" al saber de la ciencia. Una mirada comprometida a la
        polémica actual sobre investigación en Psicoanálisis". Revista Uruguaya de Psicoanálisis. Nº 84/85.
        A.P.U. 1997.

12)- Widlöcher, D. "Psicoanálisis y Psicoterapias". Revista de la Asociación de Psiquiatría y
        Psicopatología de la Infancia y Adolescencia. APPIA. Mayo 2000.

13)- Widlöcher, D. "¿ Qué ha ocurrido con las vías del psicoanálisis ?. Evolución de las prácticas en
        Francia. Revista Uruguaya de Psicoanálisis. Nº 92. A.P.U. 2000.