NUEVAS PERSPECTIVAS EN LA TEORÍA PSICOANALÍTICA DE LOS AFECTOS PATOLOGIA DE LASS RELACIONES DE AMOR PSICOPATOLOGIA DEL ODIO TEORIA DE RELACIONES DE OBJETO Capítulo Completo
CAPÍTULO 2
Teoría de afectos yTeoría de relaciones de objeto
NUEVAS PERSPECTIVAS EN LA TEORÍA PSICOANALÍTICA DE LOS AFECTOS
TEORÍA PSICOANALÍTICA CLÁSICA SOBRE AFECTOS
Freud estudió a lo largo de toda su vida el problema de cuál es el motor de nuestra conducta, qué es lo que mueve la vida psíquica consciente e inconsciente. Buscó, por lo tanto, una teoría de la motivación. Después de cambiar sus puntos de vista varias veces concluyó en la llamada teoría pulsional dual de líbido y agresión introducida en “Más allá del Principio del Placer” (1920). Consideró que: Las pulsiones constituían el sistema motivacional humano.
Instintos y pulsiones
Instinto. La palabra instinto en español es parecida a la palabra alemana instinkt; también es parecida en francés, pero el término fue traducido erróneamente en la Edición Standard en inglés, donde instinto se usó indistintamente para instinto y pulsión. De esta manera se borraron las diferencias entre sistemas motivacionales biológicos (instintos) y psíquicos (pulsiones), creando de esta manera una confusión que no tuvo mucha importancia mientras la teoría psicoanalítica simplemente se mantuvo en las generalizaciones de Freud, pero que empezó a pesar intensamente cuando se comenzaron a hacer esfuerzos por relacionar la teoría psicoanalítica con los desarrollos contemporáneos en biología, psicobiología y neuropsicología acerca de los afectos.
Los instintos son biológicos, hereditarios e intermitentes, en el sentido que son activados por estimulaciones fisiológicas y/o ambientales.
Pulsión. Es la traducción contemporánea del término trieb en alemán, drive en inglés y pulsion en francés. Las pulsiones son dos:
Libido y agresión. Son sistemas motivacionales puramente psíquicos.
Freud describió para la libido zonas erógenas, en las que se originaría el impulso que se dirigiría a objetos externos. O sea, la pulsión tendría una meta y además habría una acción que la satisfaría. Describió las fases de desarrollo pulsional de la libido, relacionándolas con las zonas erógenas: oral, anal, uretral, genital.
Nunca describió zonas correspondientes para la agresión, y la teoría de esta desarrollada en los últimos años de su vida, quedó totalmente asimétrica con la teoría de libido.
Freud también llegó a la conclusión que las pulsiones son motivaciones psíquicas que están en el límite entre lo psíquico y lo físico, que son esencialmente inconscientes y que sólo las conocemos a través de dos manifestaciones:
Representaciones mentales (ideas, conceptos) y afectos.
Afectos
Freud cambió tres veces su teoría de los afectos, lo que complicó la comprensión de la teoría psicoanalítica pulsional.
Primera teoría. Hasta más o menos 1915, trató los afectos como si fueran la misma cosa que la libido.
Segunda teoría. Recién entre 1915 y 1926, cuando desarrolló sus trabajos de metapsicología1, sugirió que la libido se manifestaba por representaciones y afectos. En esta segunda teoría dijo que el afecto ya no es lo mismo que la pulsión libido, sino que es:
Un fenómeno de descarga psicomotora y/o neurovegetativa de la pulsión (particularmente de sus aspectos placenteros, dolorosos. que coincide con la representación del significado de esta descarga.
Freud dice que en este proceso de descarga, sus exteriorizaciones últimas se perciben como sensaciones. Así por ejemplo, la excitación sexual es una representación en fantasía de una relación sexual, de una relación del sí mismo con otra persona, en un encuadre sexual junto a las manifestaciones neurovegetativas, motoras, en la expresión facial, en la función comunicativa y en la experiencia subjetiva, que estarían correlacionadas con esta representación.
Tercera teoría. Después de 1926, cuando desarrolló su teoría estructural del aparato tripartito (superyó, yo y ello), nuevamente cambió su teoría sobre afectos y dijo que los afectos eran: Disposiciones, canales y umbrales de expresión innatos del yo.
Los afectos aquí son estructuras innatas del yo y no simplemente fenómenos de descarga de las pulsiones.
Entonces, los afectos se fueron separando, cada vez más, de las pulsiones en las ideas de Freud:
Primero: afecto = pulsión.
Segündo afecto es descarga de pulsión.
Tercero; afecto es una disposición constitucional, separada del sistema motivacional. . .
Marjorie Brierley.
Nadie se preocupó de este problema hasta el año 1936, en que Marjorie Brierley, en Inglaterra, observó que no se entendía que en la teoría se hablara de pulsiones y en la práctica clínica sólo de afectos. Nuestra teoría clínica estaba desconectada de nuestra metapsicologfa. Ella lo dijo de una manera muy respetuosa, ya que Freud estaba vivo todavía y era muy difícil confrontarlo con las contradicciones internas de diferentes aspectos de su desarrollo. En cierto sentido es injusto hacer este tipo de críticas a Freud, porque él desarrolló sus ideas nuevas con tal rapidez que muchas veces no tuvo tiempo de revisar todas sus teorías anteriores a la luz de las recientes. Por ejemplo, el desarrollo de la teoría de la agresión implica un cambio fundamental de la teoría sobre psicología de las masas2, pero Freud nunca alcanzó a desarrollar esto.
Brierley planteó que “en lugar de detenerse en la teoría de los instintos debía esperarse que un estudio más profundo de los afectos solucionara algunos de los problemas planteados por los instintos”.
Para ella los afectos son fenómenos de tensión que reflejan una cierta intensidad de los instintos.
Dijo también que los diversos instintos dan lugar a afectos primarios cualitativamente diferentes.
Edith Jacobson.
Recién en 1959, Edith Jacobson, examinó de nuevo este problema desde un punto de vista clínico. Ella describió los afectos en la
situación clínica y planteó:
Que no era cierto, como decía Freud, que los aumentos de tensiones afectivas eran dolorosos, mientras que las descargas eran placenteras. Para ella tanto los aumentos de tensiones como las descargas podían ser placenteras o no placenteras3.
Jacobson planteó además, que decir que afectos son sólo descargas es absurdo, porque hay afectos mantenidos, los estados de ánimo, que son diferentes a afectos de expresión repentina, violenta y también porque sabemos que hay disposiciones inconscientes de afectos, que en la práctica significa que lo que está reprimido no son sólo ideas, sino ideas cargadas de afecto4.
Agregó algo más, muy importante:
Los afectos siempre aparecen en el encuadre de una representación de sí mismo o de otra persona. No hay afecto puro, todo afecto tiene un elemento cognitivo de una representación de sí mismo o de una representación de la otra persona.
A esto se puede agregar que en todo afecto hay siempre una relación de objeto, y que la representación indisolublemente unida es el sí mismo relacionado con otra persona (objeto, en terminología psicoanalítica).
Edith Jacobson desarrolló también el tema de las funciones de los afectos en sus relaciones con las estructuras, describiendo por ejemplo el afecto de depresión como regulado por el superyó y también la diferencia entre el superyó primitivo, que regula la autoestimación a través de los afectos de depresión y elación, en contraste con el superyó maduro que regula autoestimación por la autocrítica cognitiva con fluctuaciones mucho menores entre euforia y depresión.
TEORÍAS NEUROFISIOLÓGICAS SOBRE AFECTOS
Las teorías neurofisiológicas sobre afectos también sufrieron cambios fundamentales a través de todos estos años.
Teoría periférica del afecto: James y Lange (1884, 1885)
En tiempos de Freud era la teoría dominante. De acuerdo a esta teoría los afectos eran: Estructuras expresivas neurológiças.
Por ejemplo, el llanto, que corresponde a movimientos musculares de desearga de las glándulas lacrimales junto a contracciones de la musculatura del esqueleto, sería interpretado en conjunto como tristeza. Estamos tristes porque lloramos y porque nuestra cara tiene una expresión de tristeza, etc. Esta teoría implicaba, por lo tanto, que afectos eran descargas neurovegetativas, motoras, expresiones faciales, que secundariamente eran interpretadas subjetivamente, significando algún contenido específico. O sea, los aspectos subjetivos y cognitivos de los afectos derivan de la percepción de los fenómenos de descarga muscular y neurovegetativa.
Hubo experiencias en fisiología, en las que se desconectaban todas las conexiones centrales en animales de experimentación para ver si se podía todavía hablar de afecto o no, y podemos recordar viejos textos de fisiología que hablaban de pseudoafectos de los animales descerebrados, porque no se concebía que pudieran haber afectos sin funciones cerebrales interpretativas superiores.
De modo que la segunda teoría de Freud, de que los afectos son sólo descargas, coincide exactamente con la teoría dominante neurofisiológica de ese tiempo, sin que Freud, hasta donde podemos saber, se haya referido nunca a eso. Tenemos que pensar que Freud, en ese tiempo, estaba haciendo todo lo posible por desligarse de su pasado neurológico.
Hay que aclarar que Freud era un neurólogo de categoría extraordinaria. Su libro sobre afasia se puede leer hoy día y contiene conocimientos esencialesque todavía son perfectamente aceptados. Mucha de las terminología psicológica de Freud, como el concepto de transferencia, por ejemplo, viene de conceptos neurológicos: la transferencia de impulsos de un sistema a otro, que él utilizó en un plano biológico en su libro sobre las afasias. Lo que estamos diciendo, es que Freud estaba perfectamente al día en teoría neurofisiológica, y es posible que su segunda teoría sobre afectos corresponda simplemente a un ajuste de sus teorías psicoanalíticas, a lo que era la última palabra en neurofisiología. Es una hipótesis.
Teoría centralista del afecto
En 1923, Cannon y Mac Dougall, desarrollaron una nueva teoría, según la cual lo esencial del afecto era ser una:
Experiencia subjetiva, organizadora de todas las percepciones externas en términos de necesidades instintivas básicas, especialmente de alimentación, de lucha-huida y de relación sexual.
O sea, afectos eran experiencias subjetivas, que secundariamente se expresaban y se comunicaban a través de mecanismos neurofisiológicos. Los experimentos correspondientes indicaban que la interpretación de situaciones de peligro producía una descarga de afectos. El aspecto cognitivo, interpretativo, o la experiencia subjetiva de dolor o placer, serían previas a las descargas de afectos.
Esta teoría, que dominó hasta hace 10 ó 15 años, culminó en la concepción de Magda Arnold, una neuropsicóloga norteamericana, que concibió los afectos como:
Esquemas integrantes de la percepción..del..mundo externo, que asignaban. a estas percepciones una calidad agradable o desagradable, placentera o dolorosa, y qué constituían secundáriamente la motivación para acercarse o alejarse y. evitar lo que era penoso5. .
Esto es la expresión en teoría psicológica de lo que en neurofisiología era la llamada teoría centralista del afecto.
Teoría neuroperiférica del afecto
Es la teoría dominante en este momento, con contribuciones de Tomkins, Paul Ekman, R. Krause. Es una teoría que podría llamarse neuroperiférica pero con un significado muy distinto a la de James y Lange. Según esta teoría, los afectos son:
Antes que nada un sistema de comunicación interpersonal, desarrollado ya en los animales, que llega a una sofisticación extraordinaria en los primates, y a su culminación en el ser humano.
Esta teoría deriva de la más antigua de las teorías afectivas, que es la de Darwin, quien primero describió, con mucho detalle, los movimientos faciales y expresivos de diversos afectos en animales. Estas teorías retoman las descripciones de afectos como expresiones faciales, pero las interpretan como un sistema de comunicación interpersonal.
Rainer Krause.
Discípulo de Paul Eckman, es quizás uno de los más importantes neurofisiólogos y psicoanalistas alemanes de Saarbrucken. El ha
estudiado en detalle los significados expresivos de cada movimiento afectivo.
Para Krause, afectos son:
Sistemas filogenéticamente más recientes que los sistemas instintivos biológicos básicos, que tienen como función biológica la regulación del contacto con los objetos en función parental, y que actúan a través de una supresión de los comportamientos consumatorios inferiores activados por actos instintivos.
Por ejemplo, si el hambre es un acto instintivo dedicado a resolver un desequilibrio de la glicemia por disminución de las reservas alimenticias, el temor —que es un afecto— puede inhibir el hambre.
La angustia, como afecto, es un sistema más reciente, que también inhibe la regulación más primitiva dada por movimientos instintivos.
Entonces, los afectos son estructuras neurofisiológicas y neuropsicológicas, cuyas funciones comunicativas están dadas especialmente por expresiones faciales y corporales, que tienen la función de señal para los objetos parentales o para otros individuos de la misma especie, para que estos objetos tomen actitudes protectoras. Están expresados fisiológicamente por sistemas motores sumamente complejos, y también por la capacidad de establecer u otorgar representaciones innatas a las percepciones de las expresiones faciales de otros objetos. De un modo innato, es posible para un primate o para el ser humano, reconocer el significado de la expresión facial de otra persona.
La teoría de Krause, implica entonces, que los aspectos centrales de los afectos son:
Disposiciones innatas que permiten leer las señales emitidas por otros y expresar en forma representativa el propio afecto activado.
Así, el afecto es simultáneamente señal, representación de la señal y capacidad de lectura de la señal del receptor.
La patología del afecto, dice Krause, consiste esencialmente en fallas o distorsiones en la integración de todo este aparato comunicativo, señalizador, consistentes en una ruptura de la unidad que se establece entre expresión facial, expresión corporal, experiencia subjetiva y representación de la reacción del receptor.
Describiremos un ejemplo práctico, tomado de Krause:
La madre lava al bebé, lo mira en forma cariñosa, lo está jabonando, el bebé está feliz y contento, tiene expresión facial de felicidad. La madre también. El behé tiene una sensación placentera en toda la piel, que va aumentando con la estimulación repetitiva y que se maximaliza cuando la madre le lava los genitales, en ese momento, la madre tiene un gesto automático de disgusto y desagrado. Se produce una discrepancia entre aumento de placer y el rechazo negativo de la figura parental, lo que es sentido por el bebé como un peligro vital, porque mantener señales positivas con las figuras parentales es una función esencial de los afectos (su primera función es mantener la orientación hacia figuras parentales protectoras). Se produce una contradicción entre la experiencia subjetiva (“esto es delicioso”) y la lectura cognitiva (“esto es peligroso”). Esto, repetido suficiente y consistentemente, puede llevar a una extinción de la experiencia placentera de la estimulación genital y a la incapacidad de estímulo erótico y gratificación erótica genital.
Krause ha hecho investigaciones sobre expresiones faciales en diversas enfermedades, y es capaz de hacer diagnósticos diferenciales entre esquizofrenia, enfermedades psicosomáticas, neurosis sintomáticas, trastornos del carácter, sobre la base del diagnóstico diferencial de desorganización de los padrones expresivo faciales.
Por ejemplo, en la esquizofrenia hay un borramiento de la expresividad facial de la parte superior de la cara. Es impresionante estudiar todo esto con técnicas de video detalladas, que ilustran los aspectos prácticos de la manifestación de desorganización del componente afectivo en la experiencia de interacción entre el sí mismo y el objeto, los componentes de señalización: lectura de la señal, descarga psicomotora, descarga neurovegetativa y experiencia subjetiva de placer o dolor.
Para subrayar lo esencial de lo que hemos dicho de la teoría contemporánea del afecto, enfatizaríamos que:
Este ya no es una experiencia subjetiva sino que es una experiencia interpersonal.
El ser un sistema de comunicación interpersonal, es su primera función biológica y psicológica. Esto, en contraste con las teorías anteriores, periférica y central, que centraban el afecto dentro del individuo. Aquí lo importante es que en la misma organización de los afectos, entra la interacción afectiva y que si la interacción afectiva no es normal se destruye el sistema afectivo interno.
ORIGEN DEL DESARROLLO DE LOS AFECTOS
Aquí los investigadores más importantes son Izard, Knapp, y especialmente Robert Emde de Denver y Daniel Stern, quien ha escrito un libro sobre el desarrollo temprano de la personalidad, en que está explicitada y resumida su teoría afectiva6. Todos estos autores, con algunas diferencias en sus enfoques, han llegado a conclusiones complementarias.
Están de acuerdo en que hay afectos básicos que aparecen desde los primeros días o primeras semanas de vida.
Tienen un período de desarrollo, no todos lo hacen al mismo tiempo. El afecto tristeza es más lento en desarrollarse que el afecto rabia que aparece prácticamente desde el comienzo de la vida, o el afecto euforia, que también aparece muy tempranamente.
Estos afectos básicos, se combinan después en afectos secundarios o complejos, pero estos últimos pueden reducirse a afectos básicos que son:
La rabia, que después origina el enojo, la irritación, el odio.
La elación o euforia, que da origen a la alegría, bíenestar.
El llanto, que da origen a la tristeza.
El miedo, que da origen al temor, a la angustia, al sobresalto.
La reacción de sobresalto, da origen a la sorpresa, interés.
La aversión, que da origen al disgusto, desagrado, asco.
Hay ejemplos de afectos complejos ulteriores, el orgullo, la vergüenza, la culpa, etc. Sabiendo algo de psicopatología y de psicoanálisis, es posible construir los orígenes de esos afectos.
Es interesante mencionar que ninguno de estos autores hace mención de la excitación sexual. Esta es una limitación de las teorías afectivas, porque no cabe ninguna duda de que ella es un afecto esencial, que si bien es de aparición mucho más gradual que la mayor parte de los otros, hay evidencia de excitación sexual desde el primer año de vida y claramente en el segundo, y aquí quizás pensando como psicoanalistas, diríamos que es interesante que este aspecto esencial de la vida humana sea ignorado por los neurofisiólogos. Esto se ve en forma dramática cuando tratamos de estudiar la psicopatología de la excitación sexual, porque aparte de unos pocos autores franceses, no hay nada más en la literatura. Se tienen estudios puramente fisiológicos, como los de Masters y Johnson, excelentes, pero sólo en un plano puramente conductual, fisiológico, o elaboraciones muy complejas sobre la naturaleza del amor, de los mismos autores, pero no hay prácticamente nada de la parte intermedia, del estudio de la excitación sexual como afecto.
Daniel Stern. Ha estudiado en detalle la relación bebé-madre y desde los primeros días. Ha descrito cómo el bebé es capaz de diferenciar a la madre desde el primer día de vida, su voz, sus olores, etcétera.
En dos películas hechas por él, en que se ve la imagen de la cara de la madre hablándole a un bebé de pocas semanas, pero en una el sonido de su voz está atrasado en pocos segundos, puede observarse que el bebé de pocas semanas, pasa mirando a la imagen visual de la madre que está sintonizada con su voz e ignora a la madre donde el sonido no está integrado. Es decir, a las pocas semanas, ya hay una capacidad en el bebé de integrar la imagen auditiva con la percepción visual de los movimientos de los labios, cosa que si se trata de hacer con películas dobladas se verá que no es tan fácil, cuando están bien dobladas.
En otro experimento, ha descrito la capacidad de diferenciar visualmente objetos previamente conocidos para él sólo táctilmente. A un bebé le dan un cubo en la boca, o una bola bajo condiciones en que no la pueda ver (con ojos vendados), dos figuras completamente distintas que puede sentir pero no ver.
Después se las ponen delante, y el bebé mira al objeto con la forma geométrica que ha tenido en la boca, o sea una transferencia de la percepción sensorial, de táctil a visual.
Los experimentos son extraordinarios y la conclusión es que hay una capacidad innata de diferenciación del sí mismo del objeto, que se activa en forma de una capacidad de lectura de las reacciones del objeto y del sí mismo, con un desarrollo en la segunda mitad del primer año de vida de un “self” subjetivo, de una lectura de experiencias subjetivas placenteras y no placenteras, y de la capacidad de leer las experiencias subjetivas de la madre, placenteras o no placenteras, es decir el establecimiento de un mundo interpersonal compartido entre niño y madre, en el contexto del cual el niño va aprendiendo a diferenciar al sí mismo de los afectos de la madre. Primero de los afectos en conjunto, lo que después se transforma en una capacidad de interpretación simbólica de la relación afectiva a través de la adquisición del lenguaje.
Ya en la segunda mitad del primer año de vida hay una capacidad de atención compartida hacia otros objetos, una comprensión de intencionalidad y significados mutuos.
En otras palabras, las potencialidades cognitivas y afectivas de los niños, son mucho más desarrolladas que lo que se había pensado anteriormente
Robert Emde.
Para Emde, los afectos son los motivos básicos de la actividad del bebé. Ellos tienen una función fundamental en:
La autorregulación, la adaptación al medio social, el aprendjzaje social y la lectura de la reacción ambiental al bebe en la relación con las figuras que lo cuidan.
Son la matriz básica en la cual se establecen padrones habituales tanto conductuales como afectivos reflejados en interés, alegría, sorpresa. También tienen una función de inhibidores de la conducta.
La relación materno infantil está motivada por el reconocimiento, la integración y superación de experiencias pasadas traumáticas o placenteras, de modo que hay una capacidad innata que se desarrolla gradualmente de empatía mutua, una construcción de un mundo intersubjetivo, al mismo tiempo que uno diferenciado.
En resumen, la investigación infantil confirma a los afectos como estructuras complejas, cuya función es de comunicación interpersonal, caracterizadas por padrones faciales, psicomotores, neurovegetativos y experiencias subjetivas de placer o dolor.
Existe investigación neurofisiológica que demuestra que la capacidad subjetiva de placer o dolor existe desde el comienzo de la vida, porque los centros diencefálicos en los cuales se centra la interpretación normal de experiencias sensoriales dolorosas y placenteras están maduros y activos (centros diencefálicos e hipotalámicos)
Existe el conocimiento de cuáles son las estructuras mentales que fijan en la memoria las experiencias afectivas: el sistema límbico. La estimulación del sistema de la corteza límbica activa no sólo memoria cognitiva sino también memoria afectiva, demostrando que afectos no son sólo fenómenos de descarga.
Además, hay estudios que demuestran que hay experiencia subjetiva que precede la expresión de señal, por ejemplo de dolor. Esto se demuestra en experimentos complejos en que se induce dolor discreto en un bebé que está durmiendo y se estudia el ritmo del movimiento del corazón y se observa taquicardia precediendo la expresión del afecto de llanto. Hay una serie de experimentos de Sroufe que muestran la interpretación de la situación, precediendo a la activación del afecto total.
En cierto sentido, la concepción moderna de afecto no está en contradicción con la teoría central del afecto que mencionamos antes.
TEORIAS MODERNAS DEL INSTINTO
Aquí resumiremos las conocidas teorías de Lorenz, Tinbergen y Wilson.
Instintos
Para todos estos autores, instintos son organizaciones jerárquicamente superiores de componentes determinados biológicamente. Estos componentes (innatos) son:
Capacidades perceptivas, capacidades cognitivas, capacidades comunicativas y capacidades de comportamiento.
Estos componentes son activados bajo ciertas condiciones ambientales, a través de mecanismos liberadores, que son verdaderas llaves fisiológicas.
Por ejemplo, cambios en la temperatura ambiente inician una conducta exploratoria de tipo sexual» o ciertas configuraciones de sombras inician el comportamiento de huida. Pequeños roedores por ejemplo» se dan cuenta desde el nacimiento que ciertas formas de pájaros les son peligrosas, y lo hacen por la distribución de la forma. Es una lectura innata y no aprendida de un patrón formal. Situaciones ambientales activan los mecanismos de liberación que producen la conducta instintiva, y a través del aprendizaje se van ligando conductas instintivas en organizaciones generales que constituyen el instinto, por ejemplo, el instinto de lucha, el de huída, el de alimentación, el sexual. En cada uno de estos instintos se pueden diferenciar conductas generales de alerta, exploratorias, y finalmente conductas de consumación que están en los puntos finales de toda la cadena instintiva.
Lo importante es que los componentes instintivos son los mismos para todos los individuos de una especie y en general son estables, fijos.
Los instintos, como organización jerárquica superior, también son iguales para todos los individuos de una especie, están determinados genéticamente, están controlados por mecanismos fisiológicos y están organizados por la interacción entre lo innato y lo ambiental.
Esto resuelve el problema tradicional de importancia relativa de lo innato y lo ambiental.
Pulsiones y su relación con los afectos y los instintos
A diferencia de los instintos, las pulsiones en los seres humanos, son altamente diferenciadas, varían de individuo en individuo, y son también motivaciones jerárquicas supraordinadas: libido y agresión.
Ahora podemos relacionar estas pulsiones con los estados afectivos, y resolver el problema de pulsiones, instintos, y afectos en la especie humana.
Lo que propone Kernberg, es que:
La pulsión es la organización jerárquica superior de los estados afectivos de la misma línea, placentera o dolorosa. Todos los afectos tienden a ligarse a través de la experiencia, y su integración corresponde a un sistema motivacional último, jerárquicamente superior, que es libido para los afectos placenteros, y que es agresión para los afectos penosos, dolorosos, que inician las reacciones de lucha y huida.
Son los afectos (que corresponden a los componentes instintivos de los animales), que se generan en aspectos neurobiológicos los que se van a organizar en la pulsión final.
En el ser humano, los afectos tienen componentes fisiológicos y psíquicos, siendo el componente psíquico la experiencia subjetiva de placer y de dolor y la capacidad de registro representacional del aspecto placentero o penoso.
De modo que el registro representacional y la experiencia subjetiva de placer o dolor son los elementos psíquicos innatos de los componentes instintivos. A través de la memoria afectiva van siendo integrados en el curso del tiempo constituyendo libido o agresión.
Podríamos decir que el afecto inicia la construcción de la cadena pulsional, y a su vez, la expresión concreta de la pulsión en la situación clínica, está dada por el afecto, que es el componente correspondiente de esa pulsión activada en la relación interpersonal concreta.
Cuando en psicoanálisis hablamos de pulsiones como motivaciones últimas, nos referimos a la integración de múltiples experiencias placenteras o dolorosas, en una concepción integral y afectiva, que al mismo tiempo organiza las experiencias nuevas a la luz de las pasadas.
Si tenemos una teoría de afectos como estructuras complejas psíquicas y físicas, que tienen elementos representacionales y elementos de experiencias subjetivas placenteras o dolorosas:
¿Necesitamos todavía el concepto de pulsiones? ¿No podríamos reemplazar el concepto de pulsión por el de afectos, y definirlos como los sistemas de motivación últimos?.
Eso no se puede hacer por las siguientes razones:
Primero porque los afectos son múltiples y no se prestan para una organización clara y significativa de las motivaciones humanas.
Segundo porque los afectos singulares se integran en afectos de experiencia subjetiva similar, más generales. Existe una multitud de combinaciones y transformaciones complejas secundarias de los afectos, de forma tal que una teoría de motivaciones basada en los afectos más que en dos impulsos básicos sería muy complicada y clínicamente insatisfactoria.
Tercero, porque afectos diferentes y contradictorios, se expresan frente a las personas más importantes en función parental, por lo que un sistema de motivación afectivo no serviría para analizar las relaciones fundamentales con objetos significativos La organización inconsciente y la integración de la experiencia temprana determinada afectivamente requiere asumir una organización motivacional de más alto nivel que la representada por los estados afectivos per se, o sea, hay que asumir una organización motivacional que haga justicia a la compleja integración de todos los desarrollos afectivos en relación con los objetos parentales.
¿Podríamos entonces reemplazar tanto la teoría pulsional como la teoría afectiva por una teoría de relaciones de objeto pura?
Hay autores, como Fairbairn7 y Kohut, que han tratado de hacerlo. Ellos dicen que la motivación fundamental humana es la de mantener relaciones activas positivas con las figuras parentales.
El problema con estas formulaciones es que ignoran que son tanto los afectos positivos como los negativos los que motivan la relación con las personas en función parental, y que es la naturaleza de la relación de amor o de odio con la figura materna, paterna y con todas las figuras de infancia, a través de los primeros años de vida, la que constituye las motivaciones concretas más importantes conductuales que vemos en el trabajo psicoanalítico.
De modo que parece útil mantener el concepto de agresión y de libido de Freud, porque en torno a estos dos conceptos se organizan todas las relaciones internalizadas de objeto en relaciones buenas y relaciones malas, y también la incapacidad de integrarlas durante las primeras fases del desarrollo (las posiciones esquizoparanoide de Melanie Klein, la fase simbiótica y de separación individuación de Margaret Mahler) y de integrarlas más tarde con la capacidad de experiencia de ambivalencia y de afectos secundarios y complejos, en la fase de la posición depresiva de Melanie Klein, en la fase de establecimiento de constancia de objeto en la teoría de Margaret Mahler, etcétera.
Entonces, los afectos originan la construcción de las pulsiones, y cada manifestación concreta pulsional está representada por un afecto en la situación clínica.
Al mismo tiempo, cada afecto contiene la relación de objeto entre el sí mismo y la representación de objeto, de modo que la construcción pulsional coincide con la construcción de un mundo interno de relaciones de objeto, que se organizan a lo largo de la línea pulsional. De lo anterior se desprende que las relaciones internalizadas de objeto, son organizadas a lo largo de la línea de libido, de agresión, de la disociación primero y la integración después, de estas dos corrientes pulsionales y en cada relación afectiva concreta, no sólo hay un afecto, sino una relación de objeto actualizada.
Estas relaciones de objeto internalizadas, que son sistemas representacionales cada vez más complejos, a su vez, se organizan dentro del plano cognitivo, dando lugar a las estructuras del yo, superyó y ello.
El ello se organiza como el conjunto de estructuras representacionales afectivas disociadas o reprimidas por su intensidad .y carácter peligroso.
El superyó lo hace como la integración gradual de los diversos sistemas prohibitivos y exigentes o aceptadores de ciertas conductas, de parte de las imágenes parentales y
El sistema del yo organiza la relación más directa con la realidad inmediata.
Desde este punto de vista podemos clasificar los afectos en dos tipos:
Afectos leves, de baja tonalidad, tolerados en la relación diaria e integrados en el yo, sin dar lugar a conflictos graves interpersonales.
Afectos extremos, de tipo placentero o doloroso, que dan lugar a relaciones internalizadas de objeto de un tipo extremo, que no son toleradas en la interacción habitual y llegan a ser reprimidas. De modo que según este planteamiento, el contenido del ello no es solamente pulsiones, sino relaciones de objeto establecidas bajo condiciones de afectos cumbres placenteros o penosos.
APLICACIÓN DE LA TEORÍA DE AFECTOS A LA SITUACIÓN PSICOANALÍTICA
Lo que dificultó a los psicoanalistas llegar a esta concepción de afectos fue que en sus pacientes habituales, que tienen estructuras neuróticas, hay represión de los afectos más primitivos, intensamente agresivos o placenteros desde un punto de vista sexual infantil. Clínicamente, han visto la represión afectiva en la forma de mecanismos obsesivos o histéricos con disociación entre la experiencia emocional subjetiva y los aspectos representacionales.
Los afectos aparecen en estos casos como parte del sistema defensivo (obsesivo, histérico o narcisista).
Sólo en los pacientes más regresivos o más primitivos, es donde vemos, desde el comienzo, los afectos en toda su intensidad primitiva. Esta intensidad puede ser tal que el paciente no es capaz de llevar a cabo la labor analítica. Los afectos más elaborados, que vemos en la situación típica psicoterapéutica y analítica, implican disociación defensiva de los componentes afectivos, en contraste con afectos primitivos, en que vemos todos los elementos en conjunto, pero en que por la misma intensidad de estos elementos, aparentemente se oscurece el hecho de que también constituyen una relación de objeto.
Tendemos entonces a no ver que en la rabia más primitiva, que en la excitación sexual más primitiva, no hay excitación sexual solamente, no hay rabia solamente, no hay estado de euforia maníaca solamente, sino una representación del sí mismo en relación con una representación de objeto.
Los afectos, en resumen, son puente entre sistemas instintivos biológicos y sistemas motivacionales psíquicos. Son un puente que está constituido por estructuras innatas con componentes fisiológicos y psíquicos, que se activan en la relación interpersonal desde el comienzo de la vida, que tienen una función de señalización, de lectura y emisión de señales que facilitan la organización del mundo interpersonal, que facilitan la organización del sí mismo y de las representaciones de objeto, que dominan componentes afectivos más primitivos y que se organizan a través de engramas de memoria afectiva, localizadas en el sistema límbico, en una organización motivacional longitudinal a lo largo de libido y agresión y que son activados en la situación psicoterapéutica y psicoanalítica en forma de estados afectivos con sus respectivos aspectos representacionales diádicos de sí mismo y de objeto.
¿Es éste el único sistema biológico que relaciona lo fisiológico con lo psíquico? ¿Hay otros sistemas puente, o son los afectos el sistema único?
Kernberg no duda que los afectos son el sistema más fundamental que liga lo fisiológico con lo puramente psíquico, pero es importante también señalar que los aspectos representacionales de los afectos no son simplemente registros de estados subjetivos sino llegan a ser también cadenas asociativas mentales que al comienzo son automáticas: se prende la luz y eso significa “viene mamá, me va a dar el pecho”.
Son cadenas asociativas representacionales, que empiezan probablemente como pictogramas preverbales, que se continúan como situaciones narrativas innatas de secuencias representacionales asociativas aprendidas, pero que en un momento dado incluyen la capacidad de separar un elemento representacional de la cadena de elementos representacionales aprendidos.
Esta separación de un elemento de toda la cadena es el comienzo de la función simbólica, que consiste en utilizar un elemento para representar otro.
Esta función simbólica nacería como utilización de un elemento de una cadena asociativa para representarla y ser integrada con otros representantes.
La función simbólica cognitiva, sería otro elemento que se separaría de este desarrollo de afectos tempranos, en un desarrollo independiente, complejo, que contribuiría a la naturaleza de las estructuras puramente psíquicas. Aquí estamos haciendo la conexión con los conceptos de desarrollo de Piaget.
La capacidad de disociar experiencias reales en sus componentes afectivos extremos, es decir, de distorsionar artificialmente la realidad para proteger lo bueno de contaminación con lo malo, y el uso defensivo de clivaje y mecanismos relacionados, constituyen, también, otro elemento esencial, un mecanismo puramente psíquico que tiene sin embargo una función de puente entre lo físico y lo psíquico, porque puede en situaciones extremas, llegar a la desorganización afectiva y a la patología más grave afectiva que se ve en psicosis y en enfermedades psicosomáticas.
Todavía estamos en el comienzo del estudio del mecanismo de represión como un mecanismo complejo que compartimentaliza la experiencia psíquica y tiene una función fundamental en el establecimiento del aparato tripartito.
De modo que: simbolización- clivaje- represión, son otros elementos esenciales en la organización de la realidad psíquica como tal, pero en todo caso, parece que el elemento fundamental son los afectos, y que una teoría pulsional que no se basa en los afectos, no permite establecer la ligazón entre estructuras puramente psíquicas y otras puramente biológicas.
PATOLOGÍA EN LAS RELACIONES DE AMOR
Introducción
Resumiremos aquí los estudios de Kernberg acerca de la psicopatología de la pareja.
Presentaremos algunas conclusiones y no la evidencia; tampoco la metodología ni la literatura al respecto.
Mucho de lo que sigue proviene de contribuciones de psicoanalistas franceses y en algunos puntos mencionaremos algunos de los autores más importantes, pero será un esquema breve y no se hará justicia a todos los que han contribuido en este campo.
Al entrar en este tema, algunas preguntas que dan la motivación para hacerlo son:
¿Qué es lo que contribuye a que las parejas se mantengan juntas?
¿Qué contribuye a la estabilidad de la relación de pareja?
¿Qué es lo que contribuye a romper la pareja?
Al estudiar pacientes con patología limítrofe y sobre todo narcisista, o sea, con patologías muy graves, sorprende que muchas veces, al observar la relación de pareja de ellos, se vea que se llevan muy bien y sean parejas satisfactorias. Al contrario, personas normales individualmente, se pueden llevar muy mal. O sea, no habría relación entre grado de psicopatología y relación de pareja. Esto también ha sido observado por otros autores.
Desde un punto de vista práctico, al presentarse una pareja o un individuo diciendo:
“Tengo problemas con mi pareja”.
Ahí uno tiende a plantearse:
¿Cuál es el pronóstico de esta relación?
¿Cómo intervenir?
¿Hasta qué punto debe realizare tratamiento individual?
¿Hasta qué punto debe realizarse tratamiento de pareja?
Kernberg ha trabajado en conjunto con terapeutas familiares y con terapeutas sexuales, y a través de esta labor, han surgido las ideas que vamos a resumir.
NIVELES DE LA RELACIÓN DE PAREJA
A su juicio hay tres niveles fundamentales que determinan el futuro de la relación de pareja. El esquema que utiliza deriva y es una modificación del de Henry Dicks, quien en su libro Tensiones Matrimoniales, aplica un esquema psicoanalítico basado en las ideas de Fairbairn y la así llamada Escuela Independiente Inglesa. A juicio de Kernberg, este es el mejor libro sobre conflictos de pareja o conflictos maritales, desde un punto de vista psicoanalítico. Se publicó en 1963, cuando era el Jefe de la Sección de Conflictos Conyugales de la Tavistock Clinic. Esencialmente los tres niveles en que se puede estudiar la pareja son:
Primero; el nivel de su relación sexual.
Esto parece bastante obvio, mientras mejor la relación sexual d la pareja, más segura es su permanencia.
El segundo nivel, es el de las relaciones de objeto predominantes en la relación de la pareja.
Mientras más armonía hay en el ámbito de las relaciones de objeto dominantes, mejor la relación a largo plazo de la pareja.
El tercer nivel, es el de la función del superyó conjunto de la pareja.
Mientras más capacidad de desarrollar. un superyó en conjunto, maduro y flexible, mejor la relación de pareja.
Complicaciones.
En cada uno de estos tres niveles, hay una conjunción de amor y odio, de libido y agresión, que entran en una compleja relación y que deben ser integrados, para dar realmente profundidad y permanencia a la pareja.
Hay un elemento agresivo fundamental y normal, que es sumamente importante en los tres niveles8.
Si hay una inhibición excesiva de este elemento agresivo, se produce un empobrecimiento de la relación de la pareja. Todo puede andar muy bien en la superficie, pero es una superficie frágil, vacía, no llenadora.
En el otro extremo: Si la agresión empieza a predominar, se produce un deterioro agresivo que puede llevar a la destrucción de la pareja.
O sea:
La integración de agresión dentro del amor, es un aspecto fundamental para dar profundidad a la relación, con un extremo por un lado de inhibición y empobrecimiento, y al otro lado de dominio excesivo y ruptura.
Este es el esquema fundamental que desarrollaremos a continuación y que tiene importancia central en la evaluación de cada pareja.
DIAGNÓSTICO DE LA RELACIÓN DE PAREJA
Cuando se ve a una pareja, lo primero que debe investigarse es:
— ¿Cómo es su vida sexual, qué grado de riqueza, multiplicidad, intensidad, fantasía y juego, están incluidos en su relación sexual?
— ¿Cuál es el grado de satisfacción, de intensidad, de riqueza de la “relación objetal?”.
— ¿Cuál es el juego de los valores en conjunto y cuáles los conflictos alrededor de ellos que expresan la patología del superyó conjunto?
Dicks decía:
“Cuando una pareja se lleva mal en esos tres niveles, se rompe, y cuando selleva bien en los tres niveles, anda muy bien. Cuando se lleva bien en dos nivelesy muy mal en uno, la pareja se mantiene junta, pero tiene un conflicto crónico,y si hay conflicto serio en dos de esos niveles, hay conflictos graves crónicos y la pareja, si es que se mantiene junta, es porque obtiene una satisfacción dominante de la actuación de sus necesidades sadomasoquistas”.
Veamos en detalle cada uno de estos planos:
Primer plano: la relación sexual
Excitación sexual primaria. Lo fundamental en este plano, es algo que damos por descontado y no debiéramos, nos referimos a:
La capacidad de excitación sexual primaria
Es decir, la capacidad de integrar la sensualidad de la piel y de la superficie mucosa del cuerpo con un significado psicológico.
Esta integración es la que da a la sensualidad un significado claramente sexual, y que al entrar en juego con la estimulación sensual de los órganos genitales, lleva a una estado de excitación general difusa, la excitación sexual, que conduce a la capacidad del orgasmo.
En casos de patología narcisista y limítrofe graves, puede haber inhibición le esta sensualidad primaria y entonces, lo que encontramos, es una incapacidad de sensualidad que puede ser sumamente difícil de resolver, de mal pronóstico, excepto con tratamientos muy prolongados, y que deben recrear esta capacidad, a través de analizar conflictos alrededor de agresión muy profundos.
Biología de la excitación sexual.
No mencionaremos aquí todos los antecedentes biológicos de la excitación sexual. Se sabe que hay un complejo mecanismo hormonal que controla la excitación en el reino animal, que está regido por controles genéticos construidos en la diferenciación sexual entre cromosomas XX y XY, los que se traducen en el desarrollo predominante respectivo de órganos sexuales primarios masculinos y/o femeninos. Esto lleva a la generación de hormonas, cuya circulación estimula el desarrollo específico de ciertas zonas cerebrales, y por último, el desarrollo de los caracteres sexuales primarios y secundarios externos, con la consiguiente capacidad de conducta específica sexual.
O sea, en biología, todo el aparato sexual está regido más que nada por genética, por una organización del sistema nervioso central y el subsecuente control hormonal.
Aspectos psicológicos de la excitación sexual.
A medida que avanzamos hacia los primates, la situación empieza a cambiar. Se sabe, desde la abundante evidencia de experimentación con primates, que el control de la capacidad de una relación sexual normal está dado no sólo por un aparato biológico intacto, sitio por el contacto temprano del bebé con la madre. Las experiencias con la madre de alambre, demostraron cómo graves perturbaciones en las primeras semanas de vida, en la relación infanto-materna, pueden distorsionar y destruir la capacidad de relación sexual en forma definitiva y a largo plazo.
Estos experimentos, que se han desarrollado en forma cada vez más completa muestran cómo a medida que se avanza en el reino animal, el control social predomina cada vez más sobre el control biológico, lo que llega a ser máximo en el ser humano.
Además, ahora tenemos los primeros experimentos y evidencia empírica de que la activación de todos los afectos está determinada por la interacción madre-bebé y que si hay patología grave de ésta, eso puede destruir la capacidad de activación compleja de afectos y secundariamente perturbar gravemente las relaciones de objeto.
Lo que nos interesa en este punto es que la excitación sexual, es un afecto, que en forma sorprendente no se ha estudiado en fisiología, en psicofisiología ni en neuropsicología. Recién en los últimos años se le está dando importancia, pero Ias evidencias de neuropsicólogos y psicoanalistas como Rainer Krause9 en Alemania, las investigaciones de psicoanalistas como Robert Stoller10 y Eleanor Galenson11, en los Estados Unidos, y de Michel Fain y Denise Braunschweig12 en Francia, han dado evidencias de que la capacidad de desarrollo pleno de la excitación sexual está determinada por la relación infanto-materna y que hay diferencias en el desarrollo sexual de niñas y niños.
Estudios psicoanalíticos.
Un breve resumen de las evidencias y teorías psicoanalíticas es el siguiente:
Desde el nacimiento hay una actitud normalmente diferenciada de la madre hacia el bebé de sexo masculino o femenino. Es decir, la madre, inconscientemente, trata en forma distinta al niño y a la niña. En este tratamiento diferencial se inicia y se consolida:
La identidad sexual básica.
Nos sentimos hombres o mujeres, no por nuestras hormonas, o por la constitución física de nuestro cuerpo, sino por:
La asignación sexual primaria
Esta se efectúa en los primeros dieciocho meses de vida y está en general consolidada a los tres años de edad.
Stoller, en sus estudios de transexualidad ha mostrado que la asignación de un sexo opuesto por parte de los padres puede determinar la identidad en el hijo o hija. Un niño se siente niña, a pesar de que tiene órganos masculinos, y éstos son los casos más profundos de transexualidad. Por supuesto que hay profundos conflictos parentales cuando hay una asignación falsa de sexo. Hay que recordar, eso sí, que hay casos en que por defectos hormonales o genéticos, individuos son de sexo intermedio en la apariencia externa, y es según la asignación maternal, que se desenvuelve su identidad fundamental.
Ahora bien, no hay ninguna evidencia experimental directa, todavía, de que la persona que más nos atrae, hombre o mujer, también esté determinada por la asignación primaria en la relación materno-infantil.
O sea, podemos decir porqué uno se siente hombre o mujer, pero no tenemos evidencias, todavía, de porqué estamos interesados sexualmente más en un hombre o en una mujer.
Sin embargo, por evidencia indirecta, parece lógico pensar, que en esta asignación primaria de sexo: “tú bebé, eres hombre” o “tú bebé, eres mujer”, al mismo tiempo se asigna una relación: “yo madre-mujer, me relaciono contigo como bebé-hombre y tú eres mi objeto erótico”. Esta primera fijación, es muy importante para orientar al bebé-hombre hacia la madre-mujer. De la misma manera, una orientación de la madre hacia la hija “tú, hija, eres mujer y yo rehúyo ser tu objeto erótico”, es un primer y profundo mensaje inconsciente, que contribuye a la orientación de la niña hacia el padre como objeto sexual.
Braunschweig y Fein analizaron en detalle las características de la excitación sexual normal y relacionaron estas características con los aspectos más tempranos de relación edípica.
Las características de la excitación sexual incluyen:
Primero:
Un deseo muy intenso de fusión.
De llegar a ser uno nuevamente, el deseo (de volver a una relación simbiótica, junto con un deseo de penetración amorosa.
Este deseo de fusión expresa también la bisexualidad profunda del ser humano. Es una bisexualidad psicológica, que no deriva directamente de la bisexualidad anatómica, como pensaba Freud. Sabemos que biológicamente, el desarrollo humano es básicamente por la línea del sexo femenino. Bajo condiciones de deficiencia hormonal global el desarrollo es predominantemente femenino. Cuando hay activación y predominio de hormona masculina, el desarrollo cambia hacia lo masculino.
Psicológicamente, sin embargo, hay un deseo de fusión, que es al mismo tiempo deseo de ser objeto de la madre y estar fusionado con ella. Este deseo da origen tanto a impulsos heterosexuales como homosexuales. Esta es una bisexualidad psicológica fundamental, que se traduce después, durante la excitación sexual, en la intensa excitación que tenemos con nuestro propio orgasmo y el de la otra persona, porque este orgasmo vivido en conjunto, simbólicamente recrea esta fusión.
Al mismo tiempo, hay una constelación de órganos genitales, que son tanto aberturas del cuerpo: boca, vagina, ano, como prominencias: la lengua, el clítoris, el pene. las heces.
Desde muy temprano:
Las zonas orales, anales y genitales se activan en un deseo de penetrar y ser penetrado, que es al mismo tiempo deseo erótico sensual y que adquiere también profunda función agresiva.
Toda la agresión temprana toma la forma de querer penetrar el cuerpo o ser penetrado violentamente por el otro. El querer penetrar y ser penetrado, no son respectivamente masculino o femenino. Actividad y pasividad no coinciden con penetrar o ser penetrado. Hay un ser penetrado activo, en el sentido de querer englobar y hay un penetrar pasivo, en el sentido de querer ser englobado. El deseo sexual, entonces, se expresa en deseos de fusionar, de penetrar, de ser penetrado, lo que expresa tanto erotismo como agresión.
Donald Meltzer, psicoanalista británico, ha desarrollado la teoría de que la libidinización primaria de la relación infanto-materna, se expresa en la idealización de la superficie del cuerpo materno y esta idealización que es erótica es el origen de la idealización de la superficie corporal en los dos sexos. Comienza con la excitación sexual de ver a la otra persona desnuda y de ver, especialmente, aquello desnudo que se oculta en el contacto social interpersonal habitual13.
Por el otro lado, la relación agresiva, según Meltzer, se proyecta en la forma de fantasías agresivas que tienen que ver con el interior del cuerpo. La agresión se expresa como fantasías de destrucción y peligros del interior del cuerpo.
La idealización erótica con la idealización de la superficie y el penetrar y ser penetrado, constituye un esfuerzo de síntesis, de condensación, de mezclar lo erótico y lo agresivo.
Hay entonces un núcleo sadomasoquista profundo en la excitación sexual, y cuando hay inhibición profunda de la excitación y no funciona este núcleo sadomasoquista, se disminuye enormemente la capacidad de excitación sexual e incluso de orgasmo.
En la excitación sexual, hay también:
Un deseo psicológico de penetrar, de conquistar, de romper barreras de prohibición.
Es una experiencia común, que en un strip-tease, mientras la persona lo hace y está medio desnuda, la excitación sexual del que observa es máxima. Cuando la persona está totalmente desnuda, cuando ya no hay ninguna barreta que romper, la excitación sexual disminuye. Las bailarinas que hacen este tipo de trabajo, saben muy bien porqué desaparecen inmediatamente de la escena cuando están completamente desnudas.
Del mismo modo, en las fantasías eróticas inconscientes que acompañan la excitación sexual, hay deseos de fusión, de agredir y ser agredido, de mirar y ser mirado con gestos agresivos: “yo tengo lo que tú deseas y esto me excita”. O sea, tendencias sádicas, masoquistas, fetichistas, exhibicionistas, voyeristas, hetero y homosexuales.
Esta multiplicidad de deseos sexuales y de fantasías concretas de juego sensual que lo expresan constituye:
El polimorfismo perverso infantil.
Cuyo desarrollo normal es esencial para una relación sexual satisfactoria y plena. Es importante consignar que el psicoanálisis clásico no daba bastante importancia a la relación polimorfa perversa sexual como parte de las relaciones sexuales normales.
Braunschweig y Fein, volviendo a esos autores franceses, señalaron al mismo tiempo, que la excitación sexual producida en el niño por la madre, se intensifica tanto con el cuidado físico de ella, como cuando la madre lo abandona para ser nuevamente mujer de su marido, o mujer de su hombre, y en este abandono, que da origen al autoerotismo y a la masturbación, es la frustración, es el deseo de reemplazar, de invadir la relación edípica, lo que intensifica la excitación sexual.
Gratificación y frustración
Son entonces dos elementos que intensifican la excitación sexual y llevan al deseo de provocar, excitar y frustrar (teasing) y ser excitado y frustrado, como elementos también importantes de la relación sexual.
Entonces, la integración de frustración, agresión y erotismo son aspectos fundamentales de la erotízación de los dos sexos.
Veamos ahora algunas de las diferencias.
Diferencias fundamentales en el desarrollo normal de la mujer y del hombre
En el caso del hombre, la madre mantiene la ligazón erótica con el niño, lo que lleva a una permanente erotización de los genitales externos masculinos y a una afirmación del erotismo sexual que se manifiesta en el predominio mucho má frecuente de la masturbación del niño a través de toda la época edípica.
Al revés, la masturbación de la niñita tiende a inhibirse después de los ocho meses, y es mucho menos frecuente de ahí en adelante a través de todo el período edípico infantil.
O sea, existiría una inhibición del erotismo de la niñita frente a la madre y una estimulación directa del erotismo del niñito frente a la madre.
En el caso de la mujer, viene después un cambio de orientación sexual hacia el padre, lo que significa un abandono por parte de la niña, de la relación primaria a con la madre, un paso que los franceses llaman valiente (courageux), de abandono de la primera relación objetal para dedicarse a una relación objetal erotizada con el padre, que es físicamente distante y que da origen a una capacidad de confianza en una relación de objeto en el caso de la niña14. Esto no se produce en el niño varón, que se mantiene unido a su primera relación, que es la relación con la madre, traduciendo directamente de la relación con la madre, hacia todas las relaciones de objeto con mujeres, la profunda ambivalencia y los conflictos primarios con la madre característicos de los dos sexos.
Esto produce diferencias posteriores.
El hombre empieza con una capacidad de libertad sexual mucho mayor que la mujer, por la estimulación temprana de su genitalidad sexual, pero con una capacidad de profundización de la relación de objeto mucho menor, porque no ha hecho este cambio de objeto y porque mantiene profundos conflictos ambivalentes con la madre.
La niña, por el contrario, comienza con una inhibición sexual secundaria a la inhibición por parte de la madre y con una capacidad de relación de objeto en profundidad bastante mayor.
Esto hace que en la adolescencia, la tarea fundamental de la niña y muchas veces de la mujer adulta, sea volver a integrar la capacidad de liberación sexual, en una relación profunda con el hombre, mientras que la problemática del hombre es superar la ambivalencia profunda con la madre, hacia una relación en profundidad con la mujer, de modo que se pueda sintetizar su capacidad erótica más libre con la relación de objeto que se está desarrollando.
La mujer, generalizando, tiene que aprender la liberación sexual dentro de una relación de objeto profunda, y el hombre, transformar la relación con el objeto sexual en una relación de objeto profunda. Esto es un factor psicológico, que indudablemente se refuerza por conflictos sociológicos y culturales, pero como una disposición psicológica muy importante.
Desde el análisis que hemos hecho hasta aquí, se desprende que los peligros que una pareja puede tener que enfrentar en el plano sexual son:
La inhibición genital primaria.
La inhibición secundaria por conflictos edípicos excesivos y represión excesiva de lo genital.
Podemos decir de inmediato que las inhibiciones sexuales por represión excesiva, tienen mucho mejor pronóstico que las inhibiciones sexuales por inhibición primaria.
El peligro está en que cuando hay un predominio de agresión, las fantasías eróticas llevan y llegan a ser predominantemente perversas infantiles, con un deseo de destruir la relación en la misma expresión de la relación genital.
Esto se ha expresado, por ejemplo, en el sexo grupal, donde hay un deseo de liberación sexual total, sin ninguna restricción dada por relaciones de objeto profundas, y que lleva a la destrucción típica de parejas que están entregadas a estas relaciones grupales por períodos prolongados de seis meses a dos años y que, como se ha visto en estudios sociológicos, tienden a destruir la pareja.
Los peligros están representados, entonces, por la inhibición, por un lado, y por un englobamiento de toda la relación en un polimorfismo sexual que destruye la intimidad de la pareja, por el otro.
Segundo plano: relaciones objetales
En cuanto a las relaciones objetales —el segundo gran nivel en que se puede y debe estudiar la pareja— lo más importante es que hay dos desarrollos simultáneos.
Desarrollo consciente.
La experiencia consciente que el individuo tiene de cómo quiere tener su vida de pareja, su relación de pareja. Si el ideal que las dos personas tienen de cómo va a ser la relación de pareja coincide, por supuesto que se llevarán mejor.
Desarrollo inconsciente.
Corresponde a la relación de objeto dominante infantil no resuelta, que se activa en la relación de la pareja, en el sentido de una activación inconsciente por identificación proyectiva de esa relación de objeto no resuelta. Esto corresponde a una inducción que hace cada miembro de la pareja, en el otro, para que active alguna persona traumática, frustradora del pasado
Así, inconscientemente una mujer induce en su marido, las actitudes frustrantes y agresivas de su propia madre, repitiendo inconscientemente la relación con la madre en la relación con el marido.
En general, además, las relaciones inconscientes dominantes no respetan el sexo real de los dos miembros de la pareja.
Lo importante es que no hay nadie que llegue a una relación adulta de pareja sin tener tales resabios del pasado, y si la relación de pareja es tan normal, tan objetiva, tan bien adaptada, que estos aspectos profundos no se pueden expresar se produce un empobrecimiento, un vaciamiento en la vida de la pareja, una sensación vaga y difusa de que todas las necesidades de uno no son expresadas.
Por otro lado, si la relación patógena pasada es tan intensa que empieza a invadir y destruir los aspectos más normales de la relación, se llega a un un conflicto de incompatibilidad grave.
¿Cuál es lo solución normal que adoptan las parejas? La solución normal está en un fenómeno muy importante e ignorado antes de los estudios psicoanalíticos, especialmente de la escuela francesa, que es:
La discontinuidad.en la relación.
En toda relación íntima hay discontinuidades muy importantes, que se expresan en lo que desde afuera parece muchas veces como la locura de cada pareja.
Un ejemplo muy sencillo:
La pareja formada por un hombre dominante, fuerte, macho, con una niñita tímida. El lo sabe todo, arreglar los artefactos de la casa, manejar en el camino y ella lo sigue en todo. El es el hombre dominante y ella es la niñita protegida. A él le da una gripe, está en la cama, se empieza a quejar y de repente es un niñito chico que siente que se muere y ella es la enfermera eficiente que lo mima, que lo trata como bebé. El, en forma irracional, se pone irascible, pide cosas y ella es como una madre madura y paciente con un bebé temperamental e irritado. De un momento a otro esto cambia, terminando tan bruscamente como empezó, y los dos siguen, después, actuando como que todo es y ha sido perfectamente normal.
El anterior es un ejemplo trivial, pero en forma más profunda se activan éstas y otras discontinuidades y la tolerancia de ellas permite una síntesis entre:
Relaciones inconscientes, reactivadas por identificaciones proyectivas mutuas y las aspiraciones normales reales de la pareja.
La patología de la pareja, se produce en aquellos casos en que la discontinuidad es tan extrema, que la pareja no la puede tolerar o cuando el aspecto patológico invade de tal modo los aspectos normales, que rompe las expectativas conscientes normales.
Un segundo aspecto en que la relación objetal de la pareja expresa sus necesidades inconscientes es:
La activación de aspectos narcisistas profundos y de conflictos edípicos directos e inversos. . . .
Los aspectos narcisistas consisten en que inconscientemente la persona trata de completarse con una persona igual a uno mismo, pero del otro sexo. Los trabajos más importantes en este plano, los ha desarrollado Didier Anzieu, en París.
El ser humano tiene dos barreras fundamentales en la vida: la de la edad y la del sexo.
La de edad la sobrepasamos, somos niños y envidiamos a los adolescentes, somos adolescentes y envidiamos a los adultos. Cuando llegamos a un punto que ya no tenemos a nadie para envidiar, termina la vida. Es decir, las barreras de edad se van superando, no sólo en que uno avanza, sino que en la medida que lo hace, es capaz de identificarse cada vez más con gente mayor y menor. Ese es un aspecto de crecimiento de la identidad personal.
Nunca, sin embargo y normalmente, somos capaces de entrar realmente en la vida del otro sexo. Excepción a esto, es lo que se produce en ciertos aspectos contratransferenciales empáticos en el psicoanálisis, cuando el psicoanalista, y esto es muy importante, se siente confortable con sus estructuras homosexuales para poder tratar tanto pacientes heterosexuales como homosexuales.
Este deseo de completarse con alguien del otro sexo y de sentirse narcisistamente satisfecho, es un aspecto universal de la pareja. Muchas veces vemos parejas viejas y nos maravillamos de cómo es que dos personas tan parecidas llegaron a encontrarse. Y el proceso, en realidad es inverso. Buscamos en la pareja una completación homosexual narcisista, alguien que sea igual a nosotros y resentimos la diferencia sexual de la otra persona. Esto es muy importante, porque bajo condiciones óptimas, permite sentirse fusionado como si el sexo no fuera diferente. Bajo condiciones patológicas, sin embargo, el resentimiento y la envidia al otro sexo destruyen la pareja, porque la otra persona no puede ser tolerada porque no es igual a uno.
Es uno de los factores que llevan a la ruptura de la pareja en individuos con profunda patología narcisista.
El peligro de esta gratificación narcisista homosexual y heterosexual es que cuando es muy completa elimina la discontinuidad y puede, y en general tiende a infiltrarse con agresión, que no puede ser manejada en la separación.
Típicamente las parejas empiezan con una “piel en conjunto”, expresión de Anziu, “una piel de amor”. Una pareja de enamorados se pregunta cada diez minutos “¿me quieres todavía?, dime que me quieres”, y esto es una cosa maravillosa. Nos olvidamos de que esto mismo se transforma si no se resuelve. Después de algunos años: “otra vez me estás diciendo lo mismo, tú siempre igual, hasta cuándo”. Es decir, la “piel de amor” se transforma en una “piel de odio”. Todo lo anterior está referido al equilibrio narcisista.
En cuanto a la relación edípica:
La estructura edípica es permanente en la vida humana y en la pareja se manifiesta en triangulación directa y en triangulación inversa.
a)Triangulación directa.
Consiste en que inconscientemente, se tiene la fantasía de que hay un rival. Si se es mujer, hay otra mujer más maravillosa y perfecta que se va a apoderar de su hombre si no lo cuida. Los celos, son la protección normal frente a esto que consiste en una sensación de inseguridad, pero al mismo tiempo, de triunfo. Ella siente: “él está acostándose conmigo y no con la otra”. Lo mismo ocurre en el caso del hombre: “soy yo el que está en la cama con ella”, no el rival inconsciente.
Una de las fantasías sexuales más frecuentes es la de tener elaciones sexuales en presencia de una tercera persona, excluida. Esto es la contrapartida del deseo intenso de mirar a una pareja tener relaciones sexuales, es decir, de invadir la pareja edípica.
De modo que hay un rival que pone en peligro la relación de pareja normal y esto es triangulación directa. Da origen a conflictos, porque está el deseo de provocar esta situación, y al mismo tiempo, el temor a ser rechazado, lo que provoca un incremento de sentimientos de inseguridad, de inferioridad.
b) Triangulación inversa. Es la fantasía de invertir la experiencia edípica, teniendo otra persona del otro sexo, además de la que uno tiene. La fantasía del hombre sería: “yo, niñito chico, siempre tuve que pelear con mi papá, quien se quedaba con mamá, ahora, hombre grande, voy a tener dos mujeres para que ellas se peleen entre sí por quién me va a tener”. Sucede lo mismo en el caso de la mujer.
De modo que hay otro objeto ideal del otro sexo, que uno compara con la persona real que uno tiene, y la relación fantaseada con la cual expresa la agresión hacia el objeto sexual del otro sexo.
Por lo tanto, cuando una pareja tiene relaciones sexuales, en la fantasía consciente o inconsciente, siempre hay seis personas juntas: la pareja, el ideal, y el rival de cada uno de los dos. Optimamente esto intensifica la excitación sexual.
Y en la relación de pareja, las relaciones sexuales normales, son relaciones que oscilan entre una fusión completa, sin fantasías, sólo está la pareja, no hay nadie más, con otros períodos con fantasías de relaciones con otras parejas que crean una contrapartida excitante a la relación real.
Tercer plano: la función del superyó conjunto de la pareja
Bajo condiciones normales, el superyó de la pareja tiene tres componentes, siendo el primero:
El superyó de cada uno
Que asegura que en la relación amorosa no haya sólo un elemento erótico, un elemento de ternura, sino también de preocupación, de responsabilidad mutua, que protege por lo tanto la relación de la pareja contra activación excesiva de agresión.
Un segundo elemento superyoico es:
La proyección sobre la otra persona de los aspectos más conflictivos del superyó infantil propio.
Como se sabe, la persona que más se quiere, es también aquella que más lo puede herir, cuya crítica es más devastadora, lo que se debe a esta proyección del superyó infantil. Los dos miembros de la pareja llegan a ser sus perseguidores máximos por este fenómeno. Esta proyección, sin embargo, tiene la ventaja de que el superyó infantil se exterioriza y uno se libera de él. Entonces, en la discontinuidad de la pareja, el someterse y rebelarse a los juicios críticos del otro, expresa una nueva manera de integrar en forma productiva la agresión intantil integrada al superyó.
Una de las pruebas de esta proyección mutua, la encontramos en las terapias sexuales de personas normales. Si tomamos parejas normales, que han vivido juntos por muchos años, y les hacemos terapia sexual, su vida sexual mejora enormemente. Esta es una mejoría que dura aproximadamente seis meses, después todo vuelve a la normalidad. El mecanismo que opera aquí es la ruptura, inhibición, o disolución temporal de este superyó infantil proyectado.
En condiciones patológicas, la proyección de un superyó infantil sobre la pareja, puede llevar a relaciones distorsionadas, sadomasoquistas crónicas. Por ejemplo, un caso frecuente, es el de un hombre siempre bueno, decente, limpio, cuidadoso, que busca una mujer que es como una madre crítica, con una estructura sadomasoquista, que lo reta, que lo hace sentirse mal y él dedica toda su vida a tratar que ella se sienta mejor, pero ella se siente todo el tiempo frustrada, desilusionada, porque él no vive a la altura que ella siente que necesita para estar bien. Esto puede ser una relación muy estable.
Las distorsiones mutuas por patologías del superyó tienen resistencias significativas, porque muchas veces reflejan superyós muy fuertes de cada uno de ellos. Por supuesto, el peligro está en que a través de los años, la pareja cambia, el individuo cambia, y el aumento de autonomía y autocrítica individual puede llevar a deshacer una ideología que parecía perfectamente factible al comienzo de la vida de la pareja.
El tercer aspecto del superyó. lo constituye:
El verdadero superyó conjunto de la pareja.
Esto es la creación de un sistema de ideales y aspiraciones. que provienen no sólo del superyó inconsciente infantil, sino de las adaptaciones sociales, culturales, políticas, religiosas. O sea, aquello a lo que cada uno de ellos aspira corno vida normal y de relación de la pareja adaptado a los dictados del medio ambiente.
Bajo condiciones óptimas, este superyó es autónomo e independiente, permite a la pareja funcionar independientemente, en cierto sentido, del medio ambiental.
Bajo condiciones patológicas, este superyó es tan infantil, tan restrictivo, tan convencional, que hace que la pareja viva por el “qué dirán”, inhibiendo su capacidad de desarrollar una vida propia profunda. Por último, este superyó conjunto de la pareja, tiene que ver con la relación le la pareja y el grupo. Protege a la pareja de la invasión por el grupo. Nuestras relaciones adultas son en general relaciones de pareja entramadas en redes de parejas. Estas relaciones tienen un profundo elemento erótico. Son los maridos de nuestras amigas, cuando somos mujeres y son las mujeres de nuestros amigos cuando somos hombres, los objetos sexuales más atractivos. Es lógico, porque provienen del mismo medio cultural, político, social, etcétera.
Nos interesa preservar la independencia de las parejas, para evitar la destrucción del grupo social y proteger la propia pareja. Estamos, sin embargo, tentados de activar las triangulaciones directas e inversas en esas relaciones.
Entonces, el grupo es una amenaza para la pareja, pero al mismo tiempo, permite descargar agresiones no resueltas de la pareja en él. Llegamos a la casa en la noche y antes de acostarnos criticamos felizmente a todos los demás con quienes hemos estado. Son nuestros mejores amigos y sabemos que ellos van a hacer lo mismo. Es un modo de descargar agresión en forma inocente. Una pareja totalmente aislada socialmente, crea el peligro de ahogarse en las propias agresiones, que no se pueden dirigir hacia afuera. La pareja necesita al grupo para sobrevivir, y al mismo tiempo, el grupo necesita a la pareja, porque las parejas exitosas aseguran a todas las parejas de que hay futuro en la pareja.
Un grupo en que una pareja se rompe, crea una situación de shock que necesita elaboración.
PSICOPATOLOGÍA DEL ODIO
Introducción
Ya hemos visto que en la teoría psicoanalítica, agresión y libido son las dos pulsiones básicas.
La excitación sexual puede ser considerada como la emoción básica alrededor de la cual se organiza la libido como pulsión.
Del mismo modo, uno podría decir que la rabia es la emoción básica en la cual se organiza la pulsión agresión, y que el odio es una emoción compleja, derivada de la rabia y que aparece en el centro de la psicopatología de la agresión.
El problema controvertible en la teoría psicoanalítica de la agresión es si esta pulsión es primaria o corresponde a una reacción secundaria.
En la psicología del self, de Kohut, se rechaza la teoría de Freud, que sustentan la mayoría de los psicoanalistas, de la agresión como una pulsión o tendencia primaria. Se considera que la agresión es un producto de la desintegración del sí mismo arcaico, bajo condiciones de frustraciones extremas.
Pero si aceptamos que la agresión es una tendencia primaria, siempre está el problema de si es una disposición innata invariable o si es activada por factores externos, actualizándola. Parece una discusión teórica, porque en la práctica es casi imposible imaginarse una situación de vida donde no hubiera estímulos que producen frustración, irritación y agresión.
TEORÍA GENERAL AFECTIVA Y SU RELACIÓN CON PULSIONES
Lo importante es que tanto agresión como libido, tienen aparatos neurofisiológicos innatos, activados bajo ciertas circunstancias externas que son prácticamente inevitables, normales dentro de la vida humana.
Para Freud, tanto libido como agresión, eran las pulsiones básicas derivadas del aparato biológico, pero situadas en la frontera entre lo físico y lo psíquico, que tenían fuentes de origen, una meta o finalidad, una presión o intensidad, y por último, objetos. Lo interesante es que Freud describió objetos y fases de desarrollo para la libido pero no para la agresión.
La importancia de la teoría de la agresión en los escritos tardíos de Freud, contrasta con el subdesarrollo de la misma a través de toda su obra y, en cierto sentido, a pesar de la enorme importancia que agresión ha tenido en la práctica clínica, todavía persiste el subdesarrollo de la teoría respectiva, lo que maximiza el interés de su estudio.
Recordemos brevemente que las pulsiones, como motivaciones psíquicas ulteriores, se diferencian de los instintos, como motivaciones fisiológicas y biológicas, en que:
Los instintos son discontinuos, homogéneos para toda la especie, innatos e inalterables, mientras que, por el contrario:
Las pulsiones son continuas, operan constantemente desde el inconsciente, son altamente individualizadas, dependientes en su organización de la historia personal del individuo, desplazables y modificables por el aprendizaje, por la redirección y por la maduración pulsional.
Profundizando en este tema agregaremos que cuando decimos que el instinto no se modifica y que la pulsión sí, debemos entender que esto es relativo, en el sentido de que para la concepción contemporánea de “instinto” no es que éste sea innato, sino que lo que considera es que hay disposiciones instintivas innatas que son activadas bajo ciertas condiciones ambientales y que el instinto total (como una secuencia biológica adaptativa) es la integración de una serie de disposiciones innatas a la luz de las experiencias ambientales que vive el individuo. O sea, el “instinto” también se arma en la serie animal, pero este armarse es homogéneo para la especie y es invariable y la relación entre estímulos ambientales y disposiciones innatas es relativamente simple.
Esto ya no vale, sin embargo, para los primates, en que complejos aprendizajes transforman la motivación, desde lo puramente biológico a lo psíquico, el instinto sexual por ejemplo, en pulsión. Pensemos solamente en la enorme dependencia que tiene la expresión sexual en la constitución del grupo familiar en el Macacus Rhesus o en otros primates que se han estudiado desde este punto de vista.
Entonces, las pulsiones se pueden modificar, justamente, porque se expresan en estructuras de relaciones de objeto investidas afectivamente y a medida que los afectos primitivos absolutos de amor u odio se integran, junto con la integración de relaciones de objeto escindidas, en este proceso los afectos se influyen mutuamente, produciéndose modificaciones de las pulsiones.
Por otro lado, cuando se trata de afectos avanzados (afectos más elaborados y complejos), éstos están cada vez más infiltrados de significado cognitivo y son además controlados por estos significados. De modo que no estamos entregados a las pulsiones necesariamente.
¿Cómo se modifican las pulsiones?
Por supuesto que las que son profundamente inconscientes y que se expresan en reacciones de formación o en síntomas no se modifican en toda la vida, y sufrimos de estas pulsiones reprimidas y sus efectos, a no ser que estemos en tratamiento psicoanalítico o psicoterapia psicoanalítica.
Por otro lado, hay experiencias de vida que por su significado simbólico pueden reorganizar experiencias, pulsiones reprimidas y cambiarlas profundamente. No es sólo por tratamientos que uno puede aprender. En este sentido, teorías psicoanalíticas antiguas, que decían que si en una terapia sexual no psicoanalítica una persona que antes tenía represión del orgasmo, podía lograrlo, el conflicto inconsciente se mostraría en otra parte, no eran ciertas, ya que lograr orgasmo y sobreponerse a una frigidez por un método de terapia sexual y no psicoanalítico, puede crear tal seguridad y satisfacción que crea un círculo benigno.
O sea, las modificaciones pulsionales son muy complejas y hay muchos modos en que pueden ocurrir.
Otro problema a resolver cuando pensamos en la modificación de las pulsiones es el de la repetición compulsiva. Sabemos hoy día que ella no es simplemente la tendencia eterna a repetir la pulsión, sino que, en general, lo que llamamos clínicamente “repetición compulsiva” corresponde a manifestaciones de agresiones muy profundas no resueltas. El cuadro del “odio” que desarrollaremos a continuación ilustrará las razones más profundas de estas repeticiones compulsivas en las transferencias que parecían resistirse a toda interpretación. La repetición compulsiva se puede entender mucho mejor como activación de odios profundos, de envidias profundas, de esfuerzos por elaborar traumas antiguos muy profundos, de activación de transferencias sadomasoquistas y expresión de reacciones terapéuticas negativas.
Lo que hemos dicho hasta aquí, con relación a la modificación de las pulsiones, no significa que todos los casos sean tratables y mejorables, pero que muchos lo son.
El equilibrio total entre mejoría y enfermedad, debemos recordar que depende de una serie de factores, no sólo de la modificación de las pulsiones. Las ventajas secundarias del síntoma, son muchas veces relevantes en este punto, ya que a veces es preferible permanecer enfermo porque las ventajas son mayores que las desventajas y esto ya lo reconocía Freud. Además las gratificaciones sadomasoquistas pueden ser tales, que de por sí destruyan todo esfuerzo de modificarlas. Con estas salvedades, diremos que “las pulsiones se pueden modificar en el contexto de las relaciones de objeto internalizadas en las cuales se organizan”.
Clínicamente, las pulsiones, como decía Freud, se observan sólo a través de afectos y representaciones.
Al estudiar la teoría freudiana del afecto, vimos que al comienzo para Freud afectos y pulsiones eran lo mismo. En una segunda fase, los afectos eran simplemente las manifestaciones de descargas pulsionales, mientras que las representaciones de las pulsiones se podían reprimir y se mantenían en forma constante, y por último, los afectos, en su última teoría aparecían como disposiciones innatas, especialmente la angustia.
O sea, Freud, gradualmente, comenzando con afecto como igual a pulsión, después desconectó los afectos de las pulsiones. Inició así un período en que prácticamente se empezó a ignorar los afectos en la teoría psicoanalítica y recién en los últimos veinte años, nuevamente se han estudiado en forma intensa. Tanto es así, que en este momento, la investigación del desarrollo temprano de los afectos, es uno de los cambios más importantes de la investigación psicoanalítica.
Ya hemos planteado, como una posición teórica general de Kernberg, que los afectos son las funciones psicofisiológicas innatas que representan las piedras fundamentales de lo que son las pulsiones, o sea, son los componentes de las pulsiones y las pulsiones se organizan por un conjunto de afectos que se van integrando en la pulsión.
De modo que agresión es la integración de los afectos agresivos y libido de los afectos libidinosos placenteros.
Esta teoría general da vuelta al revés la segunda teoría de Freud, según la cual afectos eran manifestaciones de descarga. Sabemos ahora que afectos no son sólo reacciones de descarga, sino que afectos, en forma de memoria afectiva, quedan fijados en las zonas corticales y que es posible provocarlos por estimulación de ciertas zonas corticales que reproducen memorias con intensos afectos. Hay además zonas subcorticales, especialmente diencefálicas e hipotalámicas, en que se puede activar directamente un afecto complejo. Hace treinta años, se consideraba a éstos como pseudoafectos. Ahora sabemos que éstos son realmente los afectos fundamentales, y que desde el punto de vista humano, desde el nacimiento tenemos la posibilidad de una activación afectiva total, y al expresar el afecto, de establecer una memoria afectiva que registra todos los aspectos afectivos y es capaz de reproducirla después.
TEORÍA PSICOANALÍTICA DE LA AGRESIÓN
Rabia, enojo, irritación
La agresión, como pulsión, comienza con la emoción que denominamos rabia. Esta, puede observarse desde prácticamente el nacimiento en sus aspectos motores, en expresiones faciales de descarga neurovegetativa, en aspectos posturales y también en la experiencia subjetiva correspondiente.
Esta emoción primaria de rabia, evoluciona gradualmente, manteniéndose como tal bajo condiciones de frustración, peligro o dolor intenso, reduciéndose después en sus manifestaciones.
De modo que hay una gama de reacciones de rabia, desde la más intensa, que es la rabia propiamente tal, la rabia primitiva, el enojo, que es una rabia disminuida y mucho más enfocada, y la irritación, que es un estado de ánimo más bien crónico, un derivado difuso con una predisposición a ser transformado en enojo o en rabia intensa.
Funciones psicológicas de la rabia
Al estudiarlas, nos encontramos con una serie progresiva de funciones, en el desarrollo de los primeros meses y años de vida.
Se resume aquí toda una serie de investigaciones del desarrollo de “rabia” como parte de la investigación acerca de afectos en niños. Especialmente los trabajos de Izard, y los de la Escuela de Paul Ekmand, en los EE.UU., que han sido seguidos por Krause, en Alemania.
— La función fundamental de la rabia en su forma más primitiva, es: Eliminar la fuente de irritación. Tiene por objeto desprenderse violentamente, deshacerse, librarse, de una fuente de irritación o frustración.
— Más adelante, la función de la rabia es tratar de:
Eliminar un obstáculo que aparece como barrera a la gratificación. El niño se irrita porque quiere alcanzar ese algo que le gusta y hay algo que se opone, ya sea la distancia o un obstáculo, y la rabia expresa el deseo o el esfuerzo de eliminar este obstáculo y lograr la fuente de gratificación.
Después, con la diferenciación del “sí mismo” del “objeto”, claramente la rabia está enfocada: A destruir un objeto malo.
Es un esfuerzo de librarse de un objeto malo. Aquí es donde se empiezan a producir círculos viciosos, en que la rabia que se siente por la frustración, es proyectada al objeto, y la rabia al objeto entonces es justificada en el sentido de que éste es un objeto malo que nos está atacando y que debe ser destruido. El mecanismo de identificación proyectiva, de otro modo, crea un círculo vicioso entre rabia proyectada y deseo de eliminar el objeto malo, una función fundamental de la rabia.
Posteriormente se produce una:
Condensación entre rabia y aspectos libidinosos placenteros con el deseo de hacer sufrir al objeto malo.
No eliminarlo, sino hacerlo sufrir. Este deseo de hacer sufrir produce un placer al mismo tiempo de eliminar el peligro del objeto malo. Es el origen del sadismo, del placer con el dolor ajeno, una emoción humana fundamental y que tiene un aspecto complejo doble porque por un lado uno quiere castigar al objeto malo haciéndolo sufrir, pero al mismo tiempo, hacerlo sufrir es un modo de proyectar sobre el objeto el sí mismo que sufre, es invertir la relación en que el objeto lo hace sufrir a uno. De modo que en el hacer sufrir al otro, tenemos la doble ventaja de vengarnos y de proyectar la parte indeseable nuestra sobre la otra persona. En vez de víctima, nosotros somos los torturadores. Y entonces la proyección del sí mismo como víctima sobre el otro y la venganza contra el dolor experimentado, se condensan. Es una función muy fundamental. Más adelante, introduciéndonos en las estructuras no primitivas, psicóticas, sino neuróticas, el esfuerzo es de:
- Dominar y controlar el objeto malo. Ya no es rabia directa sino una transformación de rabia en un deseo de poder y control que da seguridad, independencia, superioridad.
Por último:
La función sublimatoria de la rabia.
Corresponde simplemente al deseo de autonomía, de independencia, de libertad. El aspecto sublimatorio corresponde a la afirmación de la propia independencia de estímulos potencialmente restrictivos externos. Hemos visto, por lo tanto, que:
En sus funciones más primitivas la rabia simplemente es usada para liberarse de un estímulo irritativo o de un obstáculo a una gratificación, pero que en todas las funciones ulteriores que hemos mencionado, claramente la rabia está expresada en una relación de objeto específica en que afecto y relación de objeto se condensan en un sola realidad psicológica, y de hecho, esto es lo que vemos clínicamente, siempre relación de objeto y afecto íntimamente conectados. Prácticamente nunca vemos relación de objeto que no tenga un aspecto afectivo. No conocemos clínicamente un afecto que no tenga una implicación de relación de objeto consciente o inconsciente. Clínicamente no existe “rabia pura”, no existe “emoción pura” que no tenga una implicación de relación de objeto y podemos decir que el aspecto representativo de la pulsión está dado por la relación de objeto. De modo que la formulación de Freud: “lo único que sabemos de las pulsiones son afectos y representaciones” podemos traducirla en una fórmula contemporánea:
“Lo único que sabemos de las pulsiones, es que son relaciones de objeto afectivamente investidas”.
Origen y desarrollo de la estructura psíquica del odio
El odio es la transformación de la rabia que evoluciona hasta el punto de llegar a estar envuelta en una relación de objeto agresiva, crónica, estable y caracterológicamente anclada. En vez de haber una relación de objeto rabiosa momentánea, se condensa una estructura permanente, una relación de objeto internalizada infiltrada por la expresión de rabia y el deseo de estar en el lado de ejercer agresivamente esta rabia sobre el otro, sobre la representación de objeto. Hacerlo sufrir, dominarlo con un aspecto placentero, o sea, la condensación entre libido y agresión con predominio de agresión como con una estructura estable.
El odio entonces es rabia crónica, estable, anclada caracterológicamente y que tiene como objeto una condensación del deseo de destruir el objeto, de hacerlo sufrir, de dominarlo y de librarse de él produciendo la propia autonomía y liberación.
O sea, el odio tiene una condensación de todos estos significados de la rabia, con predominio respectivo de lo más primitivo o de lo más avanzado, según el desarrollo psicológico general del individuo. Repitiendo la serie desde lo primitivo hasta lo avanzado: Deseo de destruir el objeto.
Deseo de hacerlo sufrir. Deseo de dominarlo. Deseo de librarse de él con el fin de obtener autonomía.
El origen del odio está dado por frustraciones graves y crónicas tempranas. Representa la condensación, fijación y permanencia de la rabia en forma de estructuras de odio.
Probablemente es acertado pensar que nadie está completamente libre de la capacidad de experimentar odio, tal como nadie está libre de agresión primitiva, estructurada de algún modo.
El odio como derivado estructural de agresión temprana, se complica por varias razones:
Primero, por situaciones crónicas y graves que producen intenso dolor físico y sufrimiento crónico que fácilmente son elaborados en la fantasía inconsciente. La rabia, en estos casos, es organizada como “odio”.
Desde este punto de vista, el sufrimiento físico se transforma directamente en agresión estructurada en forma de “odio”. Así, por ejemplo: enfermedades crónicas, operaciones crónicas y más que nada el maltrato crónico, transforman el dolor en odio y este último es la fuente más fundamental de un predominio del odio en la personalidad, especialmente en sus formas primitivas.
Una fuente secundaria que aumenta el odio es la activación excesiva de envidia del objeto bueno que al mismo tiempo es frustrador. Así, graves contradicciones en la relación del objeto (un objeto muy gratificador que llegue a ser muy frustrante) y que genera la activación de envidia como un afecto más complejo de rabia y de odio, hace que el deseo de atacar al objeto malo, se complique con el deseo de atacar al objeto bueno porque es envidiado. El objeto bueno es el que se necesita y que frustra o no da lo que queremos. Y cuando este mecanismo se exacerba, la envidia a este objeto bueno aumenta el odio, no sólo a los objetos malos, sino a los objetos buenos y llegamos ahí a la situación en que se puede estructurar el odio incluso en la forma de un sí mismo patológico grandioso, como lo vemos en el síndrome del narcisismo maligno.
Al mismo tiempo que la envidia refuerza el odio, la identificación inconsciente con el objeto “odiado y necesitado” refuerza más todavía la identificación un objeto sádico, de modo que el sí mismo se infiltra más todavía con actitud sádica de búsqueda de placer con hacer sufrir al otro. Mientras más dependiente es el individuo del objeto odiado o envidiado, más se intensifica la identificación con un objeto sádico.
Lo que se ha resumido hasta aquí tiene evidencia experimental, por ejemplo en los trabajos de Fraiberg y Galenson, que han demostrado que madres muy violentas, o que abandonan al bebé en forma muy temprana, o que son sumamente invasoras, o sumamente caóticas tienden a inducir en los bebés respectivos intensas reacciones de rabia, rabietas de frustración, de rechazo de la madre bajo condiciones buenas, y enseguida una actitud sumamente agresiva hacia otros bebés o niños.
Relación entre odio, rabia y angustia
Melanie Klein dijo que el origen de la angustia es el temor a la pulsión de muerte. La angustia básicamente es siempre un peligro. Primero a sí mismo, lo que puede llamarse angustia paranoídea y secundariamente angustia por la destrucción de los objetos buenos que uno necesita y que podría llamarse angustia depresiva. Básicamente, la angustia más profunda es el temor a la autodestrucción, a un peligro que lo afecta a uno en forma fundamental y radical
De modo que la angustia es la manifestación más directa al temor de ser controlado e invadido por los efectos de agresión desmesurada. Es la señal del predominio de agresión en la experiencia psíquica. Más específicamente, hay ciertas fantasías primitivas fundamentales que expresan esto. Por ejemplo, la fantasía de ser invadido, aniquilado, comido, destruido oralmente, o la fantasía de ser dejado caer, la fantasía de caer en forma infinita sin poder sujetarse o de diluirse, de romperse a través de la piel y perderse como un líquido que se escapa y destruye la forma del objeto que lo contenía. Todo esto son las formas, las fantasías más primitivas de angustia a ser destruido y eliminado. Pero en el fondo, la angustia es la señal directa del peligro de agresiones, sean cuales fueran las formas que tomen.
Manifestaciones clínicas del odio en la práctica terapéutica con pacientes con grave patología del carácter
Los pacientes que muestran las tendencias más intensas al odio, son los pacientes con el síndrome de narcisismo maligno. También pacientes que tienen patología narcisista grave y que aun sin tener el síndrome de narcisismo maligno muestran intensas envidias hacia el terapeuta, y especialmente el desarrollo de lo que se ha llamado:
Transferencias perversas.
Es importante diferenciar perversidad de perversión.
— Perversión o parafilia, es una restricción de la conducta sexual a un tipo de conducta indispensable para poder experimentar excitación u orgasmo.
— Perversidad es una tendencia profunda a obtener placer a través de la destrucción de lo que otra persona está tratando de darnos.
— Perversidad en la transferencia es el placer que se encuentra en destruir los aspectos buenos del terapeuta. Es una manifestación fundamental del sadismo, del odio inconsciente caracterológico. Coincide con lo que Meltzer ha llamado “transferencias perversas” y con lo que Bion ha llamado “transferencias parasitarias”.
Estos pacientes muestran el síndrome típico descrito por Bion y que consiste en una combinación de:
Arrogancia, curiosidad y pseudoestupidez.
Son extremadamente arrogantes en el contacto con el terapeuta. Sumamente curiosos por todo lo que pasa al terapeuta, todo lo que sabe, todo lo que sucede en su vida. No tienen curiosidad por sí mismos, pero les interesa enormemente todo lo del terapeuta, justamente para concentrarse en cómo destruirlo.
Bion lo llamó “estupidez” pero en realidad es una “pseudoestupidez”. Se manifiesta en una incapacidad de entender, de comprender incluso cognitivamente todas las comunicaciones interpretativas del terapeuta, que trata de hacerle ver cómo el efecto de esta arrogancia y curiosidad combinadas es una destrucción de lo que está recibiendo. La pseudoestupidez protege de la destrucción lo que reciben los pacientes.
Dinámicamente, este síndrome corresponde también a un deseo profundo de destruir la comunicación y la misma conciencia de la propia agresión.
De modo que en los casos más graves hay:
—Sadismo desenfrenado, expresado en este síndrome de arrogancia-curiosidad-pseudoestupidez. Destrucción de la comunicación.
—Destrucción de la capacidad de reflexión sobre lo que se está haciendo.
— Y, por último, una intolerancia a la misma conciencia del odio que es actuado a través de la destrucción de la realidad de la comunicación, de lo que se recibe.
El paciente se protege de adquirir conciencia de él, de poder pensar en lo que es odio.
En cuanto a técnica terapéutica, es un cuadro que exige que el terapeuta:
—Mantenga un encuadre sumamente rígido para proteger la situación terapéuticas en contra de los esfuerzos del paciente de destruirla.
— Establezca límites claros a la agresión, incluso si esto significa abandonar una posición de neutralidad técnica. Es más importante preservar el tratamiento que la neutralidad técnica.
— No mantenga la ilusión de que puede interpretar conflictos inconscientes si no controla el efecto de la acción desenfrenada del odio en la transferencia.
Hay casos que evolucionan con menos gravedad. En ellos suele producirse una “condensación del odio” ya no hacia la realidad y la comunicación, sino en un enfoque mucho más específico de odio al terapeuta. De hecho, cuando estos pacientes mejoran, empiezan a sentir conscientemente odio al terapeuta y una gratificación sádica con este ataque al terapeuta.
Por ejemplo, a una paciente que por meses se mofaba de todo lo que se le decía, que trataba de destruir los objetos de la oficina, que se enfurecía; debía solicitársele que se retirara, por consiguiente, las sesiones se suspendían, ya que no se mantenía dentro de los límites considerados tolerables. Había que tomar medidas. Llamaba por teléfono, sólo para molestar. Se le decía: “Si Ud. llama una vez más sin ningún motivo, no le recibo llamados por teléfono por una semana, si lo hace otra vez más, no le recibo llamados telefónicos por un mes, lo hace una vez más, no le recibo llamados telefónicos por un año”. Además muchas sesiones había que cortárselas en la mitad porque ella no resistía el deseo de estar destruyendo cosas, de ensuciar los muebles, etc. Después de meses de este tipo de relación, gradualmente empezó a portarse mejor en las sesiones, parecía un paciente común y corriente. Pero, en las sesiones, ahora ella expresaba sus fantasías de matar al terapeuta diciendo que si ella se compraba una pistola y lo mataba, ella era bastante enferma como para que la ley no le hiciera nada. Decía que después del juicio ella saldría libre y el terapeuta sería su víctima, sin que ella corriera ningún peligro.
Entonces, estas fantasías placenteras, sádicas, reemplazaron la “actuación agresiva”. Se ve aquí ya un placer con la agresión destructiva, lo que constituye un paso significativo, porque ya la paciente toleraba su propio odio en la consciencia.
Por supuesto que el terapeuta no puede ser ingenuo y cuando un paciente expresa estos intensos deseos de muerte, tiene que preguntarse: “¿es este paciente capaz de diferenciar acción de fantasía?”. Este es un proceso constante de evaluación realista y en la contratransferencia.
Cuando el odio ya se tolera y se expresa hacia el terapeuta, este mismo odio llega a expresarse también contra el sí mismo, porque hay que recordar que la identificación profunda es tanto con el victimario como con la víctima. El paciente no puede escapar, a pesar de tratar de identificarse con el torturador y de proyectar la víctima sobre el otro (especialmente si la estructura del tratamiento está mantenida), de identificarse también con la víctima y entonces encontramos profundas tendencias autodestructivas.
Ocurren en el síndrome de narcisismo maligno, automutilaciones enormemente placenteras. Estos son los pacientes que tienen un gran alivio al dañarse a sí mismos, al quemarse, al cortarse. Una paciente por ejemplo se quemaba con cigarrillos hasta llegar al hueso del antebrazo, tenía profundas llagas, quemaduras de tercer grado no tratadas y cubiertas con blusas vaporosas. Llegaba a las sesiones con una sensación de felicidad radiante porque se estaba destruyendo y el terapeuta no lo notaba, entonces ella triunfaría sobre este terapeuta idiota quemándose y destruyéndose a sí misma. Otra paciente llegó a paralizar permanentemente uno de sus brazos por destrucción de todos los nervios debido a las profundas heridas que se producía con cuchillos.
Lo que acabamos de describir corresponde a las manifestaciones más profundas de un:
Masoquismo primitivo.
Un masoquismo que no es por culpa, moral, o derivado del superyó, sino por la profunda impregnación de la identificación con la víctima.
Es importante diferenciar lo anterior del masoquismo mucho más evolucionado derivado de funciones superyoicas que ya implican una elaboración ulterior del odio integrado en un superyó sádico.
Muchos pacientes en esta fase, pueden alternar entre odio sádico a los demás y tendencias automutiladoras, crueldad contra los otros y crueldad dirigida contra sí mismo.
Una paciente, por ejemplo, alternaba engaños, manipulación y explotación del terapeuta y de otras personas en su vida, con momentos en que se auto- mutilaba metiéndose cuchillos en la vagina y tratando de herírsela con objetos duros, afilados, punzantes.
En este nivel, las proyecciones de impulsos agresivos se manifiestan en la forma de tendencias paranoideas y muchas veces, en una tendencia secundaria a escapar de todas la relaciones humanas significativas vistas como sádicas a través de un deterioro psicopático secundario. El engañar a los demás es un modo de eliminar toda relación íntima porque ella es por definición una relación de sufrimiento.
Clínicamente, entonces, estamos viendo que el típico síndrome de narcisismo maligno es la forma más grave de estos fenómenos:
Estructura narcisista,
Yo patológico grandioso infiltrado de agresión,
Tendencias antisociales (traicionar para defenderse del ataque).
Tendencias paranoídeas (proyección del sadismo sobre los demás) y
La agresión egosintónica en el sadisnió expresado hacia los demás o hacia sí mismo.
De aquí en adelante, tenemos formas más leves de estos mismos fenómenos, mucho más frecuentes en la clínica y en que el sadismo se expresa en forma más indirecta.
En éstos hay:
—Un sadismo caracterológico más disminuido (caracterizado por crueldad caracterológica).
---Desprecio a los demás, y
---Tendencia a inducir sufrimiento a los demás o de sentirse a sí mismo víctima de los demás
Una paciente, con estructura neurótica, predominantemente depresiva-histérica, oscila en sus transferencias, entre períodos en que se burla del terapeuta, lo imita en su forma de hablar, le encuentra todos los defectos que existen (psicológicos, intelectuales y físicos) y lo trata con enorme desprecio, con otros momentos, en que lo ve a él burlándose de ella, haciéndole muecas, tratando de hacerla sufrir. La oscilación abarca también momentos en que ella “se echa a morir”, se ataca, se declara la persona peor del mundo, que no merece vivir, con intensas ideas suicidas.
Hay también casos menos graves todavía, en que el sadismo está integrado al deseo de dominar, a un desenfrenado deseo del ejercicio del poder. Sólo el poder y el control de los demás da seguridad. Aquí ya entramos en las caracterologías sadicoanales de las estructuras obsesivas, muchas veces acompañadas de un odio a cualquiera relación de dependencia (porque dependencia significa estar en una posición sometida e inferior).
Y por último, la integración de todo este núcleo sádico primitivo del sí mismo, del objeto torturador y víctima en el superyó produce la creación de un superyó sádico que aparece en el mejor de los casos simplemente como un masoquismo sexual y en un nivel neurótico en que el sufrimiento físico es una precondición indispensable para el goce sexual o masoquismo caracterológico en que inconscientemente el único modo de gozar de la vida es sufriendo y en que la persona se las arregla para que cada cosa buena sea compensada por algo malo que le sucede.
Este masoquismo psicológico recorre toda la escala hasta la normalidad ya que casi todo el mundo tiene ciertas dificultades con una felicidad inesperada, repentina. Pensemos en las personas que se ponen a llorar cuando les pasa algo maravilloso, el sueño de la vida se les cumple y entonces muestran esta tendencia universal, de la cual prácticamente no se libra nadie.
Otro modo de manejar el masoquismo del superyó es el de los moralistas crueles. Corresponde a una identificación secundaria con un superyó muy estricto. Aquí el odio está expresado en una forma sublimatoria. Por ejemplo personas que tienden a indignarse con razones justificadas y con una tendencia a la crueldad moralista, transforman esta patología del odio en el odio a los que son inmorales, por lo menos, desde el punto de vista de la moralidad propia.
Por último, la sublimación de esta agresión en el deseo de autonomía, de independencia, el coraje, la valentía, el autosacrificio en función de ideales, las tendencias altruistas que pueden llevar al autosacrificio sublimatorio, donde el origen agresivo está combinado con tendencias reparatorias libidinosas, casi se pierde ya el rastro de la agresión original.
Todo esto se puede resumir diciendo que:
Rabia es una emoción normal que tiende a eliminar estímulos nocivos. Posteriormente, esta rabia se puede elaborar caracterológicamente transformándose en odio y éste se puede expresar en la vasta gama de síndromes que van desde la eliminación de la realidad o la autoeliminación —si es el único modo de eliminar la realidad—, suicidios graves explosivos como parte de estructuras psicopáticas y de narcisismo maligno, hasta estructuras caracterológicas sádicas que se manifiestan en perversidad, en automutilación, en crueldad desmesurada, o si no en tendencias sadomasoquistas, orientación hacia el poder y. finalmente. pueden expresarse en forma sublimatoria en aspectos de moralidad, indignación racionalizada, valor y la utilización de agresión en la relación íntima de pareja.
La agresión. como un aspecto normal del amor, es la expresión más sublimatoria de agresión. La agresión está aquí al servicio del amor.
El aspecto agresivo en la excitación sexual, como componente normal de la excitación sexual, da forma a la ambivalencia en la relación objetal, que profundiza la relación de pareja.
Tenemos también la agresión en el superyó, que al mismo tiempo es utilizada para proteger la pareja de invasiones externas y defender en forma agresiva sus fronteras comunes.
Ahora un breve ejemplo clínico:
Se trata de la misma paciente que hemos mencionado que primero quería destruir todo y después sólo quiso matar al terapeuta. En una etapa más avanzada del tratamiento ella empezó a entender cómo estaba reactivando la relación con su mamá, que la había maltratado físicamente muy violentamente durante muchos años de su infancia y cómo en su deseo de atacar al terapeuta salvajemente, lo hacía viéndolo como a una “mamá sádica” y ella como víctima, cuando en el fondo, era ella la mamá sádica y él su víctima. A medida que la paciente reconoció que ella era la mamá sádica y él la víctima y que esa víctima “él” era al mismo tiempo “la mamá buena que ella quería tener”, cambió gradualmente a una reacción depresiva. Las transferencias de tipo predominantemente paranoideo que habían durado por años finalmente viraron en una relación de culpa, de depresión, de tendencias reparatorias a medida que ella realmente podía aceptar como propias, no sólo la agresión, en el sentido amplio, sino el hecho de que ella se estaba identificando con este objeto más odiado y que la mamá odiada operaba dentro de ella.
Cuando individuos controlados por el odio llegan a captar en forma honrada que el objeto odiado está siendo mantenido vivo en ellos mismos, por la misma reacción de odio, sólo entonces puede comenzar el momento sublimatorio, el cambio de la reacción paranoídea hacia la depresiva.
Podríamos decir que los pacientes que sufren de las condiciones más graves de agresión con tendencias antisociales, tienen que atravesar un camino que empieza en lo psicopático, vira hacia lo paranoídeo y eventualmente, de lo paranoídeo pasan a lo depresivo. Ese es el recorrido completo para resolver estas graves patologías de carácter.
TEORÍA DE RELACIONES OBJETALES
Definiciones
La teoría de relaciones de objeto dentro del psicoanálisis tiene tres definiciones:
a) La más amplia dice que el psicoanálisis es una teoría de relaciones objetales. En esta definición se pierde lo específico de la teoría de relaciones objetales.
b) Una segunda, más estricta, define la teoría de relaciones objetales como aquella de las escuelas psicoanalíticas inglesas. Esto es históricamente más exacto y apunta al rol central de las escuelas, especialmente de Melanie Klein, en el desarrollo de la teoría de relaciones objetales. Sin embargo, es una definición injusta, porque existen también otras contribuciones muy importantes a la teoría de relaciones objetales, que provienen especialmente de la escuela americana y en los últimos años también de la escuela francesa.
e) Parece que la definición más simple, pero al mismo tiempo más específica y que abarca distintas corrientes dentro de la teoría de relaciones objetales es la que plantea que:
“La teoría de relaciones objetales se refiere a la internalización y estructuración de las relaciones interpersonales y la transformación de éstas en sistemas de motivación de la conducta”.
Esta concepción implica que la estructura de la personalidad (normal o patológica) depende de la internalización de relaciones objetales. Estas internalizaciones son diádicas o bipersonales. Las identificaciones no son con objetos15 singulares sino con la relación. Esto quiere decir que cuando el bebé se identifica con la madre, no internaliza la imagen de la madre solamente, sino que la imagen de sí mismo en relación con la madre.
Lo anterior constituye el aspecto diádico esencial de las relaciones de objeto: en toda relación hay una imagen del “sí mismo” en interacción con la “representación del otro” y esta interacción se efectúa en el marco de un estado afectivo, de un afecto dominante.
De modo que la unidad definitiva de internalización de relaciones interpersonales está constituida por:
Una imagen de sí mismo
Una imagen del objeto o representación del objeto, y
El afecto, que los liga. . .
En esta definición caben diferentes interpretaciones del proceso de internalización, de su desarrollo y de la influencia que tiene sobre la estructura de la personalidad y la psicopatología.
ESCUELAS PSICOANALÍTICAS Y TEORÍA DE RELACIONES DE OBJETO
Se pueden diferenciar las distintas escuelas psicoanalíticas, desde el punto de vista de las teorías de relaciones de objeto, enfocándolas desde sus conceptos de motivación, estructura de personalidad y técnica de intervención.
Contrastaremos cuatro corrientes:
- La kleiniana como representante típica de la escuela de relaciones objetales británica.
- La corriente culturalista representada especialmente por Harry Stack Sullivan.
- La escuela de la psicología del yo, especialmente americana, representada a modo de ejemplo en la actualidad por las concepciones de Charles Brenner y
- La posición de Kernberg, que en cierto sentido es una integración de aspectos de la escuela británica y de la psicología del yo.
Al referirnos a los nuevos desarrollos señalaremos algunas de las contribuciones de la escuela francesa.
Contrastando estas cuatro orientaciones, apuntaremos siempre a motivación, estructura y técnica.
Motivación es el motor que impulsa la acción, el motivo de la interacción normal y patológica .
Estructura es la consolidación, la cristalización de la personalidad en formama estable sobre la base de estas interacciones y
Técnica se refiere a las intervenciones psicoterapéuticas en la patología de la estructura de la personalidad.
Escuela kleiniana
Motivación. La motivación última para la escuela kleiniana está en las pulsiones de vida (libido) y de muerte (agresión), operantes desde el comienzo de la vida y actuando en la interacción del bebé con la madre a través de procesos de introyección y proyección, que llenan representaciones de objeto y del sí mismo con sus derivados a través de la internalización y proyección de objetos buenos y malos.
Estructura. El concepto de estructura se refiere a la organización de la personalidad sobre la base de dos combinaciones de defensas y relaciones de objeto: la esquizoparanoidea que es la más primitiva, y la depresiva que es la más avanzada.
La posición esquizoparanoidea se caracteriza por el clivaje radical entre relaciones de objeto buenas y malas, entre objetos internos buenos y malos y por proyección entre objetos externos buenos y malos. Los elementos dominantes son por lo tanto mecanismos de clivaje o escisión cuyo fin es proteger las relaciones buenas de las malas, mecanismos proyectivos para liberarse de pulsiones agresivas (especialmente la identificación proyectiva) y el dominio de angustias persecutorias, es decir, de sensaciones de peligros provenientes del exterior, como motivación inmediata para crear estructuras, mecanismos y comportamientos defensivos.
La posición depresiva se caracteriza por la capacidad del niño de percibir a la madre como objeto total, por una disminución de la escisión entre objetos buenos y malos, y por la unión de las pulsiones libidinales y agresivas para dirigirse a un mismo objeto, surgiendo así la ambivalencia. El sadismo de esta posición produce la llamada angustia depresiva que consiste en la fantasía de destruir y perder a la madre, lo que hace surgir en el niño defensas maníacas u otras como la reparación y la inhibición de la agresividad.
Las estructuras de estas posiciones esquizoparanoidea y depresiva constituyen una bipolaridad que se repite en todos los niveles del desarrollo libidinal:
oral, anal, genital, tanto en la vida normal como especialmente en la patológica.
Técnica. La técnica correspondiente se enfoca en la activación de las relaciones de objeto primitivas en la transferencia, y en el análisis de las defensas esquizoparanoideas y depresivas. Lo anterior se hace con la concepción general de que es importante analizar los conflictos psicológicos en sus raíces últimas para poder resolverlos en los aspectos más profundos que expresa la angustia del paciente. Esto, en la práctica, significa analizar conflictos esquizoparanoídeos y depresivos desde la infancia y los primeros años de vida, con una focalización muy importante especialmente en el primer año de vida y el esfuerzo de resolver estos conflictos primitivos a través de su análisis sistemático en la transferencia.
Lo anterior es una sobresimplificación que sólo se justifica al tratar de contrastar diferentes tendencias y no describjrlas en detalle.
Escuela culturalista
Motivación. Las escuelas culturalistas representadas clásicamente por Sullivan, que han crecido y desarrollado sus puntos de vista tanto en Estados Unidos como en Europa, determinan que la motivación fundamental no son las pulsiones, sino las relaciones de objeto. El motivo último de la relaciones interpersonales es la búsqueda de la relación de objeto y es en las frustraciones y en la patología de esa búsqueda donde se establece y nace tanto la normalidad como la enfermedad.
Este punto de vista está también representado en las escuelas británicas, especialmente por Fairbairn, quien niega la existencia de las pulsiones básicas y considera libido y agresión como consecuencia de la naturaleza de las relaciones interpersonales internalizadas.
En la actualidad, una de las controversias psicoanalíticas más importantes en el plano teórico, es el contraste entre los que defienden teorías objetales puras en oposición a teorías pulsionales, lo que constituye una contradicción aparente que permite una síntesis.
Estructura. La escuela culturalista ha dicho muy poco sobre estructura mental. Desde un punto de vista práctico, utiliza la concepción de la estructura tripartita de yo, superyó y ello. Las relaciones objetales estarían condensadas e integradas dentro de estas estructuras.
Las escuelas culturalistas sugieren que en realidad se produce muy poco cambio intrapsíquico, que se internalizan las relaciones tal como existieron y que se reactivan en el contacto en el presente, en forma relativamente no distorsionada, en contraste con la escuela kleiniana que insiste en la importancia de las fantasías inconscientes 16, que distorsionan el significado de las relaciones
de objeto (interpersonales) actuales. La escuela culturalista insiste mucho más en la realidad de las relaciones interpersonales y en su integración y su fijación relativamente no distorsionada.
La importancia del ambiente en las escuelas culturalistas y de la fantasía inconsciente en el caso de la escuela kleiniana son contrastantes.
Técnica. En cuanto a la técnica de intervención, la escuela culturalista asume que la integración de relaciones de objeto agresivas, se debe a frustraciones sufridas en el pasado y no a la existencia de pulsiones agresivas primarias, y que si en la transferencia se logra analizar y resolver las transferencias negativas, disminuirán las distorsiones y frustraciones que llevan a la internalización de experiencias agresivas y el paciente podrá reanudar el crecimiento normal a través de relaciones libidinales con el objeto externo.
En otras palabras, resolver distorsiones transferenciales, que reflejan las distorsiones causadas por los objetos primarios, corregir las experiencias tempranas a través de las nuevas experiencias interpersonales en la transferencia, son técnicas de intervención para el resurgimiento de la capacidad de crecimiento normal.
Esto significa que las transferencias negativas, se deben a la repetición en el presente de la fantasía de ser maltratado por el terapeuta, que corresponde a la realidad pasada de haber sido maltratado. Si el terapeuta puede disolver esta distorsión, el paciente puede resolver esta fijación al trauma pasado y aceptar las cosas positivas y buenas del terapeuta.
Esta posición técnica es bastante más frecuente que la teoría culturalista subyacente. Ha influido la psicoterapia, incluso en la psicología del yo en los Estados Unidos. Se ha expresado en la llamada teoría del “self” de Kohut, aplicada primero sólo a las estructuras narcisísticas, pero más adelante a toda la psicopatología grave y en la cual la técnica psicoterapéutica está enfocada a permitir al paciente reanudar relaciones buenas e idealizadas en la transferencia y no a analizar transferencias negativas inconscientes como debidas a impulsos agresivos del paciente.
Psicología clásica norteamericana del yo
Motivación. Las motivaciones surgen también desde las pulsiones (agresión y libido), sin embargo, en general, se rechaza el concepto de pulsión de muerte como innecesario desde el punto de vista del desarrollo biológico. Hay una tendencia en la teoría de la psicología del yo, a ligar conceptos psicológicos con otros de tipo biológico generales, y desde ese punto de vista el concepto de pulsión de muerte parece cuestionable.
Las pulsiones agresivas y libidinales se desarrollan a través de las fases clásicas descritas por Freud: oral, anal y genital y culminan en el complejo de Edipo, que se constituye en el problema fundamental con sus aspectos positivos y negativos. Esta escuela insiste en el predominio no sólo de este complejo, sino que de aquel que corresponde a la teoría clásica de Freud, que transcurre entre los cuatro y los seis años de edad, aquel que podríamos llamar el Edipo avanzado, en contraste con el de las escuelas británica y francesa que además de aceptar el Edipo avanzado agregan también el Edipo temprano, de los primeros dos o tres años de vida.
Para la escuela francesa el Edipo comienza en el primer año de vida pero es una forma distinta al de la escuela kleiniana.
La psicología del yo da importancia al Edipo avanzado, con una relativa falta de énfasis en problemas preedípicos, en contraste con las escuelas kleiniana y culturalista que enfatizan mucho la patología preedípica. Sin embargo, hay ciertas tendencias dentro de la psicología del yo, especialmente las más específicas de teoría de relaciones de objeto, que enfocan más el problema preedípico. Pero la escuela clásica americana, hasta el día de hoy, enfoca lo edípico como opuesto a lo preedípico.
Estructura. En cuanto a la estructura, ella es vista en los términos freudianos: yo, superyó y ello, incluyendo como defensas características los mecanismos de defensa del yo, las estructuras caracterológicas del yo, las consecuencias psicopatológicas de un superyó excesivamente desarrollado y por supuesto la transferencia.
Técnica. En cuanto a técnica psicoanalítica, la escuela de psicología del yo insiste en que la técnica se enfoca en el análisis de defensas para disminuirlas y permitir que emerjan los impulsos, las pulsiones reprimidas en forma más clara. De modo que la técnica se focaliza sobre la defensa, la motivación de la defensa (especialmente la angustia y la culpa), la interpretación de las defensas, el hacer emerger contenidos inconscientes en la transferencia y el análisis de estos contenidos.
El enfoque de la escuela de la psicología del yo está también centrado en la transferencia pero en forma menos exclusiva que en todas las escuelas alternativas.
Esquema integracionista de Otto Kernberg
El esquema de Kernberg reúne las contribuciones de un grupo de psicoanalistas norteamericanos, como Erick Erikson y muy especialmente Edith Jacobson y Margareth Mahler, cuyas contribuciones ha integrado y completado con contribuciones de la escuela británica. De modo que su posición teórica no es original sino una integración, en la cual hay elementos tanto de las escuelas británicas como de la escuela americana.
La unidad básica de internalización de relaciones de objeto está formada por la representación de objeto, la representación del “self’ y el afecto que las liga.
Existirían relaciones de objeto internalizadas bajo condiciones de afectos bajos o reducidos, e internalizaciones bajo afectos intensos placenteros, penosos o dolorosos, o sea, caracterizadas por intenso placer o por intenso dolor.
Las relaciones objetales bajo condiciones afectivas menores se integran directamente en funciones no conflictivas del yo y forman parte de los patterns ordinarios de interacción entre el yo y los demás.
En cambio, experiencias intensas primitivas, tanto placenteras como penosas, originan estructuras internas en la memoria, engramas “buenos” bajo el signo del amor más absoluto (los objetos buenos de la escuela kleiniana, las relaciones buenas del período simbiótico de Margaret Mahler y Edith Jacobson), o malos, en el sentido de internalizaciones de experiencias terroríficas que producen temores profundos que más adelante van a dar lugar a angustia de muerte, de castración, etcétera.
¿Cómo ocurren estas internalizaciones a lo largo del desarrollo?
A través de distintas faes del desarrollo de relaciones objetales.
Fase simbiótica del desarrollo. En una primera fase estas internalizaciones son fusionadas, es decir, con una falta de diferenciación entre imagen del sí mismo e imagen del objeto, bajo el efecto de un afecto, de una emoción total, difusa, primitiva. Entonces, las relaciones buenas del sí mismo y objeto fusionados y malas de sí mismo y objeto fusionados, se integran separadamente. Esto constituye la fase simbiótica del desarrollo.
Esta fase simbiótica sería la primera, no la segunda, como en la primera teoría de Margaret Mahler, que planteaba una primera fase autista, hoy cuestionada porque hay experiencias que demuestran capacidades de discriminación entre bebé y madre desde el primer día del nacimiento y que muestran que en las experiencias con afectos relativamente bajos existe una gran capacidad de discriminación.
La simbiosis normal no es un período constante, absoluto, sino de momentos de fusión. Se entra y se sale de ellos. La importancia de ella radica en que estructura la capacidad de internalizar experiencias idealizadas y persecutorias. Bajo condiciones normales esta fase se supera rápidamente al entrar en la segunda fase, de separación-individuación, en la segunda mitad del primer año de vida. De modo que las experiencias simbióticas son transitorias y las experiencias ideales de fusión son placenteras, no angustiantes y no interfieren con el crecimiento del juicio de realidad.
Por el contrario, cuando hay patología grave de relaciones de objeto, las experiencias malas simbióticas son de tal índole que activan defensivamente las internalizaciones idealizadas. El refugio en la relación de objeto bueno, para escapar de la relación de objeto malo, es un estado idealizado con falta de diferenciación entre el sí mismo y la representación de objeto, que determina una pérdida del juicio de realidad que es característico de las transferencias de los pacientes psicóticos, especialmente de la esquizofrenia en tratamiento psicoterapéutico intensivo, en que hay un clivaje entre relaciones todo buenas y todo malas, junto a una falta de capacidad de diferenciación del “sí mismo” de la otra persona bajo las circunstancias tanto idealizadas como persecutorias.
Fase de separación-individuación. La segunda fase del desarrollo de relaciones objetales internalizadas es la fase de separación-individuación, que presenta en el sector ideal y en el persecutorio una disminución de la intensidad afectiva, y también una capacidad de diferenciar la representación del “sí mismo” de la representación de objeto, y por lo tanto la capacidad de diferenciarse a sí mismo del mundo exterior lo que contribuye al desarrollo del juicio de realidad.
En esta fase se origina la patología de las estructuras limítrofes, que se caracteriza por un clivaje extremo, con mecanismos proyectivos dominantes, con defensas primitivas dominantes y falta de integración de relaciones de objeto buenas y malas, pero con criterio de realidad conservado.
Fase de integración. Una tercera fase, corresponde fundamentalmente a la integración de las relaciones idealizadas y persecutorias, de las imágenes de sí mismo todo buenas y todo malas, lo que lleva a una neutralización mutua de idealización y persecución y a una tolerancia de la ambivalencia en la imagen de sí mismo y de los demás. Esta integración disminuye los mecanismos defensivos primitivos de clivaje o escisión y evoluciona a una integración del yo y a una represión de aquellas relaciones de objeto extremas, que no son toleradas, ya sea por lo absolutamente gratificadoras como por ejemplo las fantasías genitales infantiles edípicas o por su carácter de terror: fantasías relacionadas con graves frustraciones, rabia y odio preedípico y edípico.
La integración de las relaciones de objeto que ocurre en el yo, se repite en el superyó, en el cual se integran sus capas tempranas determinadas por la internalización de representaciones de objeto relativamente idealizadas o persecutorias. En esta teoría, el superyó se origina por la superposición de capas de relaciones de objeto internalizadas: existe una capa persecutoria primitiva, sobre la cual se sobrepone una capa de representaciones de objeto idealizados internalizados y una tercera capa de las imágenes más reales de los objetos parentales del período edípico. La integración de relaciones idealizadas y persecutorias en el yo, facilita la integración de las capas persecutorias, idealizadas y realistas en el superyó y entonces se consolida la estructura mental, en las estructuras definitivas descritas por Freud: yo, superyó y ello.
En resumen, esta posición incluye las siguientes implicaciones para la teoría de motivación, la estructura y la técnica:
Motivación. Las motivaciones últimas están dadas por las pulsiones de libido y agresión. Estas pulsiones se originan en afectos placenteros de euforia, excitación y gratificación por un lado y de dolor, terror, rabia y miedo por el otro. Estos afectos primitivos son los que se van integrando, respectivamente, los positivos en una cadena jerárquicamente supraordinada, que es la pulsión de libido y una cadena jerárquicamente supraordinada que es la pulsión de agresión. O sea, los afectos, que son estructuras psicofisiológicas innatas son las piedras que van a constituir el edificio de las pulsiones respectivas.
Estructura. Las relaciones de objeto internalizadas (relaciones idealizadas y persecutorias) se van integrando gradualmente a través de la fase simbiótica, la fase de separación-individuación y la fase de integración o de constancia de objeto en la estructura tripartita de ello, superyó y yo.
Técnica. Lo que se activa en la transferencia son precisamente estas unidades de imagen de “sí mismo”, imagen de objeto y el afecto correspondiente, las que deben ser diagnosticadas en la transferencia e interpretadas como estructuras defensivas que se oponen a relaciones de objeto no transferenciales.
En otras palabras, lo que para la psicología del yo es un análisis de defensas contra impulsos, para Kernberg es el análisis de una relación de objeto de tipo defensivo en contra de otra relación de objeto de tipo impulsivo.
Tomemos por ejemplo la tendencia a la formación reactiva (amabilidad exagerada, inhibición excesiva de toda conducta agresiva). En ella el individuo se comporta de una manera hiperamable, sumisa y con una profunda represión de los impulsos agresivos. La interpretación de esta situación sería que hay una relación fantaseada, inconsciente, activada en la transferencia, en la cual él como niñito sumiso, bueno y obediente se relaciona con un padre dominante, peligroso, pero a quien puede convencer para que sea bueno y protector siempre que él se comporte como bueno, sumiso y nada agresivo. Esto es la transformación de un mecanismo de defensa, formación reactiva, en una relación de objeto. A su vez, esta relación de objeto es defensiva frente a un impulso contradictorio de agresión, pero esta agresión en realidad corresponde a una fantasía inconsciente de un niño rebelde, violento, que quiere matar y destruir al padre colocándose en una situación de peligro extremo porque este padre vengativo lo puede castrar en el proceso.
Entonces, el impulso agresivo y los temores correspondientes son relaciones de objeto internalizadas y reprimidas, frente a las cuales la relación de objeto actualizada en el mecanismo de formación reactiva es la expresión clínica directa.
La técnica fundamental es el análisis sistemático de los conflictos inconscientes activados en forma de relaciones de objeto internalizados conflictuales en la transferencia.
TEORÍA DE RELACIONES DE OBJETO Y ANÁLISIS DE SUEÑOS
Fue Fairbairn el primero que ilustró en forma muy detallada la aplicación de teoría de relaciones objetales en el análisis de sueños, mostrando cómo el paciente aparece en diferentes personajes del sueño así como lo hacen también sus representaciones de objeto. Utiliza esto en la técnica de analizar el sueño. Es una técnica muy parecida a la que elaboró Erickson desde el punto de vista de la psicología del yo, tomando en cuenta la forma en que el paciente narra el sueño y la relación de objeto establecida en el relato del sueño, en comparación con el contenido del sueño.
Desde el punto de vista kleiniano, Rosenfeld ha relacionado el análisis del sueño con la transferencia, aunque él, como otros kleinianos, tiende a analizar contenidos de sueños desde un punto de vista simbólico. Hay quienes tienen dudas al respecto, pero en todo caso la finura de la relación del análisis de transferencia con el análisis de sueños en Rosenfeld parece muy interesante.
La tendencia de Kernberg al analizar sueños es preocuparse de los siguientes elementos:
- Los aspectos afectivos dominantes en el sueño, aplicando la misma técnica general que se ha explicado.
- El modo de contar ese sueño.
- La relación del contenido manifiesto y subyacente del sueño, con la relación transferencial dominante en ese momento.
- Los residuos diarios y la función que tienen para aclarar la relación entre el conflicto en el sueño y la realidad total del paciente en ese momento.
Se mencionarán a continuación sólo dos o tres desarrollos nuevos en la teoría de relaciones objetales de los últimos años.
NUEVOS DESARROLLOS EN LA TEORÍA DE RELACIONES DE OBJETO
Escuela francesa
Dentro de la escuela francesa ha habido un enfoque sobre las consecuencias de la falta de capacidad de desarrollo de simbolización temprana de las relaciones de objeto, es decir, un estado de patología tal, que las unidades de internalización de relaciones objetales descritas ni siquiera alcanzan a desarrollarse.
Hay condiciones graves, en las cuales los afectos no pueden ser simbolizados y comprendidos psíquicamente y se transforman en cambio en expresiones somáticas puras. Estas, darían origen a lo que los franceses llaman:
El pensamiento operatorio o las vivencias operatorias.
En él sólo hay experiencias corporales sin capacidad de experimentar afectos en forma simbólica, lo que se expresaría en enfermedades psicosomáticas, en ciertas psicosis y en depresiones graves.
Bajo condiciones menos graves, surgiría una tendencia primitiva a eliminar toda experiencia de conflicto, a través de una denegación de ellos, lo que se expresaría en:
Sean éstos de cualquier nivel: psicótico, limítrofe o neurótico, con una tendencia al acting out o a la somatización como alternativas a experiencias psíquicas. De modo que incluso en pacientes que no son ni psicosomáticos ni psicóticos, el acting out, el actuar severo o la somatización darían cuenta de los límites en que el paciente tolera los contenidos intrapsíquicos. O sea, que se subraya un campo de tolerancia de experiencias intrapsíquicas limitada por el actuar en un extrerno y la sornatización por el otro.
Lo importante es interpretar el significado inconsciente de la somatización o del actuar, como temática fundamental, antes de dirigirse a los contenidos manifiestos dominantes en la transferencia.
Estas son contribuciones de André Green, en las cuales también la escuela psicosomática francesa de Michel Fain, de M’uzan y otros psicoanalistas han contribuido en forma importante.
Otra contribución francesa importante, es la conceptualización de:
La experiencia edípica temprana.
Hay diferentes formulaciones, pero en esencia se concibe la situación edípica temprana como la aparición del principio paterno, el padre que lleva el lenguaje y la lógica a la relación bebé-madre, y contribuye así a la separación de esa relación. De modo que la separación-individuación, sería un período en que simultánea y automáticamente se establece la relación edípica por la aparición de la imagen paterna, interrumpiendo el contacto entre madre y niño, lo que se produciría en la segunda mitad del primer año de vida.
Esta es una concepción distinta a la kleiniana, en la cual la edipalización es una defensa contra los graves conflictos preedípicos, los conflictos de agresiones tempranas en la relación madre hijo. La edipalización es defensiva frente a la agresión.
En la escuela francesa, este Edipo temprano es parte del desarrollo normal, y la individuación es automáticamente triangulación. Esta teoría toma varias formas:
Una es concebir la relación con la madre como una relación doble desde la partida. La madre fusional, simbiótica, por un lado, y por el otro la madre diferenciada en relación con el padre, la madre edípica que es pareja con el padre, y esa pareja es percibida por el bebé. Esto toma forma, por ejemplo en las teorías de Brunswick y Fain, concibiendo la excitación sexual como teniendo su origen en una identificación del bebé con la madre que deja al bebé para ser nuevamente mujer del padre. El bebé, identificándose con la pulsión sexual de Ia madre, con el erotismo de la madre dirigido al padre, sufre al mismo tiempo la separación, la presencia del padre y la noción de la relación sexual entre los padres.
Otro aspecto de esta teorización es una concepción preedípica de la relación con la madre, que es defensiva contra la edipalización, y que aumenta agresiones y temores preedípicos. Chasseguet Smirguel ha contribuido a esta teoría con la fantasía preedípica de una relación totalmente satisfactoria con la madre, que implica que en realidad sólo existe bebé y madre, no hay padre, no hay lógica, no hay limitación, no hay mundo externo. Para ella éste es el origen no sólo de deseos simbióticos, sino de una fantasía de destruir todas las diferenciaciones, de concebir el interior del vientre de la madre como un mundo infinito en el cual el bebé se pudiera recoger, lo que se generaliza a una utopía de un mundo perfecto, en que no hay diferencias de sexo, no hay diferencias de edad, hay igualdad absoluta, no hay sexualidad, no hay peligro de castración, no hay peligro de conflicto. Es un planteamiento de idealizaciones regresivas primitivas defensivas frente a la situación edípica.
Otra postura de estas teorías francesas es concebir la psicosis, al quedarse fijada en la relación simbiótica, como un rechazo defensivo frente a todo el mundo: racional, conceptual, ligado al lenguaje. La función del terapeuta es interpretar esta situación, sabiendo que la interpretación es una violenta intromisión a un mundo simbiótico. La interpretación como violencia es una contribución importante de Piera Aulagnier, otra psicoanalista francesa que se ha especializado en la psicoterapia de psicosis.
Escuela kleiniana Dentro de la escuela kleiniana las contribuciones recientes más importantes han sido las de Bion, Meltzer y Rosenfeld. Las de Rosenfeld y Meltzer se refieren al tratamiento técnico de psicosis.
Estudios recientes de Kernberg
Sus estudios se refieren al narcisismo maligno. En ellos señala que uno de los límites de la teoría de relaciones de objeto en su capacidad de influir técnicamente a pacientes, es la destrucción de las relaciones de objeto, no por una denegación primaria como se ve en las psicosis, sino por una destrucción activa ulterior, derivada de una corrupción de ellas, como se ve en las estructuras antisociales.
La estructura antisocial es un extremo de la destrucción de relaciones objetales. El otro extremo es el de la falta de desarrollo primario de ellas en estructuras autistas o psicosomáticas muy graves.
La corrupción de relaciones internalizadas se observa no sólo en personalidades antisociales, sino también en ciertas estructuras narcisistas con tendencias antisociales, lo que Kemberg ha llamado narcisismo maligno, y en pacientes con patología grave del superyó con diversos diagnósticos clínicos.
Es muy importante privilegiar el análisis de las transferencias psicopáticas o antisociales, por ejemplo la mentira, en la relación transferencial, como primera fase. Esto en vez del análisis de todas las otras transferencias, paranoideas o depresivas. Kernberg ha desarrollado una concepción sobre una secuencia natural que se produce en el análisis de estas relaciones de objeto, destruidas por lo psicopático, que empieza por el análisis de las transferencias antisociales y cuyo análisis lleva naturalmente al desarrollo de transferencias gravemente paranoideas, cuyo análisis enseguida permite el emerger, por primera vez, de transferencias de tipo depresivo.
UTILIZACION DE LA TEORIA DE RELACIONES OBJETALES EN EL FUNCIONAMIENTO DE LOS GRUPOS
Se revisará brevemente la teoría general de funcionamiento de grupo desde el punto de vista psicoanalítico, y especialmente desde el punto de vista de la teoría de relaciones de objeto.
Teoría psicoanalítica del funcionamiento grupal
Freud. La teoría psicoanalítica del funcionamiento de grupos comenzó con el libro de Freud: “Psicología de las Masas y Análisis del Yo” de 1921. El concepto fundamental que Freud introdujo ahí fue que la masa idealiza al líder, sobre el cual todos proyectan su superyó, con la consecuencia de que en esa identificación generalizada de todos con el líder, se produce una identificación mutua entre todos que da una sensación de fuerza, de poder.
Por la proyección del superyó (o del ideal del yo como todavía lo llamaba en ese tiempo) sobre el líder, se produce una liberación de las inhibiciones pulsionales habituales del individuo fuera de la masa, y la masa actúa en forma liberada, especialmente en la expresión de agresión. Puede haber entonces conducta violenta tolerada y gozada por todos los participantes, porque las culpas y responsabilidades están proyectadas sobre el líder. La sensación de libertad de todas las restricciones y de poder, se experimenta en conjunto por todos.
Freud ligó esta concepción con el análisis histórico del origen de la sociedad en la tribu primitiva, y el significado simbólico del líder como representando al héroe joven que ha destruido al padre original y que lleva la culpa de todos los hermanos que han destruido al padre. La identificación mutua de todo el grupo representa la alianza de todos los hermanos como defensa contra la destrucción mutua y el reasegurarse contra la culpa por la muerte del padre original. Es la tesis de “Tótem y Tabú”. Freud liga la concepción del Complejo de Edipo con la psicología de grupo. Como todavía no había formulado su teoría de la pulsión de muerte, explica el funcionamiento del grupo como expresión de la ligazón libidinosa entre todos los miembros de la masa en su identificación mutua, en su admiración al líder de la masa.
Releyendo el libro de Freud hoy en día, aparece mucho más claro que esta identificación e idealización mutuas de la masa y del líder, son defensas frente a agresiones muy intensas y recíprocas que aparecen, de este modo, cubiertas y evitadas en la psicología de la masa.
Bion. La siguiente contribución a la psicología de grupos viene con Bion. Durante muchos años prácticamente no hubo contribuciones al estudio de psicología de grupo desde el punto de vista psicoanalítico. Como las ideas de Bion son suficientemente conocidas, sólo las resumiremos en forma muy esquemática.
Para Bion, la psicología del grupo se refiere no ya a la masa 17 sino que en contraste a Freud, estudia la psicología de grupos pequeños, de 7 a 15 personas, que se reúnen para estudiar los fenómenos grupales que se producen en esa reunión, en un lugar determinado, por un tiempo determinado.
El usar grupos para estudiar psicología de grupo, derivó de la experiencia que había tenido durante y después de la primera guerra mundial en liderazgo de soldados. Bion había sido comandante de tanques en esa guerra. Comenzó sus estudios acerca de grupos durante la segunda guerra mundial, cuando estuvo a cargo de la rehabilitación de soldados británicos con neurosis de guerra y captó que la rehabilitación en grupo facilitaba enormemente la resolución de patología individual.
Después, en su libro “Experiencias en Grupos”, hizo la contribución psicoanalítica más importante, hasta el día de hoy, sobre los procesos psicológicos que se producen en grupos chicos. En estos grupos de 7, 12, a 15 miembros, caracterizados por tener un líder, Bion mismo, que rehúye tomar funciones de liderazgo y simplemente se dedica a ayudar al grupo a explicitar sus corrientes emocionales, observó que bajo esas condiciones los grupos oscilaban entre dos polos:
-Uno, en el que el grupo efectivamente observaba, pensaba, analizaba lo que estaba sucediendo dentro de él: “el grupo de trabajo”.
-Y otro en el que había regresiones dramáticas, en las que el grupo parecía paralizado, incapaz de pensar, regresando y eligiendo líderes en reemplazo del terapeuta que no aceptaba tomar una actitud de liderazgo.
Desde ahí describió lo que llamó supuestos básicos: de dependencia, de lucha y huida y de apareamiento.
Supuesto básico de dependencia. En el supuesto básico de dependencia el grupo busca un líder a quien idealizar como omnipotente, mientras todos los demás se sienten incompetentes, incapaces y con expectativas de que el líder dará conocimientos y gratificación a todos. Aparece una verdadera voracidad por obtener cosas de este líder. Posteriormente, aparece la desilusión por la falta de gratificación por parte de él y la búsqueda de su reemplazo por otro que prometa gratificar las necesidades de dependencia del grupo.
Bion describe dentro de este grupo de dependencia, los mecanismos psicológicos de idealización primitiva, omnipotencia proyectada y negación. Describió además la agresión, envidia, voracidad y las defensas contra ellas.
En resumen, describió mecanismos de defensa típicos de relaciones de objeto primitivas, como los que Melanie Klein había descrito en desarrollos muy tempranos de la psicología individual.
Supuesto básico de lucha y huida. En el supuesto básico de lucha y huida, el grupo está unido en la búsqueda de enemigos externos, con un líder que va a ayudar al grupo a dirigir esta lucha contra los enemigos externos. Existe aquí la tendencia a la subdivisión, en un grupo interior, central, que defiende al líder y la ideología del grupo y un grupo externo que es visto como el enemigo y por lo tanto, hay que combatirlo. También hay aquí tendencias tanto a someterse al líder que dirige la lucha como a rebelarse contra él. Este, de acuerdo con Bion, es un grupo que se ha reunido para luchar por algo o para huir de algo. Está preparado para hacer cualquiera de las dos cosas indiferentemente. Se aceptará a aquel líder capaz de obtener del grupo que aproveche la oportunidad para escapar o agredir. Si hace demandas que no se ajusten a esto, es ignorado.
Aquí los mecanismos dominantes son: proyección de agresión, identificación proyectiva, clivaje, suspicacia paranoidea, temor al ataque.
En resumen, nuevamente encontramos defensas y relaciones de objeto muy primitivas. El líder buscado por el grupo de lucha y huida, generalmente tiene características de tipo paranoideo, a diferencia de aquellas necesitadas por el grupo del supuesto básico de dependencia, que exige un líder de tipo narcisista y autosatisfecho.
Supuesto básico de apareamiento. Finalmente, en el supuesto básico de apareamiento, el grupo entero tiende a enfocar su atención sobre una pareja (generalmente heterosexual, pero no necesariamente) que en su relación mutua parece generar la esperanza del grupo en un desarrollo excitante, mesiánico, que da esperanza. Hay una atmósfera que indica que intimidad y sexo no sólo van a producir gratificación por todas las frustraciones pasadas, sino a proteger al grupo contra la agresión.
Se puede concluir que el grupo de apareamiento, es en realidad un grupo de contenido edípico, que defiende contra las regresiones al grupo de dependencia y al de lucha y huida, que tienen características más primitivas, preedípicas.
Lo que es muy interesante, es que la psicología del grupo chico, no estructurado, como Bion lo desarrolló, activa inmediatamente relaciones de objeto y mecanismos muy primitivos, sean cuales fueran los miembros que componen ese grupo.
Bion trabajó originalmente en el desarrollo de esas teorías con grupos de profesionales de la salud mental, con psicólogos, psiquiatras, asistentes sociales, sociólogos, que individualmente eran normales o por lo menos no más enfermos que el término medio de la población, pero que en esa situación de grupo tenían regresiones importantes. De modo que Bion descubrió implícitamente la capacidad de regresión severa que existe en todas las personas y que es activada en grupos no estructurados de un modo regular e inmediato.
Rice y Turquet. La siguiente contribución importante a la psicología de grupo viene de Kenneth Rice y Turquet, quienes basándose en los trabajos de Bion, estudiaron la psicología de grupos grandes.
Grupos grandes. El grupo grande está constituido por 80 a 150 personas, reunidas en una sala para estudiar los fenómenos grupales que se producen en tal reunión. Están sentados en una serie de círculos concéntricos de modo tal que tienen la posibilidad de verse y oírse mutuamente, pero no tienen la posibilidad de interacción individualizada. Cada uno al hablar se dirige al grupo en total porque no existe la relación de individuo a individuo que se produce en el grupo chico. Tampoco existe el anonimato total de la masa, en la cual sólo se puede ver, escuchar y reaccionar al líder.
Turquet y Rice observaron que en los grupos grandes, así definidos, se produce inmediatamente una angustia generalizada y muy intensa, con una sensación de todos los miembros del grupo de perder su eficiencia, su capacidad, su efectividad usual. Sólo existe la posibilidad de retirarse emocionalmente de esta situación aislándose, alienándose, con una sensación de incapacidad, incompetencia, o bien de meterse plenamente en la situación de grupo, en una atmósfera intensamente emocional, llena de angustia, con una irracionalidad imposible de controlar, con el surgimiento de temor muy intenso a agresión de parte de otros y una búsqueda de amigos o de subgrupos que son inestables porque no existe posibilidad ninguna de organización interior. La gente tiende a sentirse cerca o enemiga de los otros a raíz de las manifestaciones más superficiales como el modo de vestir, el sexo, el lenguaje o cualquier cosa de la que el individuo se pueda agarrar para sentir que tiene otro subgrupo de aliados en medio de esta masa caótica.
Hay además una tendencia a la irracionalidad que se expresa en la incapacidad de escuchar a otras personas. No hay ninguna continuidad en el diálogo, ninguna colaboración frente a lo que se dice y una tendencia a intensa envidia frente a los que parecen no estar sometidos a esta situación de irracionalidad y parecen mantener una cabeza clara en medio del caos, en medio del miedo a la violencia.
Importancia del estudio del grupo grande.
La importancia del estudio de la psicología del grupo grande, radica en que es la que se activa en organizaciones bajo condiciones en que la tarea, los objetivos o la organización habitual se han perdido.
La psicología de grupo grande, es típica de procesos de pérdida de moral en organizaciones humanas, y es también importante en cualquier grupo de trabajo que tiene 50, 80, 100 individuos reunidos en una sala, en un lugar común, porque cualquier fracaso del trabajo, de la tarea común, tiende a activar estos fenómenos primitivos que son sumamente angustiantes y llevan a su vez a defensas que también se activan de inmediato.
Las defensas son:
— La búsqueda de líderes con estructura narcisista, capaces de dar ideologías simplistas y tranquilizadoras al grupo, ideologías clichés que reaseguren a todo el mundo. A veces sin embargo, hay un líder paranoídeo que toma el control y el grupo grande se transforma en una pequeña masa como la descrita por Freud.
— La búsqueda de burocratización de la relación (que puede ser completamente estéril), para que ésta proteja al grupo de las agresiones mutuas.
b) Sexualidad en grupos chicos, grandes y multitud.
Una observación complementaria con relación al funcionamiento grupal, es que hay fenómenos muy específicos en cuanto a sexualidad, que diferencian grupo chico, grupo grande y multitud.
En el grupo chico, en el supuesto básico de apareamiento se observa una sexualidad aparentemente madura, una sexualidad de pareja que actúa como una defensa frente a tendencias más primitivas.
En la masa, la sexualidad tiende a desaparecer completamente, y uno podría decir que no es aceptada ni tolerada, porque cualquier relación entre dos individuos que los separa del ambiente de la masa, es sentida inmediatamente como un ataque a la masa. De hecho, Freud describió cómo las grandes organizaciones no toleran la relación de parejas que parecen substraer a los individuos del control total de la masa.
En el grupo grande, lo que se ve, es que emerge una sexualidad regresivamente anal. Se hacen referencias despectivas a la sexualidad, con condensación entre lo genital y lo anal, lo que es típico de los grupos unisexuales masculinos de latencia y de adolescencia temprana. Sólo una sexualidad deteriorada es tolerada por el grupo grande.
Escuela francesa: D’Anzieu y Chasseguet Smirguel.
Otra contribución muy importante es la de la escuela francesa, especialmente de D’Anzieu, quien ha hecho estudios importantes de la psicología de grupos grandes y chicos.
El enfatiza la importancia de la fantasía que el grupo constituye una unidad total que coexiste con un ideal del yo primitivo que, a su vez, representa simbólicamente una madre totalmente gratificadora.
D’Anzieu desarrolló el concepto del grupo dependiente de Bion, ligándolo a una etapa muy temprana del ideal del yo, en la cual existe una ideología que podríamos llamar “utópica”, de igualdad total entre todos, en la que están borradas las diferencias de sexo, de edad, en que no hay más angustia de castración y en que el grupo es una madre gratificadora que va a resolver todas las lesiones narcisísticas que existan dentro de él.
En ese grupo primitivo se explica, por ejemplo, la indignación e intolerancia con cualquier persona que quiera abandonarlo, la sensación de lesión personal si el grupo se achica y de que el mundo exterior es frío, peligroso, excesivamente racional y de que el grupo podrá desarrollar una ideología que va a satisfacer y compensar por toda la problemática no resuelta del mundo externo.
Chasseguet Smirguel completó este análisis, haciendo ver que esta fantasía grupal básica era una defensa frente al concepto del padre y la pareja parental racional ligado con la aceptación de la situación edípica, sus conflictos y las diferencias de sexos y edades. Ella también señaló cómo este grupo mesiánico fácilmente desarrolla una violencia inusitada contra cualquier amenaza a este mundo utópico soñado por él.
Contribución de Otto Kernberg. Kernberg sugiere que el grupo grande constituye el tipo de grupo que ilustra la psicología básica de grupo, y que tanto la psicología de masa como el grupo chico, son organizaciones defensivas contra la situación básica que es activada en el grupo grande.
En el grupo grande, lo que sucede es que la coexistencia simultánea de muchas personas que no se pueden relacionar de un modo individualizado, reproduce en la realidad externa, el mundo de las relaciones objetales primitivas del período de separación-individuación, en que ya existe una separación entre el sí mismo y los objetos externos, pero en el cual todavía no hay una integración de todas las representaciones del “self”, y de todas las representaciones de objetos externos, de modo que cada representación crea la incertidumbre de si es la representación de un objeto bueno o malo.
En el complejo mundo de representaciones reproducido en la situación de grupo grande, hay igualmente, una incertidumbre total en que no se sabe si se está rodeado de amigos o enemigos, o cómo se van a agrupar los demás en situaciones de conflicto. El grupo grande reproduce aspectos de un mundo de relaciones de objeto primitivo en el sentido de que:
— Obliga a relacionarse en una situación no familiar (el individuo está sólo en un grupo grande desconocido).
— Elimina los roles habituales a que se está acostumbrado en la situación familiar (el grupo normal en que uno equilibra su mundo de relaciones internas durante la infancia, los primeros años escolares y hasta la adolescencia).
— También la discontinuidad de los fenómenos habituales de estatus y de roles activa una sensación de pérdida de aspectos importantes de la identidad habitual y la combinación de esto con la coexistencia de objetos múltiples, completa un cuadro de difusión de identidad que crea el peligro de la emergencia de impulsos primitivos tanto de tipo sexual como agresivos, frente a los cuales se activan las defensas esquizoparanoídeas y depresivas descritas por Melanie Klein.
En resumen, es el grupo grande, con su manifestación completa del síndrome de pérdida de identidad, el que constituye, a juicio de Kernberg, la situación grupal básica contra la cual las defensas del grupo son las esquizoparanoídeas, los mecanismos de defensa primitivos, las relaciones de objeto primitivas de los grupos de supuesto básicos de Bion. Por otro lado lo son también la idealización del líder y la resolución de la pérdida de identidad en una identificación inmediata con todos los demás en la admiración y sumisión al líder.
Esa parece ser la relación entre grupo grande por un lado y grupo chico y masa por el otro. De esto podemos concluir que todos nosotros tenemos dos niveles potenciales de funcionamiento en grupos:
— Uno, un nivel habitual, familiar, en que reproducimos dinámicas de nuestras relaciones infantiles con padres, hermanos y el grupo familiar total como tal, donde se mantienen, podríamos decir, las relaciones habituales de rol y estatus en términos familiares,
— Otro nivel, más primitivo, con pérdida de la identidad, activación inmediata de relaciones de objeto. angustias, fantasías y defensas muy primitivas.
Según el grado de regresión del grupo caemos en uno u otro nivel de nuestro potencial de funcionamiento individual.
NOTAS
1 Corresponde a la parte más teórica de la psicología freudiana. Su contenido está representado por modelos conceptuales lejanos de la experiencia, como por ejemplo, la teoría de la existencia de dos pulsiones.
2 Ver Utilización de la Teoría de Relaciones ObJetales en la Psicoterapia de Grupo.
3 Estados de tensión (por ejemplo la excitación sexual) pueden ser placenteros, y estados de descarga (la ansiedad por ejemplo) pueden ser displacenteros.
La función del principio del pIacer-displacer es producir una oscilación óptima entre las polaridades de tensión y alivio, contribuyendo así al principio de la constancia.
4Jacobson (1957), definió los estados de ánimo como fijaciones temporales de afectos en la totalidad del mundo de relaciones de objeto internalizadas y por un tiempo limitado.
5Nosparece interesante apuntar aquí, citando un artículo de Kernberg, “Sexual Excitement and Rage: Building Blocks of the Drives”, del Sigmund Freud House Bulletin, Vol 15/1, que M. Arnoid define las emociones como la tendencia que se siente hacia la acción basada en una evaluación previa. El concepto de Arnold de emoción corresponde a lo que Kemberg prefiere llamar afecto, porque reserva el término emoción para afectos de contenidos cognitivos altamente diferenciados y con componentes psicomotores y/o neurovegetativos suaves o moderados.
6The First Relationship. Camhridge: Harvard Univcrsity Press (1977).
7Fairbaim postula que la libido es una función del yo, buscadora de objeto y no de placer. Esta búsqueda está planteada en términos de relaciones buenas de objeto, especialmente con la madre, lo que proporciona al niño un sentimiento de seguridad y autoconfianza que lo ayuda a aprender la realidad y a madurar.
8 Pensemos solamente en la experiencia sexual misma. Veremos que penetrar y ser penetrada incorpora la agresión al servicio del amor, utilizando el potencial erotogénico de la experiencia del dolor como un contribuyente necesario a la gratificación de la fusión con el otro en la excitación sexual y en el orgasmo. Esta capacidad normal, de transformar el dolor en excitación sexual, falla cuando la agresión severa domina la relación materno-infantil.
10 Stoller se ha referido a la presencia esencial de la agresión como componente de la excitación sexual. El enfatiza la importancia del misterio en la excitación sexual y ha descrito factores anatómicos y fisiológicos que en interacción con los deseos y temores edípicos contribuyen a las cualidades frustrantes y excitantes que son en gran parte un misterio. El misterio induce y refleja fantasías sexuales. Este misterio nace de la forma como la sociedad oscurece el descubrimiento de las diferencias anatómicas entre los dos sexos. Enfatiza además, la función de la excitación sexual como recreadora de situaciones peligrosas y potencialmente frustrantes que se superan a través de la gratificación del acto o de la fantasía sexual específica.
11 Observó niños en un encuadre de sala cuna, encontrando que los varones comienzan con juego genital aproximadamente a los 6 ó 7 meses de edad y las niñitas a los 10 u 11 y que la masturbación, para los dos sexos se establece entre los 15 y 16 meses. Los niños de clases trabajadoras se masturban el doble de los de clases sociales medias.
12 Gran parte del desarrollo de este tema tiene que ver con las ideas de estos autores.
13 La idealización primitiva de la superficie corporal de la madre conduce, vía introyección temprana e identificación primitiva con ella, a la idealización del propio cuerpo por parte deI niño. La idealización primitiva, característica de los procesos de escisión, disocia esa idealización de las experiencias persecutorias o “todo malas”, preserva la disposición sexual hacia el objeto idealizado y protege a la excitación sexual de ser sobrecargada por impulsos agresivos. Esta idealización además, da origen a la más temprana sensación de “valor estético”, de belleza.
14 Es como si la niñita tuviera un ejercicio más temprano de la confianza, al cambiar su orientación desde la madre hacia el padre, en su amor y afirmación de su femineidad desde “la distancia”, en su capacidad de transferir sus necesidades de dependencia a un objeto físicamente menos disponible que la madre, y también, por este mismo cambio de objeto, en su escape de los conflictos preedípicos y su ambivalencia hacia la madre
15 El término objeto se refiere a otras personas significativas y deriva de la tradición psicoanalítica que hablaba de las pulsiones o de los instintos como teniendo un origen y un objeto externo a quien están dirigidos y ese objeto, por supuesto, es una persona.
16 Por definición, están en la base de todos los procesos mentales y acompañan toda la actividad mental. Son la representación mental de los sucesos somáticos, entre los que se incluyen los instintos y son sensaciones físicas interpretadas como relaciones de objeto causantes de esas sensaciones. La fantasía es la expresión psíquica de los impulsos instintuales y también de los mecanismos de defensa erigidos contra ellos.
17Cuando Freud habla de “la masa” usa el concepto de masa en una forma más bien inespecífica, ambigua y cambiante porque se refiere tanto a las masas —o sea, a las multitudes conglomeradas en una acción bajo la dirección de un líder—, como también a grandes conglomerados organizados, por ejemplo el ejército y la iglesia como organizaciones de masa. De allí que a veces confunde psicología de masa con psicología organizacional. Una problemática que continúa a través de la literatura psicoanalítica y que realmente sólo se ha resuelto en los últimos años. En todo caso cuando Freud habla de “masa”, habla de grandes masas con intensas emociones primitivas, de grandes grupos, bajo la dirección de un líder y la diferencia claramente de la multitud, es decir de un conglomerado temporal sin dirección alguna.