Transferencia y contratransferencia son dos términos de la psicología que circulan de boca en boca en la vida cotidiana. Sin embargo, tienen un origen y una teoría que los sustenta; en este caso, se trata del psicoanálisis. Para entenderlos mejor podría decirse que se trata de aquello que surge en el encuentro con el otro y que se vincula a una experiencia o persona anterior. Es como decir “aquello que me recuerda a…”.
Transferencia y contratransferencia son dos términos de la psicología que circulan de boca en boca en la vida cotidiana. Sin embargo, tienen un origen y una teoría que los sustenta; en este caso, se trata del psicoanálisis.
Para entenderlos mejor podría decirse que se trata de aquello que surge en el encuentro con el otro y que se vincula a una experiencia o persona anterior. Es como decir “aquello que me recuerda a…”.
De este modo, se relacionan pasado y presente, antes y ahora. Esta conexión, este punto de encuentro, es lo que le servía a Freud para entender ciertos episodios y fantasías que los pacientes llevaban a la consulta. Y también para poder analizar de qué modo sus propias limitaciones, fantasías y deseos se hacían presentes.
Transferencia y contratransferencia
Estos son dos conceptos centrales en la teoría psicoanalítica. La idea de transferencia invita a pensar en su prefijo, que da la idea de transponer de un lugar a otro, de movimiento y desplazamiento. Entonces, la transferencia sugiere un traslado, depositando sobre otro ciertos deseos o fantasías inconscientes.
Desde el psicoanálisis, Freud postulaba que se trata de actualizar sobre la figura del analista los deseos o fantasías que en realidad están vinculados a ciertas personas u objetos de la infancia. De este modo, se convierte en un vehículo para la terapia, para acceder a aquello que las personas alojan de manera inconsciente.
Es una ayuda para hacer circular la palabra, para favorecer la asociación libre. También para que se despliegue en el curso de la terapia aquel conflicto que aqueja al paciente. El analista es un mediador para que el otro llegue a reconocer aquello que está trayendo a ese vínculo actual y que pertenece a lo reprimido o no resuelto.
Freud identificó una transferencia positiva, que se corresponde con sentimientos positivos, amistosos y de afecto; así como una transferencia negativa, que es aquella que suscita sentimientos negativos, hostiles o de rivalidad.
Por último, Freud sostenía que el analista lograba superar el fenómeno transferencial si lograba que el paciente se diera cuenta de que aquellos sentimientos que proyectaba sobre su figura eran como repeticiones. Es decir, pertenecen a experiencias pasadas.
Freud es el creador de los términos y de su conceptualización en el marco de la teoría psicoanalítica.
¿Qué es la contratransferencia?
Lisa y llanamente, la contratransferencia se refiere a aquello que se moviliza o despierta en el rol del terapeuta en el encuentro con el analizado. También supone experiencias previas; aquellas marcas que dejó el inconsciente y que se actualizan o presentan en el vínculo actual.
En muchos casos se la denomina transferencia cruzada. Los terapeutas aprenden de su contratransferencia y logran orientarla en sus propios espacios y en los de supervisión de casos.
¿Cómo funcionan la transferencia y la contratransferencia?
Ambos conceptos reviven en el vínculo actual entre paciente y analista unas reminiscencias del pasado. Evocan antiguas experiencias o relaciones que, en general, remiten a las figuras parentales, según lo planteado por Freud.
Por eso, la transferencia podría funcionar como una brújula, orientando al analista sobre los conflictos del paciente. Así como también la contratransferencia le permite al analista mantener a raya su inconsciente, sabiendo que las propias experiencias pueden desplegarse en la terapia.
En ambos casos, la proyección nos sirve como un mecanismo para entender de qué se tratan la transferencia y la contratransferencia. Es depositar sobre otros algo que no es de dichas personas, sino que se refiere a uno mismo o a terceros.
Algunas objeciones a la transferencia y la contratransferencia
Para algunas corrientes de la psicología, hablar de ambos fenómenos carece de sentido, puesto que se trata de experiencias que son subjetivas y que no responden a un parámetro. Por lo tanto, no pueden catalogarse de científicas.
Sin embargo, se les ponga el nombre que se les ponga, en un vínculo humano siempre circulan emociones, sentimientos, recuerdos y expectativas. Muchas de las cuales pueden corresponder o no a las experiencias infantiles.
Allí es donde definimos nuestras primeras relaciones, las primeras interpretaciones acerca de cómo funciona el mundo. Por eso no parece descabellado que las repliquemos en otros ámbitos.
Pretender que la terapia es un espacio aséptico es irreal. Además de que nos privaría de toda la potencia que se puede obtener de un vínculo de confianza, del autoconocimiento y del conocimiento del otro.
En este mismo sentido se advierte sobre la transferencia de enamoramiento. Ya en su momento, Freud señaló la importancia de reconocer que no se trata de las virtudes del terapeuta, sino de experiencias que el paciente deposita sobre él. Por ello, ante esta posibilidad hay que conducirse con precaución y profesionalismo.
El psicoanálisis se vale de estos conceptos para mejorar el abordaje del paciente.
De la contratransferencia hacia la empatía
Hay quienes se preguntan hasta qué punto es conveniente que el analista se implique en las sesiones, y si la contratransferencia no corresponde más bien a una traba u obstáculo. Si embargo, la contratransferencia también puede ayudar a comprender mejor al paciente, a despertar empatía, a ponerse en sus zapatos.
El límite siempre está dado porque el espacio terapéutico está resguardado por la ética profesional. Allí hay una clave para una atención de calidad.