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Hace años estuve de acuerdo con quienes estimaban que la adolescencia era un tema poco elaborado en la literatura psiquiátrica y psicoanalítica. Al enfrentar la tarea de escribir un capítulo en la presente monografía sigo concordando con quienes así opinaban, y han pasado varios años. Los límites cronológicos poco claros de esta etapa de la vida hacen que la adolescencia sea un territorio como de nadie para los especialistas que más bien se definen como psiquiatras y psicoterapeutas de adultos o de niños dejando la etapa que comentamos más para la elaboración filosófica y especulativa que para definiciones que nos permitan un abordaje clínico adecuado.

Dr. Luis Gomberoff

Introducción.-

 

Hace años estuve de acuerdo con quienes estimaban que la adolescencia era un tema poco elaborado en la literatura psiquiátrica y psicoanalítica.

Al enfrentar la tarea de escribir un capítulo en la presente monografía sigo concordando con quienes así opinaban, y han pasado varios años.

Los límites cronológicos poco claros de esta etapa de la vida hacen que la adolescencia sea un territorio como de nadie para los especialistas que más bien se definen como psiquiatras y psicoterapeutas de adultos o de niños dejando la etapa que comentamos más para la elaboración filosófica y especulativa que para definiciones que nos permitan un abordaje clínico adecuado.

Para comprender la afirmación previa basta con mirar hacia las clasificaciones vigentes de diagnósticos, el CIE-10 y el DSM IV, donde observaremos que las enfermedades de la adolescencia están incluidas en los trastornos que se inician en la infancia y adolescencia sin delimitar el proceso adolescente como algo propio y específico.

Los adolescentes no son niños, tampoco adultos, son adolescentes y merecen una consideración propia.

No se trata aquí de desmerecer los múltiples trabajos que efectivamente se pueden rescatar de la literatura, muchos de una calidad excepcional, apuntamos sólo a la singularidad del proceso adolescente que no es claramente establecido en la literatura psiquiátrica.

Peter Blos es una de las excepciones a lo dicho anteriormente.

Será su obra la que dirigirá el camino en las consideraciones que siguen.

Aborda la adolescencia desde dos perspectivas distintas pero mutuamente relacionadas.

Una que ve panorámicamente la adolescencia y que corresponde al proceso de la segunda individuación, separación final de los padres internalizados de la infancia para adquirir finalmente la personalidad propia y adulta como tarea fundamental, proceso que abarca toda la adolescencia y en segundo lugar una perspectiva secuencial que cursa en estadios sucesivos con conflictos y tareas propias y que confluyen hacia el mismo objetivo final: la consolidación de la personalidad.
El presente trabajo describirá la visión de Blos, la ampliara con aportes que me han parecido importantes provenientes de otros autores e incluirá la comprensión de algunos trastornos de personalidad que se afianzan y fijan en desarrollos patológicos de algunas de las etapas por las que cruza la adolescencia.

También dedicaremos algún espacio a la comprensión psicoanalítica del problema de la violencia juvenil.

 

 

El Recorrido.-

 

 

La descripción de la adolescencia no puede sino tener un enfoque teleológico, ya que el adolescente es como es debido a la serie de tareas que debe cumplir , no comparables a las de ninguna otra época de la vida, tanto cuantitativa como cualitativamente.

Son tareas que producen quiebres (crisis adolescente) que deben ser elaborados y resueltos por el adolescente, la mayor parte de las veces sólo, a diferencia del niño que siempre está acompañado por padres (aunque sólo a veces suficientemente acompañantes).

Para la resolución de las tareas cuenta con un arsenal pequeño adquirido en los pocos años de vida con los que llega a esta etapa.
La adquisición de independencia, la emancipación de los padres, el ajuste heterosexual, la elección vocacional, entre otras tareas, confluyen todas hacia la integración de la personalidad adulta normal.
El recorrido a través del cual se cumplirá con la tarea nos pondrá en contacto con paisajes distintos y con estaciones en las cuales a veces hasta los idiomas que se hablan son distintos, lo que nos hace plantearnos incluso si podemos seguir hablando de la adolescencia como fenómeno único o introducir el plural al referirnos a ella.

Además cada estación conserva ciertas características de la anterior con lo que el paisaje va adquiriendo cada vez mayores dificultades descriptivas y los pasos sin detención o apurados en sus distintas estaciones (elaboraciones incompletas) provocan cada vez mayores dificultades para el arribo al final del camino.

Muchas veces impiden la llegada.

 

 

Las Estaciones.-

 

 

1.- Latencia:
A la latencia, estación inicial del recorrido llega, de acuerdo con Meltzer, un niño que conoce y comprende el mundo fantaseando que el conocimiento es algo concreto y que existe en algún lugar.

El respeto que los pequeños tienen por sus padres está asociado a la creencia de que los padres en conjunto poseen todo el conocimiento del mundo y, en las fantasías más primitivas, tal conocimiento es sentido como contenido concretamente en el pecho de la madre.

La cualidad mental que el padre y la madre poseen o, en un nivel más primitivo, que el pecho posee, es la omnisciencia por lo que disponen del poder de hacer cualquier cosa, esto es, son omnipotentes.

Éstas dos cualidades, la omnisciencia y la omnipotencia son objeto de intensa envidia por parte del niño y son las posesiones de los padres que más desean.

El lenguaje, que representa la posesión parental de la omnisciencia y la omnipotencia es investido por el niño cuando lo desarrolla de poderes concretos y mágicos.


Siguiendo con Meltzer, en la escuela, en los años que llamamos período de latencia, el aprendizaje se centra en el aprender el nombre de las cosas.

El niño que sabe el nombre de algún objeto sabe todo de él; si aprende que un objeto se llama aeroplano, sabe volar, puede construir uno y cuando fabrica un pequeño aeroplano de juguete, éste, en su mente, es de verdad.

El latente, cuando utiliza el lenguaje de esta manera concreta, y cree saber todo de una cosa cuando conoce su nombre, está ejercitando su omnisciencia, aunque ésta es distinta de la de los padres, ya que está basada en una construcción de la imaginación.

Él no conoce todo, pero cree que todo lo que conoce es todo lo que hay para conocer, y esta subordinación a este uso del lenguaje y a la convicción de que los padres conocen todo, sólo se fractura cuando comienza la pubertad.

Desde esto, Meltzer comprende lo que sucede en la pubertad, de una manera que no pone el énfasis en la sexualidad sino en el conocimiento y la comprensión.

El gran misterio para los niños es que los padres saben cómo hacer niños; el saber hacerlo es la esencia de su gran potencia.
La latencia prepara al niño para el aumento pulsional de la pubertad a través de desarrollos funcionales del Yo en áreas como percepción, aprendizaje, memoria, pensamiento y capacidad sintética.

La mayor capacidad de expresión verbal reduce el empleo del cuerpo en forma expresiva.

Hay un predominio de la actividad controladora del Yo y Superyo (que en esta etapa si es el heredero del Complejo de Edipo) sobre las expresiones sexuales.

El desarrollo de capacidades sublimatorias del Yo hace que éste sea un período de adquisición de importantes avances educacionales y sociales que alentarán logros importantes en la autoestima.
Las relaciones objetales externas son reemplazadas por identificaciones, o sea, las catexis se trasladan desde objetos externos a los internos.

Si el niño, hasta la latencia, ha dependido en su autoestima de apoyos parentales, ahora es su propio control y logros los que lo hacen auto valorarse.
Sin el afianzamiento de las funciones yoicas en esta estación del desarrollo el adolescente no podrá enfrentar las tareas que tiene que enfrentar en las siguientes
2.- Preadolescencia:
Resurge en este período la pregenitalidad: se vuelven incontrolables, difíciles de enseñar.

El muchacho se muestra voraz, inquieto, con muchas expresiones sádico anales: lenguaje obsceno, rechazo de la limpieza, fascinación por los olores y juegos fálicos exhibicionistas.

Todo esto se debe a la regresión que se inicia en esta etapa y que seguirá actuando en las fases subsiguientes.

Es una regresión al servicio del desarrollo ya que le permite al muchacho acudir a los puntos previos de fijación donde quedaron fallas del desarrollo para reorganizarse y desde allí saltar con más fuerzas hacia el desarrollo progresivo.

Las funciones yoicas desarrolladas durante la latencia impiden una regresión completa hasta la fusión con la madre lo que haría estallar una psicosis.

Recordemos aquí que en la niñez temprana el tener hijos es vivido como un logro y a quien los tiene, la madre se le atribuyen poderes omnipotentes que llevan a una competencia con ella.

Identificarse con ella representa ser activo como la madre.

El reencuentro regresivo con esta madre produce en el preadolescente fantasías que tienen la estructura de atribuir a la mujer poderes omnipotentes.

De aquí que el conflicto básico del preadolescente masculino sea el miedo y envidia por la mujer.

Para aliviarse de la angustia de castración en relación con esta madre fálica, activa y productora de hijos se identifica con ella.

Los muchachos se vuelven hostiles con las niñas, las atacan y evitan, o sea niegan su angustia (de castración) en vez de enfrentarla, lo que lleva al niño a relacionarse sólo con su propio sexo.

Esto es lo que se define como estadio homosexual de la preadolescencia, en la que el cambio hacia el mismo sexo es una maniobra evasiva.

Se afianzan ahora los grupos unisexuales de la latencia, con problemática homo y heterosexual.

El erotismo es anal, agresivo.

Se intercambia información sobre el sexo y éste es tratado en forma cómica, excitante, prohibida y agresiva.

Pareciera existir un acuerdo de mantener rígidamente separado lo tierno de lo erótico y de que todo interés sexual no tiene nada que ver con la situación de pareja.

El grupo de las mujeres es menos expresivo en lo sexual y tampoco existe la actitud despectiva anal frente a lo genital pero puede haber una curiosidad sexual compartida, mientras no se refiera a actividad genital directa consciente.
El control pulsional y la sociabilidad adquiridas en la latencia se dirigen al despeñadero, pero ya hay un Superyo que reprobará el descontrol.

Reaparecen defensas como la represión, formaciones reactivas y desplazamientos.
Como las defensas no son suficientes, aparecen síntomas transitorios como tics, miedos y fobias, así como descargas psicosomáticas, cefaleas, dolores de estómago, onicofagia, tartamudeos, etc.

También conductas compulsivas y pensamientos obsesivos para aliviar la angustia (interés de coleccionar)
La niña trata de negar su femineidad, alcanzando en esta etapa la culminación de lo que se ha descrito como la etapa de la "marimacho".

Se descubre aquí, la reemergencia del conflicto no resuelto de la envidia al pene.

Mientras el varón, emprende su camino hacia la genitalidad a través de una carga pregenital importante, las niñas se dirigen más directamente hacia el sexo opuesto.

Ella, para desarrollar su femineidad, debe reprimir masivamente su pregenitalidad.

Busca juntarse con muchachos.

Así, la fuerza regresiva hacia la madre preedípica se reduce considerablemente porque permanecer atada regresivamente, significaría homosexualidad e interrupción del desarrollo de la femineidad.
3.- Adolescencia Temprana:
Podría decirse que la característica de este período es la presencia de una libido libre que pugna por acomodarse en objetos no incestuosos.

El retiro de las catexias objetales parentales, que produce una ampliación de la distancia entre el Yo y el Superyo (representante parental) resulta en un empobrecimiento del Yo que el adolescente experimenta como un sentimiento de vacío, de tormento interno, que puede compensarse a través de la búsqueda de amistades.

El amigo de la adolescencia temprana es idealizado.

Algunas características del otro son admiradas porque son algo que él quisiera tener y en la amistad se apodera de ellas.

También hay un debilitamiento del Superyo que deja al Yo sin su dirección y los esfuerzos del Yo para mediar entre el mundo interno y externo devienen torpes e ineficaces.

A pesar de esto, estamos describiendo una edad en que los valores éticos se han independizado de la autoridad parental y operan parcialmente dentro del Yo, pero el autocontrol, durante la adolescencia temprana amenaza con romperse y puede surgir la delincuencia.

Las actuaciones delictivas, variables en intensidad, a menudo están relacionadas con la búsqueda de objetos de amor y con que ofrecen un escape a la soledad, aislamiento y depresión que siempre acompañan los cambios catécticos descritos anteriormente.

Pueden detenerse con una vuelta al narcisismo, recurriendo a la fantasía y al autoerotismo.

De esta forma se construye el Ideal del Yo que entra a absorber la libido homosexual y narcisística.

Se internalizan de esta forma relaciones de objeto que en otra forma podrían conducir a homosexualidades latentes o manifiestas.

Fijaciones en la adolescencia temprana siguen el curso anterior.
Se describe en la literatura, refiriéndose a la mujer adolescente temprana, el "flechazo", que es una forma de idealización y erotización pasiva y masoquista.

El objeto del flechazo es amado en forma pasiva deseándose obtener atención, afecto o sentirse invadido por toda clase de afectos sexualizados.

Las cualidades pasivas y masoquistas son un estado intermedio entre la posición fálica de la preadolescencia y la progresión hacia la femineidad.

Es la posición bisexual de la adolescencia temprana de la mujer, que está mucho menos reprimida que en los hombres.
Debido a los rápidos cambios físicos y psíquicos que experimenta el adolescente temprano siente que la experiencia interna empieza a cambiar más rápidamente que la confirmación externa que lo sigue tratando como a un niño más grande.

Esto, que es normal, produce un fenómeno de alienación, o sea una experiencia subjetiva de cambio, de extrañeza, de ya no ser la persona natural, normal y estable en un mundo que no cambia.

Es el inicio de la crisis de identidad, que el adolescente resuelve inicialmente a través de su participación en un grupo rígido que lo confirma.

Es el grupo, ya heterosexual, de los adolescentes tempranos, que se visten igual, que escuchan la misma música, que hablan igual y que por lo tanto ambientan un escenario de confirmaciones mutuas donde las debilidades pueden superarse más livianamente.

Este es también el grupo que da al adolescente tiempo para elaborar los conflictos relacionados con su vida sexual, con la separación de los padres, etc.

En un plano sexual le permite la integración de eroticismo con ternura.
Volveremos a Meltzer tratando de visualizar otra manera de ver la crisis de identidad adolescente.

Este afirma que en la pubertad, descubren que sus padres tampoco saben cómo hacer niños, que era, recordémoslo una vez más, aquello que proveía a
los padres de un poder ilimitado.

Ésta puede ser considerada como la mayor desilusión de la adolescencia, que se inicia con la pubertad, y permite al niño liberarse de la subordinación a los padres.

Cuando el adolescente se libera de esta sumisión a los padres como personas que lo saben todo y que deben saberlo todo porque conocen el gran secreto de cómo hacer niños, irrumpe el mundo de la confusión que estaba encubierta por la convicción en la omnisciencia de los padres.

Descubren también que las palabras no significan lo que dicen, que no tienen significado en sí mismas, que las mismas palabras tienen significados diferentes según quien las emita.

Por lo tanto, siente que el mundo de los adultos es pura hipocresía.

Esto trae como consecuencia que duda de todo y, naturalmente, la duda principal es la de ser el hijo real de sus padres.

Debe escoger entre la teoría de que es su propio padre y se ha hecho a sí mismo de alguna manera, o que sus padres están en algún lugar en sentido novelesco o abstracto.

La elección entre ser él mismo sus propios padres y el sentir y teorizar que se ha creado solo o que es el hijo de una entidad parental abstracta cualquiera como, por ejemplo, Dios o un determinado equipo de fútbol, es extremadamente crucial.

Lo importante en esta crisis de identidad y en la aguda pérdida de la identidad familiar que el joven experimenta en el momento de la pubertad, es la elección entre la idea de haberse hecho a sí mismo y la idea de que los propios padres están en algún otro lugar, en cuanto que de tal elección surge la posibilidad de identificarse con la comunidad de los adolescentes.

La decisión de aceptar temporariamente la identidad de ser un simple adolescente en la comunidad de los mismos, o bien de ser un individuo aislado que se ha hecho solo y que tiene una misión única en el mundo, una misión grandiosa, representa una decisión crucial para el joven.

Hasta aquí Meltzer.
¿Soy hombre o mujer?, es una preocupación consciente muy frecuente en este período entre las mujeres.

La declinación de la tendencia bisexual marca la entrada en la adolescencia.
4.- Adolescencia Propiamente tal:
El abandono de la bisexualidad y del narcisismo hace posible que lentamente se establezca la heterosexualidad.

En un comienzo de esta fase ambos sexos observan un aumento transitorio del narcisismo que protege contra las desilusiones y fracasos de los primeros intentos amorosos.

Los adolescentes abandonan sus sentimientos de autosuficiencia ( la que se veía en la rebeldía, arrogancia, desafío a las reglas y burla frente a la autoridad de los padres) y actividades autoeróticas sólo cuando tienen sentimientos de ternura por una muchacha.


La decatexis de las representaciones de objeto las elimina como fuente de gratificación libidinal.

Consecuentemente se observa en el adolescente un hambre de objetos, un deseo que lo lleva a uniones e identificaciones superficiales y que varían constantemente.

La identidad del objeto real de esta hambre es negada: es el padre del mismo sexo.

La identificación, positiva o negativa, con el padre del mismo sexo tiene que llevarse a cabo antes de que pueda existir amor heterosexual.
El aislamiento narcisista del adolescente debe contrarrestarse de alguna manera porque puede producir pánico y ansiedad que lleva a estados de despersonalización.

Fantasías y sueños diurnos que acompañan los cambios catécticos por "acción de ensayo" ayudan al adolescente a asimilar en pequeñas dosis las experiencias afectivas hacia las que lo mueve su desarrollo progresivo.

Por otra parte una agudeza extrema de los órganos de los sentidos que obtiene su contenido especial y calidad de la proyección, hace que los acontecimientos internos sean experimentados como percepciones externas (su calidad se aproxima frecuentemente a las alucinaciones).

Esto ayuda al Yo a agarrarse al mundo externo de los objetos que está constantemente en peligro de perder.

Todos estos sentimientos (de alejamiento, de irrealidad y despersonalización que amenazan con romper la continuidad de los sentimientos del Yo) constituyen el rasgo específico de la adolescencia de funcionamiento pseudopsicótico.
La etapa narcisística transitoria representa también una etapa positiva en el proceso de desprendimiento.

Antes, los padres eran sobre valorados, considerados con temor y no valorados realísticamente.

Ahora son vistos como ídolos caídos.

Una vez que la fuente de gratificación narcisística derivada del amor paternal ha cesado de fluir, el Yo se cubre con una libido narcisista que es retirada de los padres internalizados, esencial para la mantención de la autoestima.
En la adolescencia propiamente tal, el revivir del Complejo de Edipo es otro tema dominante Resulta bastante claro que es imprescindible el alejamiento decisivo del padre antes de que pueda hacerse la elección de un objeto no incestuoso.

Durante las etapas previas a este alejamiento hay rasgos de venganza y rencor edípicos que se hacen presentes en la actitud crítica del adolescente hacia uno de sus padres.

En la joven, casi siempre es la madre el blanco de reproches y acusaciones; más de una joven está convencida de que ella comprende mejor a su padre que su misma madre.


El declinamiento del complejo de Edipo en la adolescencia es un proceso lento y llega hasta la adolescencia tardía.

Se completa probablemente sólo cuando el individuo se reestablece en una nueva familia; entonces las fantasías edípicas pueden ser desechadas para siempre.


Dos amplios estados afectivos, a su vez, dominan la escena de esta etapa: "duelo" y "estar enamorado".
El adolescente sufre una pérdida verdadera al renunciar a sus padres edípicos y experimenta un vacío interno, pena y tristeza que son partes de todo luto.

La elaboración del proceso de duelo es esencial para el logro gradual de la liberación del objeto perdido.

Requiere tiempo y repetición.
El "estar enamorado" señala el acercamiento de la libido a nuevos objetos.

El amor heterosexual a un objeto implica el fin de la posición bisexual de etapas previas en las cuales las tendencias ajenas al sexo genérico necesitaban constante carga contracatéctica, ya que amenazaban constantemente con hacerse presentes, dividiendo la unidad del yo (autoimagen).

Estas tendencias pueden satisfacerse sin restricción en el amor heterosexual sólo concediendo al compañero el componente del impulso ajeno al sexo..

Esto es lo que se denomina fenómeno de resonancia, que aparece primeramente en la adolescencia y juega un papel fundamental en la resolución de las tendencias bisexuales.


También debe concurrir a la resolución de la bisexualidad la vivencia simbólica del falo como fuente de fertilidad y unidad que describe Joyce MCDougall y que debe ser integrada a la sexualidad adolescente como algo ya definitivo: "Cada niño, en su bisexualidad psíquica, desea ardientemente la total posesión de los padres para él sólo.

El deseo de ser aquel que tiene nuestro mismo sexo y poseer al otro se complementa con igual intensidad con el deseo de ser el del sexo opuesto y poseer al del mismo sexo.

Este carácter posesivo del niño busca alcanzar los poderes y privilegios de ambos miembros de la pareja parental.

En los dramas inconscientes cada uno estas personas especialmente queridas y deseadas están representadas simbólicamente por su sexo.

Si el falo, como distinto del pene en lo que tiene de símbolo de unidad y fertilidad que pertenece a ambos sexos y les une adquiere su verdadero significado, el niño o la niña ven garantizados su lugar y su identidad genérica.

Si, por el contrario, el pene se desliga de su significado simbólico, pueden surgir para ambos sexos numerosas escenas dramáticas.

El pene paterno, un objeto codiciado e idealizado por todo niño, desempeña un papel diferente, que depende no sólo del sexo anatómico de cada analizando sino también de hasta qué punto se ha convertido o no en el símbolo de la completitud sexual.

Este significante también determina el modo en el que los genitales femeninos están representados en el inconsciente.

La vagina, al no ser visible, plantea problemas para ambos sexos.

Mientras que su representación no goce en la imaginación de su significación fálica es decir, que el pene es un órgano genital que requiere un genital femenino para completarlo y darle su significación sexual y viceversa, no sólo corre el riesgo de convertirse en una representación aislada, sino también en una representación sin límites y potencialmente peligrosa.

Como entidad imprecisa y no visible, esta representación sexual puede, de ahora en adelante, desplazarse de forma interminable sobre cualquier espacio u objeto externos imaginables: túneles estrechos, ventanas abiertas, calles desiertas, agua profunda, tierra, aire, alturas o profundidades.

¡La elección, como la representación, es ilimitada! Cuando no hay una trama psíquica capaz de unir los dos sexos en un acto de amor, en el cual cada sexo se convierte en la razón de existir del otro, entonces el "pene autónomo" corre el riesgo de ser, en el repertorio psíquico, un objeto que desgarra y lacera, mientras que la vagina sin límites, separada de su función de amado y deseado continente del pene, se convierte en un órgano que también puede destruir, estrangular y castrar todo lo que encuentre".
Este estado, de término de la bisexualidad a través de los fenómenos de resonancia y del logro definitivo del sentimiento de necesidad mutua genital para completarse sexualmente sólo puede ser alcanzado después de que los impulsos pregenitales han sido relegados a un rol iniciático y subordinados a favor de la sexualidad genital.
A la adolescencia en sí pertenece una experiencia única, el amor tierno que precede a la experimentación heterosexual La pareja no representa solamente una fuente de placer sexual (juego sexual); ella significa un conjunto de atributos que llenan al joven de admiración.

Pero este nuevo sentimiento es experimentado por el muchacho al principio como la amenaza de una nueva dependencia.


Los movimientos progresivos de la libido hacia la heterosexualidad recién descritos se constituyen en fuentes de peligro interno que se agregan al debilitamiento del yo ya analizado antes.

Esta ansiedad pone en juego los mecanismos defensivos típicos de esta fase, descritos por Ana Freud (1936): el ascetismo y la intelectualización.


El ascetismo prohibe la expresión del instinto; fácilmente cae en tendencias masoquistas.


La intelectualizacion vincula los procesos instintivos con los contenidos ideacionales y así los hace accesibles a la conciencia y al control.


Ambas defensas, anuncian el surgimiento del carácter y de intereses especiales, de preferencia talentos y elecciones vocacionales definitivas.

Las elecciones de esta etapa muestran mayor variación individual que en fases previas, lo que anuncia su influencia selectiva definitiva en la formación del carácter.

Empiezan a sobresalir diferentes intereses, capacidades, habilidades y talentos, que son probados experimentalmente por el uso y que apoyan en el mantenimiento de la autoestima; de este modo la elección vocacional se solidifica.


Es la labor del fin de la adolescencia llegar a un arreglo final que la persona joven subjetivamente siente como "mi modo de vida".

La inquietante pregunta que tanto se hacen los adolescentes "¿Quién soy yo?" retrocede lentamente al olvido.


Lo que ocurre a los grupos en esta fase es que más o menos a los 15 años las primeras parejas ya con intimidad sexual se separan del grupo y se las mira con admiración pero también con envidia y recelo.

Se las acusa de traición.

La pareja tiene que aprender a resistir las presiones del grupo.

Es el grupo heterosexual tardío que después se rompe en la red de parejas, relación grupal típica de los adultos.
5.- Adolescencia tardía:
La adolescencia tardía es una fase de consolidación que establece la unificación final del yo y preserva la continuidad dentro de él.

Esto marca el fin de la crisis de identidad y de los sentimientos de alienación del joven.
El concepto de trauma es importante en esta fase.

El dominio del trauma es tarea de toda la vida.

Lo que fue experimentado originalmente, desde la temprana infancia como una amenaza externa se vuelve el modelo de peligro interno.

Al devenir modelo, el peligro principal es reemplazado por representaciones simbólicas que van cambiando con el desarrollo físico y mental del niño en crecimiento.

Al fin de la adolescencia las amenazas originales reaparecen nuevamente siendo activadas por el medio ambiente: amenazas de pérdidas objetales, conflictos de dependencia, de pérdida de control, bajas en la autoestima, etc.
El dominio progresivo de los traumas residuales determina el tipo de relación que se producirá entre el individuo y su medio.
Freud (1939) plantea: "Los efectos de un trauma tienen dos caras, positiva y negativa.

La primera son intentos de revivir el trauma, de recordar la experiencia olvidada, o aún mejor, de hacerla real, de revivir una vez más su repetición; si fue una relación afectiva temprana, es revivida en un contacto análogo con otra persona.

Los efectos pueden ser incorporados al así llamado yo normal y en forma de tendencias constantes le prestan rasgos de carácter inmutable...

Las reacciones negativas persiguen la meta opuesta; aquí, nada se debe recordar o repetir del trauma olvidado.

Pueden ser agrupadas como reacciones defensivas.

Estas reacciones negativas también contribuyen considerablemente a la formación del carácter."
Dentro del problema de consolidación del carácter al final de la adolescencia, los remanentes de los traumas relacionan el presente con un pasado dinámicamente activo, y establecen esa continuidad histórica en el yo que provoca un sentimiento de certeza, dirección, y la armonía entre el sentimiento y la acción.

Esta característica contribuye fuertemente al sentimiento de identidad consolidada.


Una "función restauradora del yo" es típica de la adolescencia tardía, que se asemeja a la del periodo de latencia.

A raíz de la maduración yoica y pulsional los residuos traumáticos pierden en parte su valencia negativa pero continúan requiriendo una contención constante, o sea, hay que seguir teniéndolos en cuenta en el mantenimiento de la homeostasis psíquica.

La automatización de este proceso de contención es idéntica a la función del carácter, o más exactamente a una parte de esta función.

Una vez que se ha vuelto parte integral del Yo, el trauma residual deja de alertarlo una y otra vez mediante la angustia-señal: ha pasado a ser un organizador en el proceso de la formación del carácter.

El carácter es pues, equivalente a unas respuestas pautadas frente a situaciones de peligro primitivas o a la angustia señal; en otras palabras, equivale a la conquista del trauma residual, no merced a su desaparición o su evitación, sino a su continuidad dentro de una formación adaptativa.

En el trastorno del carácter este proceso se ha descarriado: la estabilización caracterológica se ha vuelto inadaptada.

El resultado no puede asegurarse hasta que la adolescencia tardía se estabiliza.


Siempre que la deformación temprana del yo en la infancia con diferenciaciones incompletas entre el yo y la realidad, es la razón del fracaso de la adolescencia (síntesis yoica defectuosa) el quiebre aparece como la enfermedad limítrofe o la enfermedad psicótica.


El proceso de consolidación se complica además por la necesidad que hay en la adolescencia tardía de asignar a objetos de amor y odio en el mundo externo catexis agresivas y libidinales que originalmente se fundían en representaciones de objeto.

Estos arreglos yo-sintónicos producen estabilidad de actitudes, sentimientos y prejuicios.

En circunstancias normales son la causa de las pequeñas desavenencias, quejas, odios, etc., de las personas; son de gran importancia para la economía psíquica.

El desarrollo del carácter neurótico o la formación de síntomas en la adolescencia tardía representa un intento de "autocuración" después de fracasar en la resolución de fijaciones infantiles articuladas al nivel del complejo de Edipo.


Durante la adolescencia tardía la identidad sexual toma su forma final.


La consolidación de la personalidad al fin de la adolescencia trae mayor estabilidad afectiva y conductual del joven adulto.


La mayor capacidad para el pensamiento abstracto, para la construcción de modelos y sistemas dan a la personalidad de la adolescencia tardía una calidad más unificada y consistente.


El proceso de delimitación de la adolescencia tardía es llevado a cabo a través de la función sintética del yo.

Es una estabilización final del conflicto de las tres antítesis en la vida mental: sujeto-objeto, activo-pasivo y placer-dolor.

Una posición estable con referencia a estas tres modalidades antitéticas se manifiesta subjetivamente a sí misma como un sentido de identidad.

Después de que una relativa fijación ha sido establecida entre las tres antítesis básicas aún variarán en combinación y énfasis, dependiendo de los variados roles que el sujeto asuma en la vida.

En los roles de madre y de esposa, de sujeto que gana un salario y del que no lo gana, el sujeto persigue diferentes fines, que no están siempre en armonía unos con otros; aun así, están relacionados y unificados por un impulso hacia la autorrealización.
6.- Postadolescencia:
Este es el adulto joven.

Es la fase que le da armonía a la realización total.

En términos de desarrollo del yo y de organización de impulsos, la estructura psíquica ha adquirido al final de la adolescencia tardía una fijación que permite al postadolescente volver al problema de armonizar las partes componentes de la personalidad.

Esta integración surge gradualmente.

Generalmente ocurre como preparación para o como coincidencia con la selección ocupacional.

La integración va de la mano con cumplir activamente un rol social, con el enamoramiento, con el matrimonio, la paternidad y la maternidad.


Uno de los principales intereses del adulto joven es la elaboración de defensas que automáticamente le protejan el balance narcisista.

Este logro, desde luego, es asegurado sólo si las necesidades instintivas y los intereses yoicos, con su naturaleza frecuentemente contradictoria, han logrado un balance armonioso dentro de ellos mismos.

Esto se completa si el yo tiene éxito en su función sintética.

Los procesos integradores dominan la fase final de la adolescencia y la adolescencia tardía se caracteriza por la consolidación de estos componentes.

Blos traza una línea de demarcación entre la adolescencia y la edad adulta diciendo que la adolescencia ha logrado su tarea y ha sido completada cuando la organización de la personalidad puede permitir la maternidad y la paternidad.


Sexualmente es un período de experimentación con objetos de amor potencial que representan combinaciones de amor degradado e idealizado, sensual y tierno.

En forma semejante, la experimentación con intereses yoicos permite al sujeto elaborar su forma de vida individual, por ejemplo fines materiales versus metas intelectuales; la incertidumbre económica con independencia contra el empleo seguro con la imposición de reglas y regulaciones.


Durante el periodo postadolescente asistimos a un aumento de la importancia de la dignidad personal o autoestima en detrimento de la dependencia superyoica y la gratificación instintiva.

El yo ideal ha tomado posesión de la función reguladora del superyo y se ha convertido en heredero de los padres idealizados de la infancia.

La confianza antes depositada en el padre ahora se une al self y todo tipo de esfuerzos son hechos con el fin de sostener el sentido de dignidad y autoestima.
Una dificultad típica de esta fase es la "fantasía de rescate".

El joven espera que la solución de sus conflictos sea aliviada o eliminada por un medio ambiente favorecedor.

En este caso parece que la dependencia original con la madre como la aliviadora de tensiones nunca ha sido abandonada.

Este fracaso es responsable de muchas restricciones e inhibiciones yoicas.

En términos de formulaciones previas, esta fantasía puede ser considerada como el fracaso de hacer de un trauma residual específico una parte integral de la organización yoica.


En los años que siguen, el postadolescente lleva a cabo una revisión de sus identificaciones rechazadas, provisionales y aceptadas.

"El carácter del yo (Freud, 1923, a) es una precipitación de catexis de objeto abandonadas." Sin embargo, no debe olvidarse que "hay varios grados de capacidad de resistencia, según muestra la extensión en la cual el carácter de una persona en particular acepta o resiste la influencia de las elecciones de objeto eróticas que ha vivido".

El paso final en este proceso, aquel de la aceptación y resistencia a las identificaciones, no se da sino hasta la postadolescencia.
Un aspecto especial de la postadolescencia que merece atención es el esfuerzo continuado de llegar a un arreglo con las actitudes e intereses del yo parental.

Este esfuerzo constituye un paso decisivo en la formación del carácter después de que el impulso sexual ha sido crecientemente estabilizado por su alejamiento de los objetos infantiles de amor y odio.

Durante la temprana adolescencia y la adolescencia en sí, el yo se ocupa predominantemente en dominar la ansiedad conflictiva.

Como contraste, durante el periodo sucesivo, está en ascendencia la función adaptativa e integradora del yo.

 

 

La Panorámica General.-

 

 

Con esto queremos referirnos al proceso de orden general que se extiende sin solución de continuidad a lo largo de toda la adolescencia
Alrededor del tercer año de vida con el logro de la constancia del self y del objeto se produce el primer proceso de individuación.

Durante la fase de separación-individuación el niño se separa concretamente de la madre a través de interiorizarla en su mundo interno lo que poco a poco facilita su independencia respecto de la presencia física de aquella, de sus cuidados y afectos permanentes como reguladores de la homeostasis psicofisiológica.

En esta separación se forman facultades reguladoras internas que se deben a procesos madurativos, en especial motores, perceptuales, verbales y cognitivos.

Blos propone que se considere la adolescencia en su conjunto como segundo proceso de individuación por que lo que en la infancia significa "salir del cascarón de la membrana simbiótica para convertirse en un ser individual que camina por sí solo" (Mahler, 1963), en la adolescencia implica desprenderse de los lazos de dependencia familiares, aflojar los vínculos objetales infantiles para pasar a integrar la sociedad global, o, simplemente, el mundo de los adultos.
Ambas individuaciones necesitan que ocurran cambios en la estructura psíquica acordes con el impulso de crecimiento.

Si los cambios no ocurren ocurrirán perturbaciones en el desarrollo (psicopatología) que representan los respectivos fracasos en la individuación.

Metapsicológicamente diremos que hasta el fin de la adolescencia las representaciones del self y del objeto no adquieren estabilidad y límites firmes, o sea, no se tornan resistentes a los desplazamientos de investiduras.

Esto hace a la adolescencia un período susceptible a la explosión de psicopatologías y formas de socialización únicas y especiales ( la violencia juvenil siendo una de las prominentes y que veremos más adelante ).
Analizaremos a continuación algunos rasgos que son característicos en la adolescencia y que atraviesan el proceso entero permitiéndonos entender desde una perspectiva psicoanalítica algo más de ella y también de sus procesos sociales.

 

 

 

1.- Conductas de Acting Out:
Lo que hasta aquí hemos expuesto acerca de las estaciones del proceso nos lleva al concepto de elaboración psíquica ya que siendo el fenómeno adolescente un proceso de duelo e integracíón de diversos aspectos dentro del aparato mental requiere de elaboración, término que Freud utilizó para designar el trabajo realizado por el aparato psíquico para controlar las excitaciones que le llegan y cuya acumulación ofrece el peligro de ser patógena.

Este trabajo consiste en integrar las excitaciones en el psiquismo y establecer entre ellas conexiones asociativas.

Esto puede ser evitado si produce mucho dolor psíquico y en esta situación el acting out juega un papel importante.
Acting out es un término utilizado por los psicoanalistas para describir conductas de carácter impulsivo, que son aislables de las conductas habituales y que frecuentemente adoptan una forma auto o heteroagresiva.

Al aparecer en el curso de una terapia psicoanalítica estas conductas deben comprenderse en la relación que estas tengan con la transferencia y muy a menudo como una tentativa de desconocerla sobre todo cuando ésta amenaza al paciente con sufrimiento psíquico ya sea por la emergencia de deseos intolerables hacia el terapeuta o por la expectativa de frustración de ellos.
Extrapolando esta actuación intraterapia a la comprensión de las típicas conductas impulsivas, tan a menudo presentes en el perfil del adolescente, entenderemos por ejemplo que siendo muy doloroso el proceso adolescente, él sea por naturaleza un actuador, o sea que a través de sus conductas impulsivas niega el dolor que le produciría integrar psíquicamente estas experiencias.

No experimenta, en un nivel consciente por ejemplo la pérdida de su relación infantil con sus padres.

La niega, los desprecia y agrede.

Evita el dolor de la adaptación a su nuevo cuerpo sexual que tendrá obviamente Ias deficiencias de lo nuevo, acudiendo a conductas promíscuas sexuales.
Estas actuaciones, sin embargo, pueden ser normales y lo son cuando son transitorias y autolimitadas, utilizadas para dosificar en cierta forma el lento proceso de la elaboración.

Seguramente esto es lo que le sucede a la mayoría de los adolescentes.

Otro grupo manifiesta este tipo de actuaciones en forma crónica y no limitada.
Porqué estos dos grupos?.
Janine Chasseguet Smirgel opone a la elaboración psíquica el proceso contrario que es la evitación de esta elaboración.
Describe dos caminos para lograr el Ideal del Yo , o sea el proyecto del Yo, lo que el Yo quiere llegar a ser y que se lograría finalmente en el proceso evolutivo al final de la adolescencia mediante el proceso de integración y elaboración ya descritos.

Los dos caminos persiguen el mismo objetivo que es llegar a ser el objeto de la madre, o sea el padre para cumplir el acto incestuoso en algún punto del futuro.

Ella define, eso sí, el deseo incestuoso no naciendo sólo del deseo sexual, sino que encendido básicamente por el deseo fundamental de retornar a los orígenes de uno mismo, a la unión simbiótica con la madre universal.
La ruta larga corresponde a la integración de todos los estadios de la evolución hacia el Complejo de Edipo y la genitalidad.

En la ruta corta se evita la evolución, o sea el lento y doloroso proceso de maduración e identificación con el padre.

La ilusión aquí es de que se puede evitar la evolución.

Hay aquí ausencia de idealización del padre, antecedente fundamental para tomarlo después como modelo.

La madre, en esta ruta participa haciendo creer al niño que aunque chico no tiene nada que envidiarle al padre ya que él es capaz de ser un adecuado partner sexual para ella..

Este esquema lleva a la perversión, que es una forma de acting out, ya patológico, o sea crónico y no limitado.

La sexualidad perversa acompaña siempre a cuadros como las adicciones y la delincuencia (caracterizados por conductas de acting out).

En estas alteraciones hay una persistente falta de elaboración psíquica durante los tratamientos psicológicos, elaboración que evaden justamente por medio del actig out.
Volveremos a esto cuando tratemos la violencia juvenil.
2.- Vergüenza y Humillación en la Adolescencia:
La vergüenza es una experiencia emocional displacentera que implica una disminución aguda de la autoestima.

Se define también como una forma específica de ansiedad evocada por el peligro inminente de verse expuesto sin esperarlo a la humillación o rechazo.
El darse cuenta de ser débil, ineficiente, incapaz de lograr cosas es la semilla de sentimientos de inferioridad que evocan verguenza y humillación.
La necesidad del adolescente de cumplir con las tareas importantes ya descritas sin contar todavía con las herramientas necesarias lo hace vulnerable, casi constantemente a sentimientos de verguenza y humillación.

Le cuesta adaptarse al cuerpo nuevo, a sus genitales que crecen, a sus olores que cambian.

Duda permanentemente de sus capacidades para cumplir con las expectativas que él mismo o los demás han puesto sobre él.

Trata de lograr éxitos en todos los ámbitos.

Al fracasar su autoestima cae.

Se siente humillado.

Los más perturbados no logran jamás la integración en el sí mismo del cuerpo físicamente maduro.

La vergüenza se hace crónica en ellos.

En términos más generales podemos definir la función de la adolescencia como el establecimiento de lo que Freud llamó: "la organización sexual final", esto quiere decir, una organización que desde el punto de vista de la representación corporal, debe ahora incluir los genitales físicamente maduros.

Al final de la adolescencia se establece la identidad sexual: una representación consolidada del si mismo como un ser sexual que ya es irreversible.
La patología del adolescente puede definirse como un quiebre en el proceso de integrar el cuerpo físicamente maduro como imagen mental que sea parte de la representación del si mismo.

En este sentido la visión y relación distorsionada del adolescente con su cuerpo se expresará a través del odio o la verguenza o la furia con el cuerpo sexual.


Los padres por otro lado, a través de miradas, frases, bromas o un interés marcado por el desarrollo genital de sus hijos despiertan muy a menudo la verguenza inicial del adolescente por su adecuación sexual.
Todas estas son injurias narcisísticas que requieren de continuas medidas reparatorias.

Es en este contexto que la autoestima intenta restaurar los sentimientos de felicidad infantil mediante un engrandecimiento narcisístico compensatorio.

Este estado narcisístico del self es por regla intensamente competitivo: "soy más grande que tú, soy mejor, el mejor".

Este tipo de comparaciones lleva fácilmente a ser usada con propósitos de competencia agresiva, ya que el proceso de autoadmiracíón envuelve desprecio a los demás.

Puede llevar a la violencia juvenil.
3.- Estructuración del Superyo Adolescente:
El superyo maduro, impersonal, despersonificado, con su código abstracto de valores, ideales y mandatos, no se ha formado en el momento de iniciación de latencia.

Las fuerzas del Yo y la capacidad de pensamiento abstracto que se requieren para esta fase avanzada del desarrollo del Superyo deben haber trascendido la obediencia ciega a las autoridades y a sus reglas características de las primeras fases del juicio moral.
Aún cuando las identificaciones tempranas del Superyo permanecen, las modificaciones subsecuentes durante la adolescencia son de gran importancia para el desarrollo final de la personalidad.
Los cambios surgen de la búsqueda de nuevas figuras de identificación y de nuevos valores que al ser confrontados con los previos darán nacimiento a valores y mandatos más propios y personales.
La existencia de un superyó integrado, con capacidad de dedicación a valores éticos, de búsqueda de ideales, sean de tipo estético, ético, religioso, político o en el plano del amor, y naturalmente la ausencia de tendencias antisociales, nos indican normalidad.
Un adolescente puede estar en rebelión contra todos los valores de su familia.

pero si tiene su escala de valores propios e integrados, esto indica un funcionamiento normal del superyó.
Es una función normal que el superyó se reorganice, reintegre su sistema de valores aceptando sólo al final de la adolescencia la integración de ternura y sexo que antes estaba totalmente vedada y prohibida.

Durante este proceso puede producirse un caos en la sexualidad.

Pero de todas maneras el adolescente que es capaz de enamorarse y tener una integración entre lo erótico y lo tierno nos da la sensación de desarrollo hacia la maduración.
Incluso en un adolescente con graves problemas en la esfera sexual, si al mismo tiempo tiene integración de valores en todos los campos, fuera del sexual y una capacidad de verse en profundidad a sí mismo, a las figuras parentales y a las personas más importantes que lo rodean, pensamos ahí en una identidad normal, a pesar de crisis de identidad en contraste con patología grave adolescente: la estructura Iimítrofe y/o narcisista del adolescente, en las que encontrarnos lo que es típico para las difusiones de identidad o sea falta de integración del concepto de sí mismo, incapacidad de una visión en profundidad de los demás.

Esto se puede establecer en un examen de rutina psiquiátrico o psicológico.

en unas pocas reuniones.
Lo más importante es que los adolescentes, en contraste con las presunciones de los escritos psicoanalíticos antiguos, son muy normales, como lo han demostrado muchos estudios psiquiátricos y sociológicos en Estados Unidos y en Europa.
Los estudios clásicos de Masterson demuestran que adolescentes que realmente tienen difusión de identidad van a seguir con ella a través del período de adultos.


4.- Alienacíón, crisis de identidad y Procesos grupales adolescentes:
Meltzer describe cuatro comunidades diferentes: la del niño en el ámbito familiar, la del mundo adulto y la de los adolescentes.

Como el adolescente debe decidir entre aceptar transitoriamente la identidad de ser un simple adolescente en la comunidad de los mismos, o bien ser un individuo aislado que se ha hecho solo y que tiene una misión única en el mundo, una misión grandiosa, este último, el adolescente aislado representa la cuarta comunidad.
El individuo está en constante movimiento de progresiones o retrocesos entre estas cuatro posiciones: regresando hacia una posición infantil, avanzando hacia una adulta, pasando al mundo de la adolescencia, o hacia una posición de aislamiento o retornando al núcleo familiar.

Cada participación suya en una de estas cuatro comunidades separadas se manifiesta con estados de la mente aislados entre sí.

Se siente atormentado, sintiendo que nadie puede ayudarlo y que debe arreglárselas solo.

Ahí busca encontrar en el pasado una identificación con los padres originarios unidos en el sentido de su capacidad de conocer y de hacerlo todo.

Si tiene la sensación de que busca avanzar y hacerse potente, un individuo que conoce todo y que puede controlar al mundo adaptándolo a sí mismo, trata de encontrar también su camino hacia atrás, hacia alguna cosa que ha abandonado durante el período de la latencia, en el momento de la crisis del complejo de Edipo a la edad de cinco o seis años.


El joven vive todo esto de manera extremadamente confusa (crisis de identidad) y encuentra su camino hacia adelante actuando en el mundo externo a través de las relaciones sexuales, aprobando sus exámenes, trabajando, ganando dinero, etc.

Encuentra su camino hacia atrás soñando, interesándose por el arte y la literatura; enfrentando problemas relativos al desarrollo cultural de la comunidad, en la política considerada en sentido abstracto, en el ideal adolescente del tipo de mundo que él querría contribuir a crear.

Por todo esto, en el adolescente se encuentra muy escindido: de un lado la envidia, el egocentrismo, la ambición, la falta de piedad, que lo llevan a la independencia; del otro, el altruismo, el preocuparse por los demás, la emotividad, la sensibilidad, que lo llevan hacia atrás, hacia las artes, la literatura y las relaciones íntimas.
La decisión de ir hacia adelante o volverse hacia atrás, tiene relación con el dolor mental: ¿debe ser cruel para tener éxito en la vida produciendo sufrimiento a los otros, o bien debe ir hacia atrás y soportar él mismo el sufrimiento?
El mundo adulto, para el adolescente es sobre todo una estructura política: los adultos son vividos como si tuvieran el control del mundo y esto no es debido tanto al conocimiento y a la capacidad, sino a la posesión de una organización de tipo aristocrático que tiene como fin principal preservar el poder contra cualquier intromisión.

El adolescente tiene, por lo tanto, la sensación de que los adultos son todos estafadores, hipócritas, y en posesión de algo que ellos nunca han dispuesto: el derecho de tener.

De allí deriva la concepción de que los niños están en la posición de esclavos o en la ilusión de que los padres lo saben todo y pueden hacerlo todo.

El adolescente se siente parte de la comunidad de los adolescentes que se ubica entre entre las otras dos clases y por lo tanto se ubica en una posición de desprecio en relación a los adultos y a los niños.
La confusión, el dolor mental y la sensación subjetiva de alienación, contribuyen todas a los problemas que el adolescente vive con su identidad.


Identidad es la integración del concepto de sí mismo con el de las representaciones significativas de los demás.

Se produce a raíz de esta integración una representación de un sí mismo continuo a través del tiempo, a través de situaciones distintas, lo que le permite a uno tener una sensación subjetiva de continuidad a través del tiempo y del espacio.
La alienación que veíamos como una experiencia normal adolescente, que lo motivaba a establecer los grupos heterosexuales tempranos (comunidades adolescentes de Meltzer) y después a romper el grupo tardío cuando se establece la pareja y siente que este grupo lo limita en su desarrollo, tiene también una dimensión patológica que es típica del adolescente con patología grave del carácter y difusión de identidad.

Cuando este adolescente es obligado a dejar el grupo porque todos están abandonándolo, se enfrenta a la incapacidad de adaptarse al nuevo mundo, primero de la adolescencia tardía y luego de la adultez.
La solución para este adolescente es el establecimiento de grupos estables, homogéneos que mantienen la cultura de la adolescencia temprana hasta la adultez.

 

 

 

Desde la Panorámica hacia lo Social.

¿Violencia Juvenil?:

 

 

Es raro el día en que jóvenes no constituyan noticia en Ias páginas de la prensa con conductas violentas que abarcan desde juegos que terminan en accidentes con auto o heteroagresión, pasando por la violencia cada día más alarmante de fiestas de recepción universitarias y la violencia de los distintos grupos organizados (raps, punkys y otros) hasta conductas abiertamente homicidas y delictuales y actuaciones en movimientos políticos violentistas radicalizados.
Intentaré la comprensión de este problema social con algunos aportes psicoanalíticos que no pretenden ser ni los únicos que esta disciplina puede hacer ni tampoco ser totalizantes en la comprensión del tema.

Más pensamientos psicoanalíticos y otros provenientes de otras ciencias, fundamentalmente sociales y psicológicas podrán dar forma y plenitud a la caleidoscópica multicausalidad del tema que estamos tratando.
Ser adolescente no es fácil.

Sólo pensar en las tareas que debe enfrentar el ser humano en esta etapa de su desarrollo, que se realizan en medio de una situación de duelo permanente por las diversas pérdidas que debe enfrentar: de su cuerpo infantil, de su identidad infantil, de la relación con los padres de la infancia, nos da la dimensión de la dificultad de ser adolescente.


Por el lado de los padres, ellos sufren a su vez los mismos duelos que sus hijos.

Son juzgados en forma implacable por sus hijos, deben abandonar la imagen idealizada de sí mismos en la que estaban cómodamente instalados, aceptar el devenir, el envejecimiento y la muerte.
El choque es inevitable.

Más aún si la situación descrita es negada por unos u otros o ambos.
Se produce en el adolescente un aumento en cantidad y una modificación en la calidad de los impulsos que de pregenitales se hacen genitales.

Trata de controlarlos mediante un incremento del sistema defensivo que se ve por lo tanto sometido a una excesiva tensión por lo cual a menudo fracasa y así se producen los típicos estallidos incontrolados de actividad impulsiva.

Expuestos a nuevos dolores por estos fracasos del sistema defensivo prefieren ACTUAR en vez de SENTIR.
La genitalización de los impulsos y las frecuentes regresiones adolescentes los exponen a más dolores y peligros ya que los impulsos se pueden dirigir a los viejos objetos de amor: padres, hermanos, hermanas.

Se defienden apartándose de ellos.

0 se muestran indiferentes frente a los padres negándoles toda importancia ya que es más fácil prescindir de aquellos a quienes menospreciamos o se muestran insolentes y rebeldes frente a ellos y las creencias y convenciones que ellos representan.

Como deben buscar substitutos, en el lugar de los padres colocan un líder ya sea de la misma generación que ellos (un profesor, un político o un filósofo) 0 más frecuentemente, uno de su misma generación.

Lo importante es que sea totalmente distinto a los anteriores.
Desde la visión panorámica de la adolescencia ya descrita pienso que el psicoanálisis puede colaborar con la comprensión del problema de la violencia juvenil.
a) Pensamos que el adolescente violento se recluta en aquel grupo en que la elaboración del proceso de integración es evitada a través de la no elaboración.
Chasseguet Smirguel, autora ya mencionada, postula la existencia de una matriz arcaica del Complejo de Edipo que sería genética y que se representaría por la existencia de un deseo primario de descubrir un universo sin obstáculos identificado con un abdomen materno despojado de sus contenidos.

Es la oposición a la situación que se vive después del nacimiento.

En este esquema, la realidad serían los obstáculos a la accesibilidad del cuerpo materno, o sea el padre, su pene, los niños.

Estos deben ser destruidos.

Representaciones de este deseo que se opone y entra en conflicto con el desarrollo, la evolución, la integración y las condiciones de vida post natal en su suma total las encontramos en mitos, ideologías y utopías que pretenden la total destrucción de la realidad.

También a veces en la política que a veces en su acción acude a asesinatos masivos e incluso al genocidio.

En la clínica encontramos a los perversos, borderlines y algunas enfermedades psicosomáticas.
Nosotros agregamos al adolescente que ya sea fijado o regresado para evitar el dolor del desarrollo y la evolución, comparte con otros la fantasía grupal de un mundo sin obstáculos, a través de la destrucción de la realidad como sinónimo de obstáculos, dando forma a lo que se ha denominado la violencia juvenil, que constituiría un intento de recrear ese mudo paradisíaco donde no existen obstáculos a la fusión ni diferencias terroríficas como las sexuales y generacionales.
b) La vergüenza adolescente ya descrita también contribuye a la violencia juvenil ya que es claro que entre la variedad de necesidades que un agresor puede manifestar, la necesidad de compensar sentimientos de humillación puede ser crítica en determinar su conducta.

La vulnerabilidad de la autoestima del adolescente y la necesidad de reparar estas injurias mediante actos violentos, sirven como un punto más de apoyo para su comprensión.
Desde un punto de vista social, los medios de comunicación de masas contribuyen a estas ansiedades con su énfasis excesivos en normas poco realistas que exaltan los cuerpos ideales y descalifican a los que se apartan de estas normas..
c) Contribución del Superyo: La pregunta que debemos formularnos en este punto es si la sociedad moderna ofrece valores y figuras de identificación que pudiéramos considerar positivas para nuestros adolescentes.
Es claro que los efectos de identificaciones adolescentes con un medio social que no provee valores estables, que cada día se enajena más con fanatismos acentuados y crueldad, que muchas veces apoya la inmoralidad unido a la internalización de la agresión pueden llevar a la alienacíón, al retiro y aislamiento o a la radicalización y revolución, o también a la violencia juvenil.

Aquí también el adolescente más perturbado es el que caerá más fácilmente en las conductas más violentas.


d) En este punto intentaré una comprensión del problema de la violencia juvenil desde la perspectiva de organizaciones grupales .
Hemos comentado ya cómo el niño en el período de latencia experimenta una desilusión respecto de sus padres, en particular en relación a su teoría de que lo saben y pueden hacer todo, y cómo descubre que no saben hacer nada.

Esto lo empuja a un estado de casi total confusión y pone fin a la teoría que tenía durante el período de latencia: que portándose bien y les enseñarían todo lo que debía saber.
El niño llega a la conclusión de que los padres, no sólo no lo saben todo, sino que apenas saben algo y, no obstante, pretenden saber con el fin de mantener un tipo aristocrático de tiranía sobre todos los niños del mundo.

Entra entonces a formar parte de la comunidad de adolescentes que es fundamentalmente rebelde y que tiene el objetivo de adueñarse del poder.

La manera con que busca hacerlo es tratar de tener éxito, ganar dinero, obtener poder, influencia, etc.

En esa posición, que es normal y que tiene beneficios para él, ya que le evita el dolor de la alienación, puede llegar a ser cruel y a no tener piedad por sus semejantes, lo que lo puede colocar en posiciones muy violentas para conseguir sus fines.

Habitualmente esto es contrarrestado por otra posición de estos adolescentes, más regresiva, de búsqueda de valores, del arte, de principios ideológicos y políticos, de la bondad y la solidaridad.

La primera de estas posiciones nos explica en parte la violencia de los jóvenes y además es punto de partida de graves patologías que sufrirán aquellos adolescente que no pueden salir se ella y que permanecen eternamente apegados a estos grupos adolescentes.

Los más graves establecen grupos establecidos alrededor de una ideología con características primitivas que crean a este adolescente la estabilidad artificial externa, que lo protege contra la alienación como síntoma.
Son grupos que viven a su grupo de pertenencia de una forma excesivamente represiva estando detrás la fantasía del grupo como una madre que lo da todo, en que todos son iguales y no existe ningún problema.
Los elementos comunes en este tipo de ideología primitiva son:
Sometimiento total del individuo al grupo.
División absoluta del mundo entre amigos y enemigos
Deshumanización del enemigo, que puede ser muerto, torturado, secuestrado.
Intolerancia a la vida privada de la pareja.
La ideología es más importante que el individuo.
De este tipo de grupos, pensamos se reclutan los adolescentes que más violencia pueden producir.

 

 

Bibliografía

 

 

1) Meltzer D y Harris M.

- Adolescentes.

Spatia editorial, 1998
2) MCDougall J.

- Teatros de la Mente.

Tecnipublicaciones S:A.

1987
3 )Gomberoff L - Otto Kernberg: Introducción a su Obra.

Mediterráneo 1999
4) Blos P - Psicoanálisis de la Adolescencia.

Ed.

J.Mortiz 1971
5) Blos P - La Transición Adolescente.

Amorrortu Ediciones 1991
6) Blos P -Los Comienzos de la Adolescencia.

Amorrortu Ediciones 1993