Buscar buena compañía, fijarse pequeñas metas y no dejarse llevar por las tradiciones. Estos son algunos de los consejos que dan los especialistas a quienes suelen vivir estas fechas con ansiedad.
Felices Fiestas
Buscar buena compañía, fijarse pequeñas metas y no dejarse llevar por las tradiciones.
Estos son algunos de los consejos que dan los especialistas a quienes suelen vivir estas fechas con ansiedad.
Yo me acostaría el 20 de diciembre y me despertaría recién el 2 de enero.
Cuando se acercan las fiestas lo único que espero es que pasen.
Soy una pila de nervios hasta que todo termina".
La confesión de Carolina, un susurro que arriesga entre íntimos con vergüenza, no tiene nada de extraño ni original.
Porque, si bien hay personas que disfrutan de las fiestas con alegría y placer, para muchos el fin de año es una época que genera angustia y fastidio.
Y transitan este período con un nivel de estrés que los deja de cama al comienzo del nuevo año.
Un ciclo que se cierra y, por delante, un paquete de 365 días en inquietante blanco, con la demanda urgente de proyectos nuevos; el trabajo y el estudio apurando sus fechas límite ?las entregas, los finales, los informes anuales en tiempo de descuento?; los preparativos para dos festejos demasiado juntos; los gastos, la comida, los regalos; los encuentros que se las traen, las ausencias más presentes que de costumbre; las vacaciones, como urgencia o como incógnita; el balance entre lo que hubo y lo que faltó, entre lo ganado y lo perdido, entre los sueños concretados y los deseos que aguardan turno.
Todo eso y mucho más en apenas días.
¿No será mucho? "Sin duda.
En esta época la gente desborda y se produce una intensa movilización afectiva.
Son momentos de mucha ansiedad.
Uno trata de resolver y terminar todo lo que fue postergando durante el año y empieza a vivir con mucha urgencia, con mucha locura, por cuestiones reales y subjetivas", apunta el psiquiatra José Bonet.
"Además, las fiestas tienen un peso simbólico muy fuerte.
El mandato social de disfrutar y divertirse entra en conflicto con el mandato de estar juntos en familia: uno se reúne para pasarla bien pero el encuentro resalta las ausencias y destaca lo que falta, con lo cual aparecen sentimientos melancólicos y depresivos".
No se trata sólo del trajín de las fiestas, sino de la carga emocional y de las exigencias de alegría y felicidad que estas suponen.
"Abordamos las fiestas con muchas expectativas, ligadas al sistema de creencias que tenemos respecto a las fiestas ideales.
Pero es importante revisar esas expectativas para evitar frustraciones innecesarias.
A veces esperamos cosas desmedidas y con el sólo hecho de advertirlo releemos todo de otra manera", sigue Bonet.
Pocas cosas hacen más infeliz que sentirse el último infeliz de la Tierra.
O creerse el único que la pasa mal allí donde todo el mundo encuentra alegría y montones de afectos.
Pero no todo lo que brilla es oro y, muchas veces, es nuestra fantasía la que pone en los demás ?y en sus supuestas vidas? más paraísos de los que realmente tienen.
"Si bien en esta mirada se juegan emociones muy humanas como los celos y la envidia, es cierto que uno idealiza en los demás un goce y un disfrute que en general no es tal.
Es una mirada infantil y proyectiva que aumenta nuestro malestar sin sentido.
Todos tenemos frustraciones y contradicciones", tranquiliza Bonet.
Mal de muchos, consuelo de tontos.
Puede ser.
Pero vale reflexionar sobre el tema: que las fiestas nos enfrenten a sentimientos contradictorios es, según los especialistas, absolutamente normal.
Básicamente porque, como todo epílogo, pone en evidencia todos los elementos (personas incluidas) que protagonizan nuestra historia mínima, personal, y la historia de todos, la colectiva.
"Son tiempos de balances sociales y personales y hay mucha conmoción.
Muchas cosas quedan sobre la mesa y uno no puede hacerse el "sota" como en otros momentos del año ?dice el doctor Ricardo Soriano, ex director de Salud Mental de la Ciudad?.
Muchos viven la exigencia de promover situaciones de alegría como algo muy pesado y se refugian en los excesos como actitud defensiva: no quieren contactarse con los sentimientos de angustia y pérdida que en general las fiestas disparan".
Las fiestas a veces despiertan dolores que uno creía dormidos.
"Los festejos suelen aumentar la intensidad de las emociones o la fuerza de los recuerdos.
Hay que asumirlo y no pelear en vano contra estos sentimientos", dice la psicóloga social Victoria Daloicio.
Y lo mismo aconseja para quienes han sufrido la pérdida de un ser querido: "Suelten las culpas y permítanse un rato de alegría.
No se quiere más alguien o se lo olvida menos por censurar una carcajada o rendir culto a la tristeza.
Disfrutar no es traicionar la memoria del que no está".
Otra fuente de tensiones típica es con quién pasamos las fiestas.
Y, en ese sentido, la masividad de las separaciones y el boom de las familias ensambladas sumaron un nuevo ingrediente a los conflictos de antaño: antes, el dilema pasaba por cómo repartirse entre los padres y los suegros.
Hoy, los dos destinos posibles pueden ser cuatro (y más también), los abuelos pueden ser ocho y etcétera.
Pero hay dos fiestas y el conflicto termina imponiéndose.
"Lo fundamental es preguntar a los seres queridos dónde la quieren pasar y ser tolerantes y comprensivos con la respuesta, aunque duela.
En definitiva, todos tenemos derecho a ir donde la pasemos mejor", dice Bonet.
Para María Teresa Calabrese, de la Asociación Psicoanalítica Argentina, "la mejor manera de pasarla bien es soltando algunos mandatos.
No hay que dejarse llevar por obligaciones que no nos benefician.
No es necesario pasarla en familia si uno se siente mal allí.
Tenemos derecho a buscar buena compañía", dice.
Y para cuando las papas queman, como esta noche, si el encuentro familiar promete zonas de riesgo nada mejor que salir a comer afuera.
Calabrese explica ?y sugiere?: "La casa predispone a todo lo que uno vivió.
En cambio, en un lugar público los conflictos se atemperan: estar con otros, además de funcionar como límite, es una manera de entregarse al clima festivo y ayuda a contagiarse de alegría y buen humor".