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En verano, los proveedores de drogas se trasladan a lugares más turísticos, donde saben encontrarán mayor concentración de jóvenes. El relax juvenil en vacaciones es bueno, pero sin exagerar.

LEONARDO NÚÑEZ. El Mercurio

 

En verano, los proveedores de drogas se trasladan a lugares más turísticos, donde saben encontrarán mayor concentración de jóvenes.

 

El relax juvenil en vacaciones es bueno, pero sin exagerar.

Reglas y horarios se pueden flexibilizar, pero no desaparecer.

 

 

No sólo los padres se preocupan por los riesgos a que se exponen los jóvenes en vacaciones, cuando hay más tiempo libre y menos supervisión paterna.

El Consejo Nacional para el Control de Estupefacientes (Conace) también tiene clara esa realidad y por eso instauró una campaña nacional por un "carrete" seguro, que alerta sobre los peligros de excederse en verano.

 

 

Según la secretaria ejecutiva del organismo, María Teresa Chadwick, durante esta época existe un "mayor riesgo" de que los jóvenes consuman drogas o alcohol, porque no están los padres ni el colegio controlando su conducta.

La campaña, que cumple su sexto año, intenta motivar el autocuidado a través de la entrega de material informativo en lugares de encuentro, como playas, locales comerciales y plazas.

 

 

El rol de la familia

 

 

Pero nada se logra si la prevención no comienza por casa.

Una medida efectiva para evitar los excesos juveniles es negociar los permisos y salidas con anticipación, dice la sicóloga clínica Cecilia Williamson, teniendo en cuenta que "en vacaciones los padres deben estar preparados para ver menos a sus hijos".

Por un proceso propio de la adolescencia, éstos empiezan a alejarse de la casa y a estar más cerca de sus pares, lo que les ayuda a definir su identidad.

 

 

De hecho, se considera hasta normal que en esta etapa un joven salga mucho.

Pero tal como es anormal que se quede encerrado y no socialice (podría tener algún trastorno de la personalidad), pasar de fiesta en fiesta no es bueno por los peligros que conlleva.

Y usualmente con esta actitud se evade algún problema personal -como excesiva timidez-, que si no se soluciona, podría repercutir en el futuro.

 

 

Por eso, hay que tratar de buscar un momento del día para establecer reglas.

"No tiene que ser una conversación vertical y extremadamente seria, donde sólo hablen los padres.

También se debe escuchar al hijo", explica la sicóloga Cecilia Araya.

 

 

Esta conversación es muy importante.

Sin embargo, hay padres que no se atreven a entablarla, por temor a que sus hijos se enojen.

"Los papás no deben equivocarse.

Aunque a los jóvenes les encanta discutir todas las decisiones, en el fondo, necesitan que se interesen por ellos.

En mi consulta, he escuchado decir a varios, dolidos, que "mi mamá no está ni ahí con que llegue curado a la casa"", dice Williamson.

 

 

En el caso de los universitarios, si bien ya son adultos responsables tampoco hay que quedarse de brazos cruzados.

"Mientras vivan bajo el mismo techo de los padres, deben respetar normas de convivencia.

Pueden salir si así lo quieren, pero los papás están en todo el derecho de intervenir si se detecta excesivo consumo de alcohol o uso de drogas", dice Cecilia Williamson.

 

 

Por eso, en ningún caso hay que dejar pasar esa primera noche de desborde en verano.

"Si a un chiquillo le dices que de lunes a viernes tiene que llegar a la 1 de la mañana, y no cumple, quiere decir que no está capacitado para ser responsable.

Hay que entregar libertad en la medida en que se vaya cumpliendo con lo que se pide", complementa la sicóloga Cecilia Araya.

 

 

El joven, además, debe saber por qué los padres no aprueban su conducta.

""Tengo miedo de que choques o que te hagan algo si no estás en todos tus sentidos", son razones que el hijo tiene que escuchar", puntualiza Araya.

 

 

El verano pasado, Marcelo (48) se molestó cuando su hijo de 17 años llegó a la casa un martes, cerca de las 6 de la mañana, con olor a alcohol y vomitando después de haber pasado un fin de semana en lo mismo.

"Yo no pude dormir por la preocupación.

Cuando llegó, no le dije nada.

Preferí que descansara.

Pero en la tarde le dije que era primera y última vez que le aguantaba algo así.

Y que la cortara con la cuestión del copete", cuenta.

 

 

Tampoco hay que tener miedo a no dar permiso para asistir a alguno de los cientos de eventos que hay en el verano si no dan confianza.

"No hay que dejarse embaucar por la típica frase de que "todos mis amigos van a ir, menos yo".

Eso no es cierto.

Ante los peligros que acechan hoy a los jóvenes, muchos papás prefieren que sus hijos vayan a un lugar menos peligroso para ellos y sus amigos", dice Williamson.

 

 

No obstante, también hay que ponerse en el lugar del joven.

Ser demasiado severos y poco flexibles puede ser contraproducente.

Las segundas oportunidades son necesarias.

"Si el hijo, después de ser castigado, cumple con lo que se le pidió, se puede moderar o levantarle la sanción.

Se debe premiar cuando hay una actitud de querer enmendar el error", dice Cecilia Araya.

 

 

Las bondades de trabajar

 

 

Que los jóvenes trabajen parte del verano es una actividad muy recomendada por los especialistas.

No importa si es en un supermercado o en la oficina de los padres trabajando de junior.

"Es una buena forma para que los hijos aprendan a valorar lo que se gana con esfuerzo; se hacen más responsables y les sube la autoestima", dice la sicóloga Cecilia Araya.

"Además, el trabajo es un medio protegido".

Todo lo contrario puede ocurrir cuando a los hijos se les pasa plata cada vez que lo piden.

Incluso, si reciben una mesada y el joven quiere aumentarla, se le puede pedir que ayude con el aseo de la casa o limpie el auto.