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Paola y Juan Carlos son profesionales autoexigentes y nunca pensaron que su hijo, a los 15 años, iba a mostrar un total desinterés por los estudios. "Le dijimos de todo para que cambiara, pero lo único que conseguimos fue que él se cerrara más y cortara toda comunicación con nosotros", cuenta la madre.

CARMEN RODRIGUEZ F. El Mercurio

Hijos en etapa de rebeldía o con cuadros depresivos ponen en jaque a una familia.

Pero son la oportunidad de iniciar cambios que mejoren la comunicación.

 


Paola y Juan Carlos son profesionales autoexigentes y nunca pensaron que su hijo, a los 15 años, iba a mostrar un total desinterés por los estudios.

"Le dijimos de todo para que cambiara, pero lo único que conseguimos fue que él se cerrara más y cortara toda comunicación con nosotros", cuenta la madre.

Desesperados ante tanta apatía, lo llevaron al médico, quien diagnóstico que el joven sufría una depresión.

Entonces, comenzó un proceso de terapia que los involucró a todos.

"Ahí se planteó la primera necesidad de cambio de nosotros como papás", relata Paola.

"Y fue en relación a nuestras prioridades: lo más importante no era que a Matías le fuera bien en el colegio, sino que saliera de su depresión y que pudiera ser feliz".

Las crisis de adolescencia de los hijos pueden generar problemas de distinta índole.

A veces va a requerir de ayuda profesional, y a veces no.

Pero, en general, es una etapa que pone a prueba a todos los miembros de la familia.

"Suele coincidir con que los papás están en los 40 años, viviendo un momento en que se hacen revisiones de la propia vida.

Y entre las cosas que a veces hay que asumir es que los hijos no son como uno pensaba que iban a ser", afirma la psiquiatra de la Clínica Las Condes Ximena Sepúlveda, experta en adolescentes.

Para Paola, madre de Matías, este cambio fue el más difícil: "Tuvimos que hacer un esfuerzo enorme.

Mi marido y yo somos muy eficientes y queríamos que nuestro hijo fuera tan responsable como nosotros".

Modelos ideales

El psicólogo Rodrigo de la Fabián, del Centro Ser Joven de Lo Barnechea, advierte que es complicado cuando los padres tienen ciertos modelos ideales para sus hijos: "Entonces, si su hijo no se ajusta a este ideal, lo van a rechazar y no van a ver que, a lo mejor, el hijo tiene otras virtudes, otros talentos y otros intereses distintos a los que él espera.

Y eso es complicado porque no se dan la oportunidad de conocer realmente a su hijo".

Lo más difícil para Paola y Juan Carlos, cuando empezó el tratamiento de su hijo, fue evitar el tema del rendimiento escolar durante un período.

"Antes, nos sentábamos a la mesa y lo primero que hacíamos era preguntarle si tenía prueba o si había terminado un trabajo.

No hablábamos de otra cosa con él.

La terapia nos ayudó a generar un espacio de comunicación en el que Matías pudo empezar a hablar de lo que le importaba", cuenta Paola.

Ella hizo un esfuerzo en empezar a hablar de las cosas que a él lo motivaban, y hoy están mucho más cercanos, afirma.

La flexibilidad se pone a prueba en esta etapa.

"Muchos padres se ven obligados a superar su rigidez y a aprender a negociar con los hijos", afirma Ximena Sepúlveda.

Les cuesta aceptar que los hijos ya no son los niños que dependen de ellos y que necesitan empezar a experimentar cierta autonomía.

"Algunos padres no saben cuáles son las tareas propias de la adolescencia y no empatizan con lo que les está pasando a los hijos.

No ven que detrás de esa rebeldía hay mucho dolor".

Qué esperar

Los padres debieran estar preparados para que en esa etapa los hijos empiecen a mostrar oposición frente a ellos.

No siempre va a ser una rebeldía que lleva a conflictos, pero sí está claro que empezarán a tener una visión más realista y menos idealizada de sus padres.

"Se van a mostrar en desacuerdo con ellos, los van a criticar.

Y eso es algo normal.

También que van a tener más necesidad de compartir con sus amigos que con sus padres.

Y, muchas veces, van a querer estar solos", explica la psiquiatra Viviana Herskovic, del centro Ser Joven.

Además, los hijos están en plena etapa de experimentar cosas que no han hecho antes, agrega.

Eso es completamente normal, pero puede causar mucha angustia en los padres que sienten que están perdiendo el control.

Para el psicólogo Rodrigo de la Fabián, esta etapa se vive como un proceso paulatino, desde la preadolescencia de los hijos, y es inevitable que se generen fricciones: "Un chico sano va a ir pidiendo más libertades.

El punto es la forma en que esto se va a negociar en familia.

Eso marca la diferencia.

Una familia puede entrar en crisis porque no tiene mecanismos para poder llegar a acuerdos.

Y otra sabrá aprovechar la tensión natural de esta etapa para generar canales de negociación entre padres e hijos que los lleven a estar más cerca".

Límites necesarios

La mayor flexibilidad de los padres en esta etapa no debe confundirse con no poner límites.

Por mucho que los padres empaticen con los conflictos de sus hijos no pueden olvidar su rol contenedor y formador, dice la doctora Ximena Sepúlveda.

Ella cree que hoy muchos padres se están inclinando al lado opuesto, lo que implica riesgos.

Un caso extremo se conoció ayer: en Hong Kong, un padre se suicidó porque no pudo soportar el sufrimiento de su hija, obsesionada con el cantante Andy Lau.

Durante años, el padre le había ayudado a tratar de conocerlo y, cuando lo lograron, el encuentro fue muy breve.

VALORACIÓN

EL 28% de los chilenos entre 13 y 17 años afirma tener buena comunicación con sus padres, según un estudio del Consejo Nacional de TV.

EL 76% consideró a su familia lo más importante en su vida, sobre el colegio y los amigos.