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La patria, desde cualquier comprensión que se le quiera dar, dice relación a una realidad que debería unirnos y darnos una profunda identidad, más allá de las legítimas y necesarias diferencias. La unidad no es la uniformidad (que todos tenemos que pensar igual y, entonces, nadie piensa porque basta que uno lo haga por el resto), sino la convergencia de la diferencia (que todos de hecho pensamos de manera distinta, pero sobre algo que nos une).

Centro de Etica

En septiembre celebramos el mes de la patria.


Pero, ¿qué entendemos exactamente con esta palabra? ¿qué es la patria? Ciertamente, resultaría triste descubrir que no compartimos la misma idea y que cada uno celebra algo distinto, justamente en el momento que festejamos la unidad.
 

 

 

La patria, desde cualquier comprensión que se le quiera dar, dice relación a una realidad que debería unirnos y darnos una profunda identidad, más allá de las legítimas y necesarias diferencias.

La unidad no es la uniformidad (que todos tenemos que pensar igual y, entonces, nadie piensa porque basta que uno lo haga por el resto), sino la convergencia de la diferencia (que todos de hecho pensamos de manera distinta, pero sobre algo que nos une).

Esto sólo es posible si existe un deseo profundo de reconocer que aquello que nos une es más importante y vital que cualquier diferencia que pudiera dividirnos los unos de los otros.

 

 

Nos une la historia, un territorio, costumbres; nos une la cordillera y el pacífico; nos une el desierto nortino y la lluvia sureña; nos une el dolor frente a los desastres naturales y la compasión a aquellos que sufren; nos une la pasión por apoyar a aquel que representa el país en el extranjero; nos une el orgullo por quien deja bien puesto el nombre de Chile en el mundo del arte; nos une la nostalgia cuando estamos fuera del país; en fin, nos unen tantos detalles que para otros pueblos podrían aparecer más bien anécdotas folklóricas.

 

 

Pero todo esto es válido en cuanto resulta ser una expresión de algo más profundo, mucho más profundo: nos une el amor y el cariño a la gente, al chileno y a la chilena, comenzando por la propia familia, por los amigos de la infancia, por los compañeros de estudio, por los colegas del trabajo, por todas aquellas personas que ya forman parte de uno mismo.

 

 

Amor a la patria es amor a su gente.

Es la predisposición del corazón de amar a todos sin excepción para no crear una marginación excluyente que impide construir un hogar digno para todos.

En Chile tienen que caber, bien y a gusto, todos los chilenos y todas las chilenas.

 

 

La celebración de la patria traslada la memoria al pasado, al recuerdo de las grandes hazañas que permitieron forjar la posibilidad de un país.

Un pasado marcado por hechos y personas; un antes que nos enseña a no repetir los mismos errores después; un ayer donde descubrimos sangre valiente y espíritu emprendedor que hizo posible el hoy; un pasado, ¿por qué no decirlo?, que también nos divide pero que nos une en cuanto queremos enfrentarlo para sanar heridas y seguir caminando (resulta imposible caminar para adelante sin sanar previamente las heridas).

 

 

No obstante, existe el peligro de relegar el sentimiento patriótico al pasado y, además, reducirlo a una visión bélica de batallas y guerras.

La patria es su gente y lo chileno es el presente.

Pero este presente será imposible de vivir si no somos capaces de proyectarlo hacia el futuro para que dirija nuestros pasos del hoy.

Amar es soñar; ser patria es ganas de soñar un futuro mejor para todos.

Curiosamente, a pesar de tanto progreso, hemos caído en un pesimismo esclavo de los hechos, olvidando que los sueños son capaces de cambiar los hechos.

¿No fue exactamente esto el valor de los padres de la patria? Crearon patria porque la soñaron antes.

Lamentablemente, algunas veces nuestros sueños se han tornado pesadillas y otras veces traicionamos los sueños por trivialidades del consumo inmediato.

Por ello, nos cuesta crear patria.

 

 

Por consiguiente, celebrar el mes de la patria significa también recuperar el amor por su gente, abrir las puertas de la imaginación, crear proyectos, pensar en un futuro posible.

Una patria que está inmersa en la globalización, pero sólo desde la propia identidad puede de verdad abrirse al resto de los países; de otra manera, la globalización no es otra cosa que una nueva expresión de la colonización.

 

 

En un momento en el cual nos encontramos profundamente lacerados por el individualismo, el mes de septiembre nos invita a pensar en el otro para que creamos un nosotros, para que construyamos un hogar chileno que tradicionalmente ha sido acogedor del extranjero.

Pero sólo desde un hogar propio se puede ofrecer la hospitalidad al otro.