Hay una reverencia tal al fundador del psicoanálisis que aun en el último congreso al que fui en la Ciudad de México (Dic, 2010) una de las conferencias magistrales versaba acerca de los peligros de no apegarse a los preceptos del creador del sistema.
Uno de los problemas del psicoanálisis es su apego a Freud.
Suena extraño lo que digo pero realmente lo creo.
Hay una reverencia tal al fundador del psicoanálisis que aun en el último congreso al que fui en la Ciudad de México (Dic, 2010) una de las conferencias magistrales versaba acerca de los peligros de no apegarse a los preceptos del creador del sistema.
Me pareció estar ante el sermón de una iglesia donde se nos reconvenía por atrevernos a decir que hacemos psicoanálisis cuando en la mayoría de los casos â??no lo hacemosâ?.
Y por supuesto que tienen razón, en la mayoría de los casos no nos es posible practicar los preceptos de teorías hechas hace cien años o más, con los cambios tan sorpendentes que ha tenido la humanidad en el último siglo.
Eso no significa desde mi punto de vista que el psicoanálisis deba desaparecer.
Es una técnica que permite una gran profundidad en el conocimiento de uno mismo, la adquisión de la habilidad de dejar de repetir los asuntos que no hemos logrado ver de diferente manera que en sus formas originales, la posibilidad de tener versatilidad para enfrentar los retos de la vida.
Lo que es ingenuo pretender, es que se conserve como en salmuera en sus preceptos originales.
La característica del crecimiento exitoso es la flexibilidad, la capacidad de redimensionar los asuntos con el paso del tiempo y la adquisión de nuevas experiencias y habilidades.
Estamos en épocas de maquillaje a las emociones por medio de toda clase de sustancias, de modelado del cuerpo para tener figuras idealizadas, en la búsqueda de la felicidad como un valor fundamental, de producción del sexo más allá o a veces por encima del acto amoroso.
Vivimos un descreimiento, una falta de fe religiosa, una saturación de soledad.
La contención de las familias integradas suele ser cosa del pasado, los esfuerzos para prolongar la vida de pareja y formar familias con hijos han dejado de ser prioridad contemporánea generalizada.
Estos cambios nos convierten en hombres con preocupaciones diferentes, con aspectos a analizar de nosotros mismos muy distintos a los que tenía necesidad de entender a profundidad Sigmund Freud.
Entonces, tenemos temas diferentes en las sesiones de trabajo con los pacientes, pero también la técnica tiene que cambiar.
El amor por la estabilidad y la rutina, que permitió analizar a los pacientes cinco veces por semana durante varios años se ha cambiado por la practicidad de eliminar los dolores y los síntomas a la brevedad y de las maneras menos consumidoras de tiempo y dinero.
Las psicoterapias son ahora servicios temporales como el ir al dentista a que nos ponga una prótesis para enmascarar que nuestros dientes han envejecido o dejado de estar.
Las sustancias psicotrópicas, los medicamentos psiquiátricos desaparecen depresiones, ansiedades y permiten a las personas dormir a pesar de tener soledad, preocupaciones y toda clase de conflictos
existenciales.
Lamentablemente causan decepción ya que no mitigan la soledad esencial, el vacío y el sinsentido.
La pérdida de fe incluye a los procesos psicoterapéuticos tanto en pacientes como en los terapeutas mismos, que desesperadamente buscan curar síntomas con rapidez y las menos complicaciones posibles.
Y todo eso, además, en nuestro contexto actual suena muy lógico y bienvenido, no?
Tenemos los consultorios llenos de personas que vienen a psicoterapias breves donde les prometemos intentar desaparecer sus dolores esenciales en 12 o 15 sesiones.
El úsese y tírese ha llegado a nuestros centros de atención de problemas emocionales.
Tenemos poco tiempo, a veces poco dinero, las distancias en las ciudades son enormes y además debemos guardar tiempo libre para divertirnos y acondicionar nuestros cuerpos, comprar ropa, beber en los bares y comer con los amigos.
Aun estando dentro de nuestras casas más bien vemos hacia afuera, por la pantalla de la computadora, por la televisión, jugando juegos que nos ayudan a preocuparnos de ganarle a figuras de acción en lugar de personas complicadas de carne y hueso.
Con la mirada puesta afuera en ropa, diversión, placer, trabajo arduo, competencia férrea, con presiones económicas y grandes distancias por recorrer, corriendo y viviendo la prisa constante, nos es poco práctico desviar la mirada hacia dentro, donde, asustados, por la falta de costumbre de leer, de tener discusiones filosóficas, de buscar el refinamiento que no se ve pues si acaso está dentro del cerebro cubierto de huesos y cabello, no necesitamos profundizar en nuestras psicoterapias personales, parecería esa una actividad pasada de moda.
Las enfermedades psicosomáticas en aumento denotan la falla de la simbolización de nuestros tiempos, los significados que no pueden ser procesados nos enferman físicamente porque no mediamos todo un proceso de digestión emocional de los asuntos.
Después intentamos curar esos síntomas con pastillas, no con palabras, que nos parecen muy alejadas del cuerpo y las cosas que a éste le suceden.
La dificultad de pensar se ve con claridad en las aulas, donde alumnos que necesitan pensar, buscan en internet lo que necesitan, alumnos que no aprenden a escribir porque pueden poner símbolos en los mensajes de sus celulares o en su mensajero de la laptop.
La psicoterapia ha tenido modificaciones graduales que la mantienen funcional y vigente en el marco de las condiciones sociales, económicas, políticas y culturales de la vida contemporánea.
En mi caso particular trabajo en general una vez por semana con los pacientes, me centro dentro de lo posible en el problema más fundamental que desean resolver e intento usar herramientas para trabajar de manera que se resuelva en su parte más fundamental en tres o cuatro meses.
Las personas que desean profundizar más o trabajar otros asuntos también lo pueden hacer dentro de mi marco de trabajo, en una alianza mutua para redefinir las metas a conseguir.
No se trata de un trabajo menos profundo o de menor calidad sino de un proceso adecuado a las condiciones que nos requiere la época y la circunstancia