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El columnista disparó contra la "tontería falsa de creer que el lugar donde estaba la cuna al nacer confiere un derecho especial sobre un territorio, una suerte de primacía". "Es una pasión irracional y peligrosa, un simple disfraz para la xenofobia: el miedo atávico y tribal a quien viene de un sitio distinto y pertenece a otra cultura", apuntó.

Carlos Peña 11 de Agosto de 2019

El abogado Carlos Peña realizó una enfática "defensa de la inmigración" en una columna de opinión publicada en las páginas de El Mercurio.

El rector de la Universidad Diego Portales planteó que si bien la libertad de expresión -"uno de los principios básicos de una sociedad abierta y democrática- tolera "la ejecución de gestos, actuaciones, performances o payasadas", la creencia en "estupideces" o "supersticiones", y "concede el derecho a comunicarlas y hacerlas saber a los demás", esto "no debe conducir al error de aceptar lo que (las mismas) dicen o promueven".

En esta línea, apuntó, "la idea de que los migrantes despojan a los chilenos de oportunidades y les disputan el empleo u otros bienes como la salud, motivo por el cual los verdaderos patriotas debieran oponerse a la entrada de inmigrantes, no solo es una falacia y una mentira, es un simple disfraz para algo más peligroso y más profundo: la xenofobia, el miedo atávico y tribal a quien viene de un sitio distinto y pertenece a otra cultura".

"Se trata de una pasión irracional y peligrosa que, como lo muestra la historia, cuando se la deja crecer o se la estimula, acaba conduciendo a las peores demasías", advirtió, agregando que, "desgraciadamente, esa semilla xenófoba algún suelo fértil tiene en Chile".

"La comunidad invisible"

El columnista disparó con especial filo contra "los grupos ascendidos que ahora, presumiendo de linaje, olvidaron, a su vez, que en su propio origen hay un inmigrante, árabe, judío, sefardí o alemán, descalzo (y ahora arriscan la nariz cuando miran uno)".

"Todos esos pretextos para reivindicar una comunidad invisible son prejuicios antiliberales que (...) sirven de levadura al espíritu patriotero y excluyente", agrega.

Para el académico, "los movimientos antimigración son (...) un error moral y político", y "la vieja idea de la nación como un pasado compartido, un origen común para todos los que habitan un determinado territorio, un origen que se hundiría en la noche de los tiempos, una hermandad inmemorial, es una tontería obviamente falsa, una simple fantasía, que debe ser sustituida (...) por la idea de la nación como un conjunto de personas con un futuro común".

"Negros, blancos, mestizos, cobrizos o lo que fuera, de la etnia que fuera, y con prescindencia del lugar que hayan nacido, el idioma que hablen o la entonación que posean al hablar el español, lo que coman o cómo vistan o se diviertan, deben estar llamados a ese futuro común que no puede ser otro que construir, seguir construyendo, una democracia moderna que no aspira a la uniformidad, sino que estimula la diferencia", escribe Peña.

"Creer, en cambio, que el accidente del nacimiento, el lugar donde estaba la cuna en que alguien vino al mundo, le confiere un derecho especial sobre un territorio, una suerte de primacía sobre quienes nacieron en otro lugar, es una de las ideas más estúpidas que circulan en el espacio público", dispara.

Carlos Peña cierra criticando a los "liderazgos histéricos" que promueven esta clase de ideas, y especula que "es probable que la dificultad que tienen los espíritus xenófobos y aldeanos para definir lo que dicen defender provea una pista: se trata de cuestiones vagas e indefinibles que esconden, sugiere el psicoanálisis, simplemente la creencia de que el otro, el distinto, el vecino, esconde un secreto"; un temor a no sabe "¿de qué ríe?, ¿por qué celebra?, ¿qué trama?".