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En los últimos años, la preocupación por el autocuidado y la salud mental del personal que interviene en emergencias se ha incrementado con pequeños gestos, acciones e iniciativas formativas. Desde la Psicología de Emergencias, los que llevamos un tiempo dedicándonos a esto, visualizamos en las sesiones de formación y entrenamiento con los diversos profesionales de intervención en incendios forestales, un iceberg que, de vez en cuanto, deja entrever lo que queda oculto bajo las aguas.

Redacción14 de Junio 2022

Salud Mental y Resiliencia

En los últimos años, la preocupación por el autocuidado y la salud mental del personal que interviene en emergencias se ha incrementado con pequeños gestos, acciones e iniciativas formativas. Desde la Psicología de Emergencias, los que llevamos un tiempo dedicándonos a esto, visualizamos en las sesiones de formación y entrenamiento con los diversos profesionales de intervención en incendios forestales, un iceberg que, de vez en cuanto, deja entrever lo que queda oculto bajo las aguas.

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Foto: Wokandapix

Se suceden campañas en las que en ocasiones ha habido que lamentar la pérdida de compañeros o compañeras, condiciones de trabajo en ocasiones muy duras y de alto riesgo, generadoras de emociones desagradables y estrés. Y sobre la espalda de estas personas el peso de aguantar, callar, hacerse fuertes y continuar adelante, acumulando tensiones, ansiedad y desequilibrios, heridas que tras años de ejercicio profesional van dejando una huella.

Cuando hablamos de salud mental no solo hacemos referencia a la ausencia de un trastorno psicológico, aunque parece algo obvio no lo es, ya que, en este caso, la ausencia de una enfermedad no significa la existencia de salud.

Disfrutar de salud mental significa tener un estado de bienestar a nivel psíquico y social que nos permita tener un buen funcionamiento mental. Solo así podemos ser capaces de hacer frente a situaciones y demandas ambientales; solo así conseguiremos trabajar de manera productiva y segura. Y el primer paso, nada fácil, es ser conscientes de nuestras propias capacidades para afrontar las tensiones normales de nuestra existencia.

La salud mental incluye el bienestar emocional, psicológico y social, y afecta a la forma en que pensamos, sentimos y actuamos cuando enfrentamos nuestra vida. También ayuda a determinar cómo manejamos el estrés, nos relacionamos con las demás personas y tomamos decisiones. Se desarrolla a lo largo de nuestra vida, por tanto, es algo dinámico que podemos trabajar y mejorar continuamente.

La salud mental incluye el bienestar emocional, psicológico y social, y afecta a la forma en que pensamos, sentimos y actuamos cuando enfrentamos nuestra vida. También ayuda a determinar cómo manejamos el estrés, nos relacionamos con las demás personas y tomamos decisiones. Se desarrolla a lo largo de nuestra vida, por tanto, es algo dinámico que podemos trabajar y mejorar continuamente.

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Imagen: Tumisu

Este mantenimiento de nuestra salud mental, y no solo debido a las actuales circunstancias, es una necesidad básica en nuestra vida personal y laboral. Supone siempre adaptarse a los cambios que a menudo experimentamos como pensamientos, sentimientos y sensaciones preocupantes e incómodas, que ponen en peligro o alteran nuestro bienestar. Nuestra salud mental va a depender de que los aceptemos y seamos capaces de vivir con ellos como algo que forma parte de nuestra vida.

Como uno de los elementos clave en el mantenimiento de una buena salud mental entra en juego la resiliencia, ese mantra que últimamente repetimos tanto, pensando quizás que solo de repetirlo acabará con todos nuestros males.

La resiliencia es el proceso de adaptarse bien a la adversidad, a las situaciones traumáticas, tragedias, amenazas, fuentes de tensión y errores, sacando un aprendizaje positivo de tales acontecimientos. No solo es sufrir y ser fuertes para aguantar, sino que aporta también ese aprendizaje que nos hace salir, en cierta manera, fortalecidos tras la lucha.

Cuando hablamos de ser resiliente, no queremos decir que no experimentemos dificultades o angustias. Tampoco se trata de una característica que la gente tiene o no tiene, ya que supone un continuo en el que se presentan distintos niveles que van, desde una máxima vulnerabilidad al grado más elevado de ajuste. Incluye conductas, pensamientos y acciones que pueden ser aprendidas y desarrolladas por cualquier persona. Pero como todo aprendizaje, requiere un esfuerzo por nuestra parte.

La resiliencia es el proceso de adaptarse bien a la adversidad, a las situaciones traumáticas, tragedias, amenazas, fuentes de tensión y errores, sacando un aprendizaje positivo de tales acontecimientos. No solo es sufrir y ser fuertes para aguantar, sino que aporta también ese aprendizaje que nos hace salir, en cierta manera, fortalecidos tras la lucha.

Algunas pautas que pueden ayudarme a ser más resiliente

• Conócete y se consciente de tu propia vulnerabilidad, de tus grandes capacidades, pero también de tus limitaciones.
• La familia y nuestras personas cercanas son un factor de protección en situaciones difíciles. Ahora, ante la ausencia en muchos casos de contacto físico, debemos suplirlo con todos los medios a nuestro alcance. En estos momentos, por ejemplo, se han impuesto medidas de distanciamiento físico, pero no por ello debemos dejar de contar con la comprensión y el apoyo de “los nuestros”. El distanciamiento físico no debe implicar distanciamiento social.
• El autocuidado es importante siempre, pero se hace fundamental cuando pasamos por circunstancias especialmente adversas o nos hemos visto involucrados en incidentes críticos.
• Reconoce, admite y acepta la situación en la que te encuentras. No sirve de nada negar que las cosas estén sucediendo. Solo siendo conscientes podrás coger las riendas de tu vida y hacer lo correcto.
• Piensa siempre en positivo. No magnifiques los problemas, dedica tu energía en focalizarte para encontrar soluciones.
• Sé muy realista, fíjate objetivos razonables y alcanzables para dar solución a los problemas.
• Las emociones negativas son normales. Acéptalas y no dejes que te bloqueen.
• Una autoestima positiva puede ayudarte a hacer frente a las situaciones de estrés y a recuperarte de las situaciones difíciles.
• Acepta los cambios como parte de la vida, se flexible y adaptable. El más fuerte es el que consigue adaptarse al entorno y es capaz de actuar en él.
• Admite los errores, solo así podrás corregirlos.

Y una vez que la tormenta termine, no recordarás cómo lo lograste, cómo sobreviviste. Ni siquiera estarás seguro si la tormenta ha terminado realmente. Aunque una cosa si es segura, cuando salgas de esa tormenta, no serás la misma persona que entró en ella.
Haruki Murakami (Kafka en la orilla)