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La lotería de sufrir una enfermedad mental: así influyen la soledad, el estrés o el acoso escolar La psiquiatría investiga cómo contextos sociales y ambientales activan genes implicados en la aparición de la esquizofrenia, el autismo o la depresión

Nuria Ramírez de Castro 05/03/2022

SALUD MENTAL

La lotería de sufrir una enfermedad mental: así influyen la soledad, el estrés o el acoso escolar

La psiquiatría investiga cómo contextos sociales y ambientales activan genes implicados en la aparición de la esquizofrenia, el autismo o la depresión

 

 

 

No hay probetas ni microscopios en el Instituto de Psiquiatría del Hospital Gregorio Marañón de Madrid. El 'laboratorio' es una sala despejada en la que medio centenar de investigadores, todos muy jóvenes, trabajan absortos en sus ordenadores. En sus pantallas bucean en grandes bases de datos genéticas, escudriñan imágenes de cerebros o diseccionan informes clínicos. Hay psicólogos, psiquiatras, genetistas, bioinformáticos, expertos en neuroimagen y bioestadísticos. Todos forman parte de un equipo singular que está cambiando la forma en la que se diagnostica y se tratan los problemas de salud mental. Son una suerte de CSI dedicados a descifrar patologías psiquiátricas que en el siglo XXI aún son un misterio.

Una de las tragedias de la salud mental es que la enfermedad no duele, no hay signos vitales ni marcadores que expliquen la gran mayoría de estos trastornos.

Así que durante años la clasificación del autismo, la esquizofrenia, la ansiedad o la depresión, no siempre se ha basado en las causas reales de cada trastorno. La nueva investigación psiquiátrica está empeñada en cambiar esa indefinición y en hallar respuestas. Se buscan coincidencias genéticas entre diferentes trastornos psiquiátricos y también la influencia de contextos sociales, ambientales y socioeconómicos. En definitiva, cómo el entorno en el que se vive puede activar genes implicados para desencadenar estas patologías. Los traumas infantiles, algunos problemas médicos durante la gestación, la aceptación social, el consumo de cannabis... la lista de posibles desencadenantes es larga y aún está por definir.

El aislamiento como espoleta

A veces la espoleta es algo tan asumido como la soledad?. Recientemente, este grupo de investigadores ha identificado un vínculo estrecho entre la esquizofrenia y la soledad a través de sus bases genéticas. Ya se había estudiado cómo la falta de relaciones sociales o el sentimiento subjetivo de soledad favorecían la aparición de trastornos mentales. Ahora, por primera vez, se ha demostrado que existe una base biológica que lo explica, un riesgo genético compartido. ¿Esto quiere decir que hay personas con una tendencia genética para buscar el aislamiento y por eso aparece la esquizofrenia?, ¿o quien tiene esa predisposición está condicionado para sentirse solo? «En definitiva, ¿qué fue primero el huevo o la gallina?» , resume Javier González Peñas, director de la investigación. Ocurren ambas cosas. «Hemos demostrado que la relación es bidireccional entre la soledad y la enfermedad psiquiátrica. La predisposición genética genera un riesgo para el desarrollo de esquizofrenia y al contrario», advierte.

El riesgo de ser mujer

La soledad y el aislamiento social disparan el riesgo de la esquizofrenia y, probablemente, de otros problemas de salud mental. Pero el efecto es mayor en hombres que en mujeres, aunque compartan la misma variación genética. «Una de nuestras hipótesis para explicar este comportamiento diferente es el contexto social en el que aún viven las mujeres. La sociedad genera más presión en una mujer que está sola que en un hombre. Por eso, la soledad no es tan negativa para ellos», apunta el psiquiatra Álvaro Andreu-Bernabeu, otro de los autores de la investigación.

Este estudio es un primer paso para descubrir la huella genética de la soledad. Se busca también su efecto en la dependencia al alcohol, la depresión o el trastorno obsesivo-compulsivo.

Genes y ambiente

Como muchos cánceres, la salud mental es una suerte de lotería en la que genes y ambiente son los actores principales. «Todos los trastornos psiquiátricos vienen condicionados por su carga genética. Hasta el riesgo de cometer un suicidio se hereda. El problema es que no hay un único gen que explique la depresión o la ansiedad; las enfermedades mentales son mucho más complejas. En esquizofrenia, por ejemplo, en otra investigación que está a punto de ver la luz en la revista 'Nature', acabamos de identificar hasta 300 genes de riesgo y podría haber miles. Existen determinados genes que aumentan el riesgo pero el resultado de que aparezca o no la enfermedad depende de numerosas variables», afirma Celso Arango, director del Instituto de Psiquiatría y Salud Mental del Gregorio Marañón.

Arango recurre a un símil para explicarlo: «Es como montarte en el Metro con una mochila pesada e intentar llegar hasta el final de la línea sin bajarte en las primeras paradas. Si durante la gestación no sufro ningún problema, crezco con un buen soporte familiar, no me hacen 'bullying' en el colegio, tengo amigos.., la mochila será cada vez más liviana y llegaré al final del trayecto sano y sin problema. Los genes marcan el riesgo pero se pueden activar o no para dar lugar a estas patologías. Algunos se expresan solo si fumas cannabis, otros en una situación grave de estrés... Todo está condicionado por nuestro entorno ambiental y por eso es tan difícil hacer prevención general».

Lo mismo sucede con las enfermedades oncológicas. Fumar provoca cáncer, aunque no todos los fumadores acabarán desarrollando un tumor en el pulmón. Genes y medio ambiente interactúan. Y en la enfermedad psiquiátrica la relación es aún más complicada.

«Es como comprar papeletas para un sorteo. Importan los genes, pero también nuestro entorno, nuestra infancia, la gestación, el consumo de drogas...»

«Es como comprar papeletas para un sorteo. La principal desventaja es que no tenemos información de todo lo que nos ha pasado en nuestra vida y cómo nos ha podido influir», resume Javier González Peñas. Cuenta que la estadística, las matemáticas o la bioingeniería han entrado como un obús en el campo de la genética. «Nos permite trabajar con miles de datos para intentar transformar toda esa información en algo útil, aunque tendremos que acostumbrarnos a vivir en la indeterminación».

 

 

 

Los investigadores del Instituto de Psiquiatría del Marañón, Álvaro Andreu-Bernabeu, Javier González Peñas, Celso Arango y Covadonga Martínez

Los investigadores del Instituto de Psiquiatría del Marañón, Álvaro Andreu-Bernabeu, Javier González Peñas, Celso Arango y Covadonga Martínez - Guillermo Navarro

En unos años a partir de una muestra de saliva o de sangre se podrá hacer un estudio de ADN y tras responder a un cuestionario sobre nuestra vida se pronosticará el riesgo de cargar con una enfermedad mental. Además, ese perfil genético de los pacientes permitirá predecir la eficacia que va a tener el tratamiento y adaptar las decisiones clínicas al perfil de cada paciente.

Los primeros pasos en ese sentido ya se están dando. Se han encontrado coincidencias genéticas entre diferentes trastornos psiquiátricos que está permitiendo poner nombre a los problemas y a hacer consejo genético a las familias afectadas. Es el caso de los TEA, el acrónimo que agrupa a los trastornos de espectro autista. «Conocer la causa concreta que ha ocasionado la enfermedad a sus hijos supone un alivio tremendo para las familias», asegura la psiquiatra, experta en autismo, Mara Parellada. Ella lo ve casi a diario en su consulta del Marañón, donde ha creado un programa de atención personalizada a para personas con autismo. «Lo primero es averiguar si es un trastorno hereditario por si sus padres desean intentar una nueva gestación, pero también les ayuda a conocer los riesgos a los que se enfrentan y cómo pueden evolucionar sus hijos», detalla.

 

 

 

Mara Parellada, psiquiatra experta en autismo camina por uno de los pasillos del pabellón psiquiátrico

Mara Parellada, psiquiatra experta en autismo camina por uno de los pasillos del pabellón psiquiátrico - Guillermo Navarro

Antes el diagnóstico de este tipo de problemas se hacía solo por signos de comportamiento: si existen problemas de comunicación, de interacción social o incluso dificultades para procesar la información sensorial. Algunos niños no soportan el ruido o tienen el umbral del dolor tan elevado que cuando se quejan por algún problema de salud, ya es muy tarde, por eso la mayoría de las apendicitis suelen diagnosticarse en una fase de peritonitis. En otros grupos es común el reflujo gastroesofágico.

Mara Parellada: «Conocer la causa concreta del autismo supone un alivio tremendo para las familias »

Todas estas manifestaciones también ayudan a afinar el diagnóstico genético. «Como sería muy caro realizar un estudio genético completo a todos los niños y a sus padres, los síntomas nos permiten averiguar quien es más propenso a tener una variante genética determinada y hacer un estudio genético más sencillo», apunta Parellada.

Medicina personalizada

El equipo de Parellada acaba de recibir una beca de investigación para avanzar en la medicina personalizada de los trastornos autistas. En colaboración con la Universidad de Santiago y otras seis comunidades, se investiga cómo trasladar a las consultas la investigación básica para afinar mejor el diagnóstico y el tratamiento. «No existe un único autismo, por eso es importante no utilizar el mismo tratamiento para todos si tienen bases biológicas diferentes», aclara.

Puede que algunos trastornos agrupados bajo el paraguas del autismo estén más cerca de otras enfermedades psiquiátricas. «Vemos solapamiento de síntomas y, por eso, buscamos las bases biológicas para sustentarlo. Esto es importante porque podríamos conseguir medicamentos para tratar síntomas similares que aparecen en enfermedades diferentes, como ya se hace con la hipertensión. Los antihipertensivos se prescriben para bajar la tensión, con independencia de la causa que lo origine», pone como ejemplo. La carrera para conseguir una psiquiatría a la medida ya ha comenzado.