Síguenos en

Un grupo de científicos está encontrando nuevas formas de estudiar esta condición para comprender mejor los vínculos entre la visión, la percepción y la memoria.

17/06/2021, CARL ZIMMER - THE NEW YORK TIMES

Vivir sin poder hacerse una imagen ment

 
 

reflexión

 

 

 

Un grupo de científicos está encontrando nuevas formas de estudiar esta condición para comprender mejor los vínculos entre la visión, la percepción y la memoria.

 

Adam Zeman no les prestaba mucha atención a las imágenes mentales hasta que conoció a alguien que no las tenía. En 2005, este neurólogo británico vio a un paciente que mencionó que un pequeño procedimiento quirúrgico le había quitado la capacidad de evocar imágenes.

Durante los 16 años transcurridos desde ese primer paciente, Zeman y sus colegas han sabido de más de 12.000 personas que afirman no tener esa cámara mental. Los científicos calculan que decenas de millones de personas presentan este trastorno, que han denominado afantasía, y que millones más tienen imágenes extraordinariamente intensas, lo que llaman hiperfantasía.

En sus investigaciones más recientes, Zeman y sus colegas están reuniendo pistas sobre la manera en que surgen estos trastornos mediante cambios en las conexiones del cerebro que vinculan los centros visuales con otras regiones. También están comenzando a explorar cómo parte de ese cableado puede evocar otros sentidos, como el sonido, en la mente.

“A mi juicio, esto no es una enfermedad”, señaló Zeman, científico cognitivo de la Universidad de Exeter, en el Reino Unido. “Es una misteriosa alteración de la experiencia humana”.

El primer paciente que hizo que Zeman se percatara de la afantasía fue un perito en construcciones jubilado que perdió la imagen mental después de una pequeña intervención cardiaca. Para proteger la confidencialidad del paciente, Zeman lo llama M. X.

Cuando M. X. pensaba en personas u objetos, no era capaz de verlos. Sin embargo, sus recuerdos visuales estaban intactos. M. X. podía contestar preguntas relacionadas con hechos como, por ejemplo, si el ex primer ministro Tony Blair tenía los ojos claros.

En 2010 encontré el estudio de caso de M. X. y escribí una columna para la revista Discover. Después recibí correos electrónicos de lectores que tenían la misma experiencia pero que diferían de M. X. de una manera notable: para empezar, nunca habían tenido la imagen mental.

Envié los mensajes a Zeman, quien encuestó a 21 de mis lectores. En un informe de 2015 sobre esos hallazgos, él y sus colegas propusieron que todos esos lectores compartían la misma condición, que los investigadores llamaron afantasía. Informé sobre este segundo estudio para The New York Times, al igual que otros periodistas. La creciente atención convirtió el goteo de correos electrónicos que recibía Zeman en un torrente.

Con el fin de entender mejor la afantasía, Zeman y sus colegas invitaron a sus interlocutores a llenar cuestionarios. Uno de ellos describió esta condición como si sintiera la forma de una manzana en la oscuridad. Otro señaló que era como “pensar solo en la radio”.

La gran mayoría de las personas que informaron sobre la carencia de imágenes mentales no recordaban haber tenido ninguna imagen, lo que indica que habían nacido sin ellas. No obstante, al igual que M. X., casi no tenían problema para recordar cosas que habían visto. Por otra parte, las personas con afantasía no recuerdan tan bien como otras los detalles de su propia vida.

Es posible que recordar nuestras propias experiencias -lo que se llama memoria episódica- dependa más de la imagen mental que de recordar hechos acerca del mundo.

A Zeman y sus colegas les sorprendió que los consultaran otras personas que, al parecer, padecían de lo contrario que M. X.: tenían visiones muy intensas, una afección que los científicos denominan hiperfantasía.

Joel Pearson, un neurocientífico cognitivo de la Universidad de Nueva Gales del Sur que ha estudiado la imaginería mental desde 2005, señaló que la hiperfantasía podía implicar más que solo tener una imaginación muy activa. “Es como tener un sueño muy vívido y no estar seguro si fue real o no”, comentó. “Las personas ven una película, luego pueden verla de nuevo en su mente y no hay diferencia”.

Con base en sus encuestas, Zeman y sus colegas calculan que el 2,6% de las personas padecen hiperfantasía y que el 0,7% sufren afantasía.